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Paz y Miño: "Al futbolista nacional le hace falta amor propio para jugar"

Fabián Paz y Miño, exfutbolista de El Nacional
Fabián Paz y Miño, exfutbolista de El Nacional
Foto: Mario Egas / El Telégrafo
30 de diciembre de 2018 - 00:00 - Andrés Granizo

Fabián Paz y Miño es un referente en la historia de El Nacional, por los goles y los títulos que logró en la mejor época de los “criollos”.

Para ser exactos, marcó 155 tantos -es el goleador histórico del equipo y el cuarto de todo el campeonato- y además ganó ocho títulos, bitricampeonato incluido.

Hoy mira con mucha preocupación la situación de su equipo, golpeado por los resultados deportivos en los últimos años; los aficionados añoran más que nunca a un jugador como el “Flaco”, que daba todo en la cancha.

Esa es la diferencia que él detecta, porque ya no existe más el amor puro a la camiseta. Eso sí, exige que al menos devenguen los sueldos que hoy ganan, para no oscurecer la historia de El Nacional.

Él es de aquellos que logró hacer carrera en el equipo del que es hincha, pues jugó durante 20 años en la misma institución. Pudo haber jugado en el exterior, pero las condiciones no se dieron y prefirió quedarse en el club de sus amores, ante las ofertas que también llegaron del balompié local.

Hoy se habla de que Lionel Messi marca dos goles de tiro libre en un partido, pero aquello ya lo hacía Paz y Miño, con una precisión que lo caracterizó con la pelota quieta. En su memoria está muy presente un gol de tiro libre que anotó en la Copa Libertadores a Danubio de Uruguay, por la dificultad que representó. En ese mismo partido anotó otro tanto para ganar 3-0.

En esta entrevista con EL TELÉGRAFO rememora su época con El Nacional, en una plantilla en la que compartió con futbolistas de la talla de Ítalo Estupiñán, Ermen Benítez o Carlos Torres Garcés.

¿Qué opinión le merece que el próximo campeonato se juegue con 16 equipos?
El sistema es un poco complicado, porque no estamos acostumbrados a 16. Si con 12 fue difícil, porque el público no asistió a los estadios, ahora con 16, algunos poco conocidos, veo complicado que acompañen. Hay que intentar y esperemos que el público vuelva a los escenarios.

¿Cómo ve a su equipo?
Mi equipo me preocupa mucho, porque fue prácticamente como que hubiera bajado a la serie B. Ya se sabía que íbamos a tener este impacto, por la salida de jugadores y del entrenador. Solamente ha quedado la directiva, pero hay que hacer varios cambios. Según he escuchado a dirigentes, quieren que la base de este equipo sean elementos de la sub-18 o sub-20. Me parece que eso no es todo, porque un equipo debe tener unos 5-6 jugadores de experiencia para que los guíen.

¿Qué factores han incidido en El Nacional para esta crisis que vive?
Hay muchos factores que analizar, el porqué el club está en esta situación. No es solamente por esta directiva, esto es de hace muchos años. Diría de 8-10 años que se dio así. Lamentablemente no hay mucha gestión en dirigentes del equipo con empresas, para reforzarse con los mejores jugadores del fútbol ecuatoriano. Ahí se debe hacer la gestión para tener buenos futbolistas.

¿Qué sentimiento le provoca a usted, al ser un histórico y referente del equipo, por todo lo que está atravesando?
Preocupación. He ido a los estadios a ver a mi equipo, pero he salido enojado y triste porque no hay ese cariño que se tiene a una institución. A los jugadores les falta espíritu, ambición de gloria. No tienen eso; antes, en mi época, la teníamos. Antes de entrar a la cancha nos hablábamos entre nosotros, los 11 que íbamos a jugar, teníamos hambre de gloria. Eso le falta al jugador ecuatoriano.

¿Cómo les surgía ese espíritu competitivo y cómo se puede comparar con lo que hoy viven los jóvenes?
Eso es amor propio a un equipo y eso es lo que falta. Si se hace una encuesta, no creo que la mitad sea hincha de El Nacional y no siente la camiseta para defenderla con honor. No los culpo, porque el sistema es así y el fútbol es muy comercial. Cambiaron las cosas y no se juega por amor. Por lo menos deben devengar el sueldo y que se entreguen por lo que están cobrando; además, por demostrar espectáculo.

No es común que hoy en día un jugador pueda estar tantos años como usted en un solo equipo. ¿Hoy se puede hacer carrera en un solo club?
Se puede, pero sintiendo la camiseta. Ahora se mueve mucho por el dinero y esos intereses. Es por eso que falta espectáculo, porque se cuidan mucho las piernas, no arriesgan. La gente quiere ver un gran partido siempre, pero no sucede con regularidad.

¿Qué jugador lo llenó en este último campeonato?
Yo, como delantero, lo vi con muchas cualidades a John Cifuente. Un jugador que tiene todas las facultades para ser goleador en cualquier equipo. Y ahora que va al extranjero, espero que le vaya bien. Que demuestre todo su potencial, tal como lo hizo en Universidad Católica.

En los últimos años, ¿hay algún jugador con el que se sienta identificado o que le haga recordar sus tiempos de delantero?
Por la velocidad que tenía, por la picardía que yo tenía, es un poco difícil. Sobre todo por el sistema con el que antes se jugaba. En mi tiempo se jugaba 4-2-4 o 4-3-3. En los 70 jugábamos cuatro delanteros: Carlos Torres Garcés, Ítalo Estupiñán, Tom Rodríguez y yo. Luego cambiaron y jugamos tres: Fernando Baldeón, Ermen Benítez y yo.

En mi costado tenía grandes jugadores a los que pude superar, como Wilson Nieves o Carlos Saá. Con trabajo y sacrificio pude ser titular. Los hermanos Ibarra (Renato y Romario) o los hermanos Julio (Ánderson y Johan) son jugadores interesantes por lo que hacen. Ese tipo de jugadores es parecido a mí. Claro que por los sistemas no han podido ser goleadores, como lo fui yo, porque deben cumplir doble función al atacar y defender al mismo tiempo.

¿Qué le dio El Nacional para que se encariñara tanto y se quedara toda su carrera?
Esto viene de hace muchos años. Yo entré al club en 1968, cuando tenía 14 años. Me encariñé porque viví muchos años en el barrio de San Bartolo, cerca al cuartel Epiclachima, donde entrenaba el equipo. Desde pequeño lo vi siempre; y en las formativas empecé a subir rápidamente en las categorías. A los 17 años ya debuté como profesional.

¿Qué representó estar en la época más gloriosa?
Yo tengo ocho campeonatos de los 13 que tiene El Nacional. Estuve en los dos tricampeonatos y es un honor, una satisfacción grande. Además, soy el máximo goleador de todos los tiempos con 155 goles. Compartí con grandes delanteros, como Rodríguez, Benítez, Vinicio Ron, Fausto Correa. Superarlos fue un honor.

¿Cómo se definía como delantero?
Era un jugador rápido, ágil y con visión de gol. Era un puntero izquierdo mentiroso, porque amagaba por ese lado y salía por el otro para disparar al arco. Hice un montón de goles de esa forma y además los de tiro libre, algo que requería constancia y práctica.

De los goles que marcó, siempre es muy recordado el que le marcó a Danubio de Uruguay en Copa Libertadores del 88. ¿Por qué?
Fue uno de los mejores, porque cuando me reconocen los hinchas en algún lugar, siempre me hablan de ese gol. Ganamos 3-0 ese partido, con dos tantos de tiro libre míos al arquero Javier Zeoli. Fue en el arco norte del estadio Atahualpa y yo estaba de espaldas al balón, mientras que Carlos Ron estaba de frente a la pelota. El arquero pensó que él iba a rematar. Yo, muy vivo, me di media vuelta y puse el balón por encima de la barrera, muy cerca del ángulo, a donde no llegó el arquero.

¿Lo practicó mucho?
Yo me quedaba unos 20 minutos practicando tiros libres después de los entrenamientos. La constancia da éxitos. Ese gol de media vuelta fue una viveza del momento, era una ejecución complicada, pero por todas las condiciones pude marcar.

¿Cómo fue jugar junto a los futbolistas que mencionó, en dos sistemas diferentes?
Para mí fue un lujo jugar con ellos. Por ejemplo, cuando recién subía a primera me encontré con fundadores del club, como Tom Rodríguez, “Chicho” Benavides, Marcelo Cabezas. Fue una alegría grande; fue mi  gran oportunidad. Por mis ganas y deseos de ser titular, me fue bien. Dejé mi puesto solo en las lesiones, sobre todo una grave en el 79 e hice una rehabilitación en Brasil por cuatro meses. Casi dejo el fútbol por un desgarro grande, me cogieron 23 puntos. Pero me recuperé y volví a jugar.

¿Se queda con una de las dos delanteras?
Me quedo con todos los delanteros con los que jugué. Fue un lujo jugar con ellos, por la capacidad que tenían y su potencial. Todos ellos fueron goleadores en el fútbol ecuatoriano y están en el ranking histórico (Ermen Benítez marcó 154 goles con El Nacional y llegó a 191 con otros clubes. Vinicio Ron tiene 181 con cuatro equipos).

Usted se encariñó con un par de zapatos y fueron su cábala durante una parte de su carrera. ¿Por qué?
En ese tiempo el equipo no nos daba zapatos. Cada uno llevaba los suyos, además de las vendas y las canilleras. Eran unos Nike que cuidaba mucho y me duraron cuatro años; tenían más corridas que un torero. Incluso los mandé a arreglar al zapatero unas tres veces, porque a pesar de que estaban desgastados me servían.

Mi compañero de cuarto, Carlos Ron, me decía que cómo voy a tener esos zapatos tan viejos y que ya debía cambiar. Yo no estaba y los fue a botar al río Machángara, que pasa cerca de la concentración de Tumbaco. Al día siguiente le pregunté si los vio y me dijo que los había botado. Menos mal los pude rescatar, porque se habían quedado por la orilla y seguí jugando con ellos. Eran mi cábala, eran los goleadores.

¿A qué edad se ganó la titularidad en el equipo?
A los 17 años yo alternaba en el equipo y a los 18 ya era titular. Desde ahí no solté esa gran oportunidad. Al inicio empiece jugando poco, así fue a los 17; pero de a poco el entrenador argentino Roberto Resquín vio que tenía condiciones y me puso más y más minutos, hasta que un día me puso de titular. Me dijo que yo jugaría como puntero izquierdo y desde ahí no solté el puesto.

Comentaba que hoy los jugadores se cuidan las piernas, antes no era así. ¿Con quién tuvo más encontrones en la cancha?
Había marcadores muy duros y, sobre todo, ahí no teníamos la protección de los árbitros. Ahora hay hasta cámaras. El marcador más difícil fue Víctor el “Cepillo” Peláez. Con él nos “trompeamos” varias veces, a pesar de que yo era muy joven. Él me decía que yo era joven y él ya mayor, que yo tenía mucho que perder. Venía por la espalda y me pegaba en el estómago. Yo también reaccionaba siempre y cuando el árbitro no mirara, para pararle un poco. Si no lo hubiera hecho, me habría “pisado el poncho”. Siempre lo encaré y lo superé; me fue muy bien en los partidos contra Barcelona, tanto aquí como en Guayaquil.

¿Qué entrenador lo marcó en su vida deportiva?
Tuve dos: Ernesto Guerra y Héctor Morales. A mí me impactaron, me ayudaron y siempre fui muy agradecido.

¿Cómo era Ernesto Guerra?
Hablar de él es hablar de una persona pícara, de mucha experiencia, viveza, muy inteligente. Con esa base ganábamos los partidos. Él sabía a quién debía poner mano dura, sabía tratar a las personas. Con él logramos muchos campeonatos porque, además de su viveza y esas características, sabía mucho de fútbol.

¿Qué anécdota recuerda con él?
Los sábados, él entraba al “picadito”. Esa era una motivación para nosotros, que el técnico juegue con los futbolistas. Hacía bromas en la cancha, nos pateaba por atrás, nos hacía caer, pero siempre para que el ánimo esté arriba, para que esté todo bien en el grupo. Siempre había alegría en esos entrenamientos, cuando él participaba con nosotros.

Se retiró a los 35. ¿Sentía que aún podía jugar?
Estuve 20 años. El retiro fue porque tuve muchas lesiones y operaciones. Me di cuenta de que ya no corría como cuando tenía 20 años, por lo que consideré que ya no era un aporte para el equipo. Además de ese desgarro me operaron meniscos y peroné, me abrieron el empeine también. Con los años eso afecta y ya no era lo mismo. Por eso decidí dejar el fútbol.

¿Por qué nunca cambió de equipo o salió al fútbol del extranjero?
Tuve la oportunidad de salir. Unión Española de Chile me quiso, pero lamentablemente en ese tiempo debían ponerse de acuerdo entre dirigentes. Yo era muy joven y no me permitieron salir. Luego tuve más propuestas, incluso en el fútbol nacional, pero no quería salir porque en El Nacional me trataron de maravilla. Tenía todo.

¿Cómo asumió el retiro?
Fue bastante duro y difícil, porque después de tantos años en un solo equipo, tuve que pensarlo bien. Tuve una reunión con mi esposa, hablamos con tranquilidad y lo mejor habría sido retirarme jugando. Fue en un cotejo contra Liga de Quito, pero, por las lesiones, no pude jugar ese partido. Recuerdo que los chicos de las formativas me hicieron un homenaje y di una vuelta olímpica con ellos, para despedirme de la gente que asistió.

¿Cómo fue la vida después del fútbol?
Pude seguir vinculado al fútbol, pues fui asistente técnico de Carlos Sevilla en El Nacional durante un año. Por las amistades, me invitaron para ir a trabajar en el Municipio de Quito, en la Dirección de Deporte. Me gustó el proyecto y estuve durante 23 años
en el Municipio, hasta que me jubilé hace cinco años. Ahora soy comentarista deportivo en radio La Red y hablo del deporte, sobre todo de la actualidad de mi equipo y de lo que vendrá. (I)

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