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Jacinto Espinoza: “Siento cariño por Emelec, pero soy liguista”

Jacinto Espinoza. Exportero manabita.
Jacinto Espinoza. Exportero manabita.
Foto: Marco Salgado / El Telégrafo
16 de diciembre de 2018 - 00:00 - Jaime Jaramillo

Atareado. Firmando documentos, despachando mails y designando el trabajo, con la misma solvencia  con que ordenaba a sus defensas o salía a cortar centros, el exportero ecuatoriano Jacinto Espinoza confesó la fascinación y amor que siente por Liga de Quito, club en el que jugó en dos periodos (entre 1997 y 2000 y luego entre 2002 y 2005).

Desde el escritorio de la dirección de deportes del Consejo Provincial de Pichincha, el “Chinto”, como se lo conoce popularmente, no escondió su deseo de que los “albos” logren el título cuando enfrenten, este domingo 16 de diciembre desde las 12:00, a Emelec en el estadio Rodrigo Paz Delgado de Quito. Él recuerda también con cariño el tiempo en que vistió la camiseta azul, a la que defendió en los inicios de la década de 1990.

En una conversación franca y abierta se dio tiempo para hacer un recuento de los 22 años de carrera profesional en la que solo le faltó disputar un Mundial con Ecuador.

Pasó por varios clubes locales, pero su verdadero amor futbolero es Liga...
Tengo un especial agradecimiento a todos los equipos en los que estuve (Liga de Portoviejo, Filanbanco, Valdez, Emelec, Alianza Lima de Perú, Éspoli, Deportivo Azogues, Green Cross, Manta FC, Delfín SC y Macará) a sus dirigentes e hinchadas, pero mi corazón inclina la balanza por Liga de Quito.

Es hincha declarado de Liga, pero ¿qué siente por Emelec?
Mucha alegría. Cuando surjo del Pre Olímpico de Paraguay en 1992 nunca me imaginé que un club tan grande como Emelec se iba a fijar en mí. A su afición la voy a recordar eternamente y a hinchas referentes como Giuseppe Cavana, que en paz descanse, o Reina Martínez, la popular “Gorda Matosa”, jamás los olvidaré y a muchos otros fanáticos “azules”. Lamentablemente cuando salí de Emelec fue por una diferencia con un dirigente (del cual prefiere guardarse el nombre), no fue por asuntos económicos.

¿Va a ir hoy al estadio a alentar a Liga?
Por supuesto, vamos a estar en la localidad de general, con mi camiseta blanca y esperamos dar una vuelta olímpica, pero si no es así creo que nos queda la satisfacción de haber llegado a una final. Recordemos que las finales no se las juega se las gana.

Desde pequeño ¿ya le gustaba la camiseta blanca?
No, cuando inicié mi carrera deportiva en la escuela Marcos Mero López de mi natal Bahía de Caráquez (provincia de Manabí) no me imaginé que iba a llegar tan lejos, pero en realidad mi deseo era jugar en Barcelona, era barcelonista en mi niñez, pero soy liguista que quede claro. Soñaba con jugar en Barcelona cuando estuve en Liga de Portoviejo, pero no me imaginaba ser portero titular de la selección ecuatoriana en aquel entonces, pero me lo propuse luego y pude lograr ese anhelo.

¿Qué lo hizo cambiarse de camiseta?
Lo que la gente no sabe es que estaba enamorado de Emelec, me había involucrado en formar parte de los grupos dentro del equipo, ser líder. Ese año terminamos subcampeones y en el club eso era un fracaso. Entonces al año siguiente (1997) fui a la pretemporada y me bajaron del bus, eso fue doloroso.

Tenía opciones de jugar en El Nacional, pero el gerente deportivo no me fue a buscar al aeropuerto, esperé como media hora, nunca llegó, y Leonel Montoya (exjugador colombiano de Liga de Quito) me fue a buscar y me convenció de jugar en Liga de Quito.
Así nació mi locura por Liga, que hasta ahora conservo porque cada vez que voy a un lugar público no hay un hincha “blanco” que no me reconozca.

¿Cuál fue el mejor momento en Liga de Quito?
Todos.

Pero ¿el 7-0 sobre Emelec en 1998 fue una revancha personal?
No, más bien ese día (27 de diciembre de 1998) afiancé el amor verdadero por Liga, porque antes era un profesional, previo a eso seguía queriendo a Emelec como hincha, pero se había dado una final anormal, porque en un partido definitivo no puede haber una diferencia de siete goles. Es más si hubiésemos jugado media hora más habríamos marcado otros cinco goles porque cada ataque era gol.

Hablando de su carrera ¿quién lo guió en los primeros años de formación?
Tengo un amigo que se llama Roger Loor Mejía quien fue la persona que nos acompañaba, nos cuidaba, nos apoyaba y nos llevaba a campeonatos barriales, escolares y colegiales. Cuando fui al colegio y tenía la edad para jugar en la escuela me sacaban para ir a jugar con los de la escuela. Él fue quien me encaminó al fútbol profesional.

¿Cuál fue su recorrido futbolístico?
Una vez que salí del colegio fui a Liga Espejo de Chone, donde tuve la bendición de que en mi primer entrenamiento andaban buscando un arquero juvenil, atajé dos penales y me contrataron con un sueldo de 500 sucres creo que fue en 1987.

Luego Green Cross me compró y el objetivo era subir a primera categoría pero no se logró y un técnico que me había enfrentado  varias veces, Luis Grimaldi, arregló para llevarme a Filanbanco. Antes de eso estuve golpeando las puertas por un año en ese equipo pero nunca me dieron la oportunidad.

Con Grimaldi ya fui con contrato a Filanbanco y como refuerzo, pero aún estaba el técnico que me había rechazado (del cual prefiere no decir su nombre) y traté de evitar un encuentro con él. Tras afianzarme en Filanbanco el equipo pasó a llamarse Valdez donde quedamos subcampeones en 1991.

Tras el Pre Olímpico de 1992 para los Juegos Olímpicos de Barcelona en ese año, fui contratado por Emelec, después estuve cuatro meses en Alianza Lima de Perú en 1993, volví a Emelec, luego a Liga de Quito, Éspoli, Macará, Deportivo Azogues, otra vez Éspoli, Universidad Técnica de Cotopaxi en Segunda Categoría y terminé en León Carr de Pelileo (provincia de Tungurahua), donde tras una lesión decidí terminar mi carrera en 2010.

¿Cómo surgió la idea de dejarse el cabello largo?
Para que no me reconozca el entrenador que nunca me dio la oportunidad, quizás porque en su paladar no reunía las condiciones y para que no le diga a Grimaldi que era un mal arquero me dejé crecer el cabello, usaba gorra, si él iba por una vereda yo me cruzaba al otro lado, hasta que un día no lo pude evitar y me dice:

-Yo te conozco, tú has venido al entrenamiento varias veces.
-No profe, primera vez que vengo a Guayaquil.
-¿Seguro? Porque aquí ha venido un arquero igualito a ti que era malo (sonríe).

Además en 1988 estaba en su apogeo René Higuita entonces también me incliné por eso. Recuerdo que el gran formador de porteros, el brasileño Manga me decía que me corte el cabello porque el largo era solo para mujeres y tienes que ser hombre (risas otra vez). Nunca me lo corté pese a las insistencias del profe.       

Afianzarse en el profesionalismo no fue fácil. ¿Qué nos puede contar de los primeros pasos en primera división?
Un día jugamos un amistoso contra Emelec y tuve una actuación muy mala, me metieron como ocho goles. Sucede que fue un cambio duro, imagínate que meses atrás recolectaba los cromos  del álbum del campeonato nacional, entonces buscaba las imágenes de (Raúl) Avilés, de (José Federico) Minda, de (Rubén) Beninca, de Juan Carlos de Lima, de Israel Rodríguez, de (Luis) Capurro, de muchas más figuras de Emelec y de un momento a otro los enfrenté. Entonces veía la cancha larguísima y me puse a ver cómo Avilés se subía las medias, cómo mascaba chicle o cómo Beninca corría y cada remate de ellos era gol.

Entonces Grimaldi en la charla después del amistoso  me dijo “vos pibe, andá a entrenar a la reserva, no te quiero ver más, te traje creyendo que eras una gran promesa, pero sos un desastre”. Se me salían las lágrimas de impotencia, tenía 18 años.

Tras el entrenamiento de ese mismo día conversé con Grimaldi, que estaba más relajado porque la práctica salió bien. Le expliqué que a esos jugadores (de Emelec) siempre los vi en cromos, nunca personalmente, “soy del campo y enfrentarlos fue algo que me deslumbró y eso creo impidió que saque todo mi talento, deme otra oportunidad”, y me dijo “ok mañana te espero con nosotros, pero la próxima vez que seas un desastre te mando a la...” (risas). Y desde ahí todo cambió, fuimos a un cuadrangular en Cuenca en 1989, el golero titular era Álex Cevallos pero estaba lesionado.

El primer partido lo pusieron a Manuel Marcillo y empatamos, en el segundo estuvo Geovanny Salinas, perdimos y en el tercero atajo yo, ganamos, no me hicieron un gol, luego jugamos otros amistosos en los que me fue bien y en el inicio del torneo local de ese año el titular fue Cevallos y yo de suplente.

Entonces vivió momentos difíciles desde sus inicios como profesional, ¿cómo los sobrellevó?
Mi papá se enfermó gravemente y eso le impedía trabajar. En aquel entonces asumí el liderazgo de mi familia con tan solo 17 años. Desde esa edad sabía que lo que ganaba tenía que dividirlo para la comida, movilización, mis necesidades y para los estudios de mis hermanos, porque mi hermano mayor andaba por malos pasos. Cuando fui a vivir solo sabía lo que era ser responsable, decirle no a las drogas porque siempre estaban en nuestro entorno.  

Su esposa fue la primera en enterarse de que iba a la selección ¿cuál fue su reacción?
No le creí, lo que sucedió fue que en el único partido de la temporada 1991 que pude jugar, porque Álex Cevallos estaba en un nivel excepcional, contra Deportivo Cuenca en la tribuna estaba Dusan Dráskovic, técnico de la selección mayor y la sub-23 en ese entonces y una fila más arriba estaba sentada mi esposa (Elizabeth Ortiz), quien al final del partido me dice “mijo lo van a convocar a la selección” y le contesto eso es imposible porque habían buenos arqueros como José Cevallos o Erwin Ramírez, pero ella me insistió diciéndome “si yo lo escuché decir al técnico anótenme a ese arquero” y a los dos días me llegó la convocatoria a la sub-23. También tuvo su momento de gloria en Alianza Lima, pero no todo fue alegrías en su paso por el cuadro peruano.

Con Alianza Lima fuimos campeones de la liguilla, pero no del campeonato que fue ganado por Universitario, eso fue lo lindo de mi experiencia en Perú, porque desde el debut tuve inconvenientes. En mi primer partido en el minuto 70 más o menos voy a recoger un centro, me choco con un defensa mío y me fracturo la nariz.

Eso fue una, otra cosa fue que en el primer entrenamiento Juan Jayo Legario me dijo “corre ecuatoriano hdp” y le respondí “qué te pasa peruano hijo de tal y cual”, toda la plantilla se paró delante mío y desde ahí me gané el respeto de ellos. Entonces cuando me lesiono la nariz, el médico hizo la seña de cambio, pero lo agarré de la chompa y le dije si me cambian te saco la ….. entonces rectificó, me taponó y seguí jugando.

A los dos días le pregunté al médico que me había diagnosticado un mes de para, que si volvía a jugar había riesgo de muerte y me dijo que no, solo un dolor intenso, entonces me saqué la protección y al otro día fui a entrenar. El técnico, que era el chileno Miguel Ángel Arrué me dijo que estaba loco porque vaya a entrenar, le contesté que yo fui a triunfar y nada me lo iba a impedir. Ahí me gané el respeto de los hinchas también porque al siguiente fin de semana fui titular.  

Fue un jugador que se recuperaba rápido de las lesiones, ¿cuál era su secreto?
Siempre confié mucho en los ladrillos calientes, donde tenía un golpe o una torcedura me ponía eso y me recuperaba enormemente.  

¿Era mucho de salir a farrear en los ratos libres?
Creo que fui un deportista que tuvo una vida normal, el problema es quién tiene el parámetro para decir que puedes salir solamente una vez al mes o cinco, no hay manual que te diga esto. Lo normal sería que nunca salgas, pero uno también es ser humano y comete errores que me llevaron por ejemplo en 2002 a lesionarme por cometer una estupidez en mi hotel y no ir al Mundial. Entonces son cosas que a la larga a uno le duelen muchísimo, pero en la vida, como les digo a los jóvenes, hay errores que los puedes superar, pero hay otros que te dejan marcado y se pagan. Yo pagué con no ir al Mundial.

¿El no haber estado en un Mundial es lo que le quedó pendiente?
Se puede decir que sí, pero creo que pude haber sido mejor y crecido mucho más, y también si me habría manejado con un empresario capaz llegaba más lejos, porque cuando tuve la oportunidad de ir a Unión Española de Chile en Emelec no me dejaron ir, asimismo con la oferta de Pachuca de México. Pidieron por mi pase $800.000 y los mexicanos daban $500.000. Y en Liga de Quito se negaron a dejarme ir a España.

¿Por dónde pasó la decisión de retirarse?
Ya no era feliz jugando al fútbol, condicionaba a los técnicos para que me dejaran concentrar con mi hijo, Gianluca, sabía que eso estaba mal, pero ya no estaba contento solo. Entonces cuando sentí que el fuego que uno tiene cuando es futbolista, el nervio de jugar, la adrenalina y las ganas de entrenar estaban desapareciendo decidí retirarme. Tengo una frase que me guía: “cuando haces algo hazlo con pasión”. (I)

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