La historia registra el éxodo como la salida masiva de los israelitas del antiguo Egipto; y en la actualidad el vocablo se refiere a la emigración de un pueblo o de una muchedumbre que abandona sus tierras para desplazarse hacia otro lugar, por lo general desconocido.

Hay una cifra que llama la atención y que fue expresada en un reciente encuentro mundial: 258 millones de personas, el 3% de la población mundial, son migrantes. Para tener una idea de la cifra, esto equivale a la suma de toda la población de Argentina, Brasil y Ecuador. Un total de 193 representantes de países se reunió hace poco para firmar el Pacto Mundial para una Migración Segura; 159 de ellos lo suscribieron, otros lo rechazaron o simplemente prefirieron guardar distancia con la iniciativa.

No hay una fuerza de control en ningún país del mundo capaz de frenar las corrientes migratorias que, por lo general, crecen durante períodos de prolongadas guerras, dictaduras, hambruna, sequías, etc. América es testigo hace meses de todas las peripecias de por lo menos 9.000 centroamericanos que intentan ingresar a Estados Unidos desde México.

También constatamos cómo creció este año el número de venezolanos que ha salido de su país para radicarse en varios países de América Latina, entre ellos Ecuador, donde se considera residen más de 200.000.

El mapa mundial sigue mostrando a Estados Unidos como el mayor receptor de migrantes con 49,8 millones, seguido de cerca por la suma de varios países europeos, entre ellos Alemania con 12,2 millones, luego Francia y España. Los emisores o países que generan el mayor flujo migratorio son Rusia, India, Pakistán, México y China.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró al 18 de diciembre (mañana) como el Día Internacional del Migrante, una buena oportunidad para evaluar lo que esto significa. El secretario general, António Guterres, dijo: “La migración es un poderoso motor del crecimiento económico, el dinamismo y la comprensión. Permite que millones de personas busquen nuevas oportunidades”. (O)