El 17 de noviembre, un equipo de logística del Instituto Antártico Ecuatoriano (INAE) partió desde Ecuador hacia el continente antártico, como parte de la expedición XXIV. En enero de 2020, en cambio, viajará un grupo de científicos, sumando un total de 51 personas. En este segundo viaje, técnicos e investigadores instalarán un refugio ecológico elaborado sobre la base del bambú que fue desarrollado en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Católica Santiago de Guayaquil.

La estructura se construyó en la planta de ecomateriales ubicada en Durán (de la misma universidad) y se armó en la referida facultad.

El refugio ecológico se lo ubicará en el sitio denominado “cementerio de ballenas”, a dos kilómetros de la estación ecuatoriana Pedro Vicente Maldonado, situada en la isla Greenwich, en la Punta Fort William.

Este módulo, fabricado con bambú, mide 2,40 metros cuadrados y está provisto de cuatro paneles solares.

El arquitecto Andrés Donoso, director del proyecto, indica que la iniciativa se la desarrolló en dos fases (cuatro años), tiempo en el que hicieron pruebas con fibras de cascarilla de arroz, aserrín de balsa, elementos de mejor comportamiento en la conservación de la energía.

“Se utilizó poliestireno expandido para poder compactar estas fibras y formar una especie de turrón. Entonces este turrón quedó en el medio de estos dos paneles que son la armadura principal del refugio”, explica.

Previo a la fabricación del refugio se trabajó en un prototipo que se lo puso a prueba en el Chimborazo, también fabricado con residuos orgánicos y bambú.

El costo del proyecto es de alrededor de $ 300.000, que fue financiado por la universidad. “El INAE aporta con la logística, es decir todo lo que es la supervivencia allá en la Antártida y los transportes”.

Robinson Vega, director de la Unidad Académica y de Investigación de Ecomaterial de la Universidad Católica, precisa que el refugio está diseñado con sistemas de anclaje al piso para evitar que los fuertes vientos antárticos lo dañen o desprendan.

“La intención del bambú es probar cómo funciona en climas muy adversos; es un material de exploración. Además es parte de la identidad del Litoral y de Ecuador”, destaca Vega.

El objetivo de este refugio es albergar a una o hasta cuatro personas que estén realizando investigaciones y que, por circunstancias anómalas, no puedan regresar a la estación ecuatoriana. Allí tendrán calor y alimento por más de 48 horas.

El investigador César Aguirre viajará en enero para dirigir el armado del refugio y su instalación. “Aquí (Ecuador) se botan los residuos orgánicos, pero nosotros los utilizamos en el proyecto”.

Los paneles solares que tendrá el refugio -dice- serán colocados en la parte externa, más dos baterías en la parte interna. “Servirán para alimentar las baterías que hay adentro, para cargar un dispositivo, para iluminación...”.

Aguirre menciona que este módulo contará además con una cámara GoPro que estará en la parte superior. “La idea es que uno pueda revisar el entorno desde el interior”.

Misión
Otra de las misiones que tienen quienes conforman la expedición XXIV -además del refugio ecológico-, es probar un sistema de energía fotovoltaica renovable.

Según el comandante Juan Carlos Tapia, director ejecutivo del INAE, este sistema se lo instalará en el módulo de laboratorio de la estación ecuatoriana que cuenta actualmente con cinco.

“Va a proveer de energía al interior; será una energía limpia, solar, para poco a poco disminuir el consumo del combustible fósil o del diésel”, señala.

La inversión para esta expedición es de $ 250.000 que forma parte del presupuesto de 2019 del INAE.

Ecuador no cuenta con un buque de investigación científica marina, pero según Tapia, la Senplades ya aprobó su compra en 2020. (I)