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El Telégrafo
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Cada 19 de septiembre suena la alarma en México para recordar el terremoto

El desorden primó en la reconstrucción de la capital mexicana tras sismo de 1985

Rescatistas buscan sobrevivientes en un edificio en ruinas en México tras el terremoto de 1985.
Rescatistas buscan sobrevivientes en un edificio en ruinas en México tras el terremoto de 1985.
Foto: Cortesía
23 de abril de 2016 - 00:00 - Paula Mónaco, corresponsal en México

Cada 19 de septiembre la alarma suena a las 07:19. Hace 30 años los mexicanos repiten el ritual para no olvidar el terremoto más dañino de su historia, episodio que dejó miles de víctimas, pero al mismo tiempo marcó el despertar de la sociedad civil solidaria.

Edificios deshechos, hierros retorcidos, una nube de polvo y montañas de escombro cubrieron las calles en barrios céntricos de la capital aquel 19 de septiembre de 1985, cuando un movimiento sísmico de 8.1 grados la estremeció durante 120 segundos.

Tres décadas después sigue indeterminado el número de muertos. El gobierno reconoció entre seis y siete mil, pero la Comisión Económica para América Latina (Cepal) registró 26 mil fallecidos y organizaciones de damnificados calculan la cifra en 35 mil.

Cayeron cerca de 30 mil viviendas y la destrucción alcanzó también a unos 400 edificios –incluidos 2 hospitales-, de los cuales 152 fueron demolidos porque presentaban daños estructurales.

El Banco Mundial (BM) estimó que las pérdidas ascendieron a $11.400 millones. El 10% de la reconstrucción se cubrió con pólizas de compañías de seguro y el 90% restante entre ayuda internacional y fondos del Estado, que recibió un préstamo del Fondo Monetario Internacional (FMI) por $ 300 millones y 4 créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por $ 508 millones.

Polémica y criticada fue la respuesta del gobierno mexicano. Aunque se encontraba en la capital, el entonces presidente Miguel de la Madrid recorrió la zona afectada recién a las 16:00 –9 horas después del terremoto-; y su primer mensaje a la nación llegó 3 días más tarde. Además, prohibió que las fuerzas de seguridad participaran en tareas de rescate y al comienzo rechazó la ayuda internacional.

El periodista Jesús Ramírez Cuevas recuerda que “la respuesta del gobierno fue tardía, torpe e inhumana”. Relata que el presidente De la Madrid “decretó el Plan DN-III, que alude a control en zonas de desastre, y llevó al ejército al Zócalo (plaza principal), pero al ser la capital del país significaba declinar su autoridad y tuvo que dar marcha atrás. Entonces puso al ejército y a la policía a cuidar la propiedad privada: ni siquiera hacían brigadas de rescate, solo acordonaban edificios para evitar saqueos”.

En contraste con la incompetencia gubernamental, la sociedad mexicana reaccionó de inmediato. En Tlatelolco, un barrio conformado por grandes edificios, “eran cientos de vecinos ayudando. Una cosa muy hermosa fue que se formaron cadenas humanas: los que estaban adentro de los escombros llenaban cubetas para abrir camino a donde se oían las voces y las pasaban de mano en mano. Es increíble, pero media hora después del sismo ya había una organización”, ha relatado Cuauhtémoc Abarca, residente en esa unidad habitacional y después dirigente de los damnificados.

En el estadio de béisbol Parque Delta se improvisó una morgue al aire libre, donde se acomodaban cientos de cadáveres para que sus familiares pudieran reconocerlos. Elena Poniatowska, una de las principales cronistas de la catástrofe, recuerda siempre que aquello era un infierno blanco: olor a muerte y nubes de cal que echaban para retrasar su descomposición.

A pocos meses del inicio del Mundial de Fútbol de 1986, del cual México era sede, el gobierno y los grandes medios pusieron en marcha una campaña para minimizar el problema. Poniatowska ha relatado muchas veces que a los reporteros les dieron la orden de ‘volver a la normalidad’ y dejar de mostrar la tragedia ‘porque era deprimente y contraproducente’.

Tampoco se resignaron los ciudadanos. Ante la falta de soluciones al drama de la vivienda se multiplicaron las organizaciones de damnificados y ocuparon las calles.

Bajo presión, en octubre el gobierno expropió 4.263 predios e inmuebles y dispuso la construcción de 45.000 viviendas en el centro de la ciudad. Después de nuevas protestas, la lista llegó a 60 mil y finalmente hasta 80 mil gracias a envíos de ayuda nacional e internacional directa, con lo cual se concretó el programa de renovación y reconstrucción de viviendas más grande en la historia del país.

Oportunismo financiero, gobierno y poderosos querían aprovechar la catástrofe para ocupar terrenos céntricos tradicionalmente habitados por sectores populares, como el barrio bravo de Tepito, uno de los más emblemáticos de la ciudad. Lo impidió una organización ciudadana que dio frutos: los sobrevivientes permanecieron en sus barrios y sobre las ruinas se levantaron los nuevos hogares, edificios y unidades habitacionales con mejores condiciones. (I)

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El buque Tacna será enviado a Manta

El gobierno y la ciudadanía peruana se movilizan para ayudar a Ecuador

Foto: Ministerio Defensa Perú

La noticia del terremoto que sacudió la costa norte de Ecuador, el pasado sábado 16 de abril, fue replicada inmediatamente en diversos medios de comunicación de Perú. Radio, prensa, televisión y canales de internet han seguido los sucesos desde entonces retratando el drama y la preocupación que sumen a los ecuatorianos.

Los principales periódicos del país, como El Comercio y La República, dedicaron durante toda la semana una sección especial para la información proveniente del norte. Imágenes y descripciones de los momentos que atraviesa Ecuador conformaron el material principal de esa presentación.

Y es que en el imaginario colectivo de los peruanos queda fresca la impresión de los angustiosos momentos vividos en 2007, cuando un terremoto de 8 grados de intensidad sacudió a la población de Pisco, al sur de Lima, dejando a su paso devastación y un saldo final de 596 muertos.

Conscientes de que en momentos como estos la ayuda es vital para precautelar la vida de los afectados, varios frentes en este país han reaccionado de forma inmediata.

El gobierno, por ejemplo, encabezado por el presidente Ollanta Humala, ha enviado, hasta el momento, cerca de 60 toneladas de ayuda humanitaria: unas 40 toneladas apenas ocurridos los incidentes y 20 más en lo que va de esta semana. Medicinas, enlatados, mosquiteros, entre otros, han sido los elementos indispensables en estos envíos. Además, el ministro de Defensa, Jakke Valakivi, ha asegurado la disponibilidad del Tacna, un buque multipropósito y 3 helicópteros para su uso en el Ecuador. En los primeros envíos se incluyó además personal de rescate y algunas unidades móviles del cuerpo de bomberos, que trabajan en las zonas afectadas de Manabí.

Valakivi destacó la importancia del buque logístico Tacna, que transportará combustible entre la refinería de Esmeralda y el puerto de Manta, así como agua potable.

La nave tiene, además, personal médico, medicinas e instalaciones para atender y hasta operar y hospitalizar heridos, indicó la tripulación, y se desplazará entre las poblaciones mencionadas.

El Ministro señaló que los 3 helicópteros y sus tripulantes serán puestos a disposición de las autoridades ecuatorianas, para operar en lo que sea necesario. Uno de los titulares aparecidos esta semana en la prensa peruana rezaba: “Somos hermanos, lo hemos sido siempre”, y era ilustrado por las decenas de cajas con medicina que fueron destinadas para paliar la crisis originada por el terremoto.

En Lima, la embajada ecuatoriana activó el Plan Fuerza Ecuador, a través de las gestiones realizadas con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en el Perú, que incluye la apertura de dos cuentas bancarias, una en soles y otra en dólares, para recaudar donativos que serán destinados a los afectados por el terremoto. José Sandoval, embajador del país, mencionó la “oportuna y generosa respuesta” del pueblo peruano frente a esta crisis.

Además, se logró que más de una veintena de centros comerciales se agruparan bajo la iniciativa “Nos unimos para ayudar”, a partir de la que se recaudarán agua, ropa y alimentos no perecibles para destinarlos a Ecuador.

Los terremotos, que en Sudamérica han causado más de 1.500 muertos desde 2001, activan además una serie de respuestas ciudadanas que reflejan el grado de unidad de los pueblos. Esa solidaridad demostrada con Ecuador ha sido resaltada en la información emitida en Perú.

Al finalizar la semana, Unicef Perú anunció el inicio de su campaña nacional para recolectar fondos que serán destinados al trabajo con niños afectados por el terremoto en Ecuador.  

El embajador Sandoval agradeció la “ayuda generosa, oportuna y masiva” de Perú a su país, la cual, dijo, “refleja los vínculos de hermandad y las buenas relaciones bilaterales”. (I)

Por Víctor Vimos, corresponsal en Lima

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