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Nuestros padres también tienen relaciones sexuales

Nuestros padres también tienen relaciones sexuales
24 de enero de 2016 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Aunque la sexualidad es innata al ser humano, son pocos los hijos que aceptan con agrado que sus padres mantengan relaciones sexuales con cierta frecuencia.

En muchos casos, consideran que si estos tienen relaciones íntimas, seguramente, son casi inexistentes y carentes de placer. Lo que explica esta aparente negación de la sexualidad en los progenitores es lo que los psicólogos denominan ‘idealización extrema a los padres’. Llevados por este sentimiento, los hijos tienen dificultades para aceptar que sus padres puedan practicar sexo como cualquier ser humano.

La psicóloga Cecilia Castelnuovo considera que antes de hablar del tema de la sexualidad siempre es necesario contextualizarlo desde el punto de vista cultural. “Toda realidad es medida desde el marco de la cultura, desde las costumbres, creencias, de lo que se estila y no se estila. En este contexto, hay elementos muy contradictorios: por un lado hay un gran curuchupismo respecto a la sexualidad como pecaminosa, anormal y patológica y por otro es hiperlaxa con otros temas. Existe una doble moral, porque mientras muchos se horrorizan por temas relacionados con el sexo, por otro lado, ven con buenos ojos otras muestras de sobreerotización, como el perreo, por citar un ejemplo”.

Para Castelnuovo, al interior de los hogares hay, en muchos casos, una visión tortuosa de la sexualidad, en lugar de ser concebida como placentera, gozosa y desarrolladora. De hecho, al ignorar el tema de la sexualidad se crea una suerte de oscurantismo. De ahí que la sexualidad continúe siendo un tema tabú, aunque la actual sea la era de la información y el conocimiento, este tópico aún resulta incómodo de tratar.

“A veces somos hipermodernos, incluso rayando en lo neoyorquinos, y en otras ocasiones, somos muy franciscanos. Hay una desfase entre estas 2 realidades y, por eso, me parece, no les damos a los chicos herramientas para que aprendan, para que pregunten, para que duden y que, al mismo tiempo, puedan reconocer al otro (los padres u otras personas) con sus necesidades afectivas, sexuales”.

Según esta psicóloga argentina, que vive desde hace 18 años en Ecuador, los hijos tienen la necesidad de asexuar a los padres, porque les resultan muy conflictivos y traumáticos los vínculos que puedan establecer papá y mamá.

En realidad, la proximidad del vínculo y la cercanía de la relación amorosa de los hijos con los padres requiere ciertos límites que tienen relación con la fantasía. “Hay que protegerse de la activa vida sexual de los padres, negándola. Hay hijos que podrían decir: mi madre es una santa, ella no”.

Por salud mental —afirma— muchos hijos prefieren no sentirse inmiscuidos en este tema, porque no han logrado liberarse de todo el peso cultural de que la sexualidad es concebida como pecaminosa y reprobable. Lo que resulta contradictorio es que mientras “la mamá es preservada de la sexualidad, ella sí usa jeans apretados y escotes hasta el pupo. Estructuralmente no han cambiado los conceptos sobre la sexualidad y, principalmente, al interior de la familia”.

Según un artículo publicado en la revista Quo, en el transcurso de la vida, cuando los seres humanos maduran, se produce la aceptación intelectual y la negación emocional de la sexualidad de los padres, lo cual se explica de 2 maneras.

La primera es la pervivencia del egocentrismo adolescente que hace que, cuando se inician en la sexualidad, los jóvenes crean que han hecho un descubrimiento único y que, aunque sus padres también lo hicieran en su tiempo, la sexualidad de hace años no se puede parecer a la que ellos experimentan.

Aunque a los hijos les resulte inconcebible que sus padres puedan tener un sexo satisfactorio, hace un par de años se divulgó una investigación de la empresa Durex sobre comportamientos y actitudes sexuales a escala mundial que revela que con la edad el sexo no termina.

Según este informe, quienes se ubican en la franja de 16 a 20 años reportan 89 encuentros sexuales, una cifra inferior a los 113 de la gente de entre 25 y 34.

A partir de los 45 se suelen tener unas 67 relaciones sexuales al año, cifra que no dista mucho de la media general de 96.

En cuanto a los varones todavía mayores, el 62% de entre 66 y 71 años son activos sexualmente y aseguran realizar el coito una vez al mes, una actividad que mantiene el 20% de los que llegaron a 90 años.

Para Santiago Frago, director médico del Instituto de Sexología Amaltea de Zaragoza, estos datos no deberían sorprendernos: “Si durante la juventud se ha mantenido una vida sexual activa y satisfactoria, continuará así a medida que se envejece, por supuesto, siempre y cuando la salud lo permita”. El psiquiatra ecuatoriano Enrique Aguilar indica que para crecer libres de complejos sobre el tema, hay que educar a los hijos desde que son pequeños.

“Si uno les dice a los niños que los padres se aman y necesitan mantener expresiones de amor entre ellos y que esas expresiones deben ser íntimas, hay mayor facilidad para aceptar con naturalidad las relaciones sexuales de nuestros progenitores”.

Según Aguilar, hay familias en Ecuador en las que la sexualidad se asume sin tapujos, pero todavía son pocas y cita el caso de Brasil, donde este tema tiene una mayor apertura. Por ejemplo, en este país sudamericano, según relata, a los niños y niñas no los bañan por separado.

“El objetivo es que puedan ver los genitales del otro y sepan que los suyos y los de sus hermanos son diferentes”. Por otro lado, al referirse al tema de la idealización de la madre, en el sentido de que esta no puede tener deseos sexuales, indica que esto es muy fomentado por la doctrina católica.

“Esta doctrina siempre considera la pureza de la madre y a veces los niños idealizan a la madre como una persona absolutamente pura. Incluso algunos hijos adultos y aquello les trae problemas para aceptar realmente la posibilidad de que pueda tener relaciones”.

Cuando los padres nunca han hablado de sexualidad abiertamente con sus hijos, podrían retomar esta conversación cuando ellos están en una edad adulta. “Es vital que retomen esa conversación, sino lo hicieron cuando sus hijos eran niños. Incluso esto le puede servir al joven para sacar conclusiones sobre su futura vida sexual”. En un artículo publicado en el diario The New York Times, se manifiesta que el no poder hablar de sexo ni siquiera con la propia pareja o alterarse cuando alguna escena erótica aparece en la pantalla del televisor son apenas signos de negación del ser sexual y eso es lo que hacen muchos padres con respecto al tema, cuando los hijos están cerca.

Todos los humanos desde el nacimiento vienen provistos de la disposición al apetito carnal, pero algunos consideran esta parte de su naturaleza como algo a negar o reprimir. Esa conducta repercutirá en la autoimagen sexual que cada uno desarrolle y en la vida de pareja que elija. Quien no sabe cómo manejar su ser erótico y lo evade, niega o reprime, vivirá experimentando la sensación de que no puede alcanzar la felicidad.

Lo más preocupante, según los advierten varios sexólogos, es que muchos hogares son ‘asexuados’, es decir, nunca se habla del tema y si por algún motivo, alguien aborda el tema, los padres lo acallan o simplemente cambian de conversación.

Esta clase de restricción provoca vergüenza y este sentimiento, muchas veces, obliga a evadir el tema de su propia sexualidad y mucho más la de los padres.

Para la cuencana Silvia Guevara, médica sexóloga, todo radica en el tema de la educación y la comunicación familiar.

Cuando padre y madre han abordado el tema con naturalidad, sin sonrojarse, sin hablar con medias palabras, entonces los hijos no tendrán ningún problema en aceptar su propia sexualidad y la de los otros, incluidos sus padres.

Además, sostiene, que en sociedades machistas, como la nuestra, todavía persiste la figura de la mujer virgen como aquella persona buena y, sobre todo, ‘decente’ y la que no lo es. “La mujer decente (la madre de familia) no tiene deseos carnales y tampoco puede sentir placer. Es difícil cambiar estas percepciones, porque hemos sido criados con estos parámetros”.

Según Guevara, todavía hay muchos padres que creen que hablar de sexualidad abiertamente con los hijos es incitarlos a mantener relaciones sexuales a edades tempranas, lo cual revela un desconocimiento total sobre educación sexual. “Hay que superar estas creencias para vivir la sexualidad de una forma integral y sin culpas”.

En este ambiente de restricción, provoca vergüenza y culpa en el niño y se extiende hasta la etapa de enamoramiento a la cual llega apenado, inhibido, temeroso.

Un ejemplo común de estas limitaciones que se da, con regularidad, al interior de los hogares, es impedir, a toda costa, que el niño o joven vea escenas eróticas y amorosas, en la televisión.

En la cama

El concebir a la vida sexual como un simple medio de reproducción, porque así lo dictan los cánones religiosos o filosóficos, es uno de los motivos que conducen hacia la represión del ser sexual.

Hay padres de familia que sí consideran a la sexualidad como un hecho natural y la incluyen en sus conversaciones familiares. Ofrecen un clima de confianza y aceptación en este tema.

Los sexólogos son partidarios de incluir alguna pregunta de carácter sexual a la hora de comer o en las reuniones familiares, sin rechazo. Esta conducta paterna alienta en el hijo la confianza en sí mismo y con sus padres.

El considerar que los padres no pueden mantener relaciones sexuales es ignorar, o aún peor, rechazar la sexualidad como parte integral del ser humano.

Vivir sin miedos

Las personas mayores no tienen por qué olvidarse del sexo

Muchas personas piensan que cuando las personas superan la barrera de los 50 años tienen que olvidarse del sexo y vivir los últimos años de su vida tratando de compartir otros placeres con su pareja. Pero una reciente encuesta desarrollada en Estados Unidos arroja por tierra estas creencias. Algunos de los resultados que se conocieron revelan otra realidad a la hora de hacer el amor. Más de la mitad de las personas del grupo, entre los 50 y los 60, que se encontraban sexualmente activos informó tener relaciones sexuales al menos una vez a la semana, lo cual contradice las falsas creencias.

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