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Tantos, tan distintos: Day-Lewis, a punto de romper una marca

Tantos, tan distintos: Day-Lewis, a punto de romper una marca
18 de febrero de 2013 - 00:00

Parece inevitable: en todas las ceremonias de premiación cinematográfica que preceden al Oscar (Globos de Oro, Bafta, SAG), Daniel Day-Lewis fue siempre el ganador indiscutible a la estatuilla al mejor actor por su interpretación de Abraham Lincoln, en la película sobre los últimos meses de la vida del 16to. presidente estadounidense, dirigida por Steven Spielberg.

Ya sus dos Oscars anteriores lo atestiguan: Day-Lewis se hizo notar hace años. Al inicio tuvo roles como extra; luego, secundarios en películas y series para televisión, como Domingo, maldito domingo (Sunday, bloody sunday, 1971), donde no llegó a aparecer en los créditos.

En los 80, maduró rápidamente como actor de cine. En 1982, tuvo un breve papel en Gandhi, donde hacía de Colin, un joven que abucheaba en la calle al Mahatma. Actuó en dos películas en 1985: Mi hermosa lavandería (My beauty laundrette), donde personificó a un joven inglés que mantiene una relación homosexual e interracial con un descendiente de migrantes paquistaníes, y Una habitación con vistas (A room with a view), donde hace del prometido de una chica de alta sociedad, interpretada por una joven Helena Bonham Carter.

En 1988, obtuvo el papel de Tomás en La insoportable levedad del ser (The unbearable lightness of being) -adaptación de la novela homónima de Milan Kundera-, dirigida por Phillip Kauffman, que supuso su primer protagónico.

El personaje, que compartía escena con la francesa Juliette Binoche (Tereza) y la rusa Lena Olin (Sabina), fue un reto más allá del hecho de ser su primer rol principal: En la novela del escritor checo, Tomás tenía mucho éxito con las mujeres, tanto que llegó a acostarse con más de 200, pero es poco o nada lo que se dice acerca de sus cortejos, más allá del imperativo "Take off your clothes" (Quítate la ropa). Day-Lewis tuvo que construir a su propio seductor que muerde manzanas.

Después de esas tres apariciones que daban cuenta de un actor involucrado, vino su papel en Mi pie izquierdo (My left foot, 1989), donde era  Christy Brown, un pintor y poeta que padecía de triplejia y no podía usar más que su pie izquierdo.  Fue su primer Oscar.

Ya en ese tiempo hablaba de su necesidad de crear un ambiente particular y alcanzar un ritmo propio de su personaje previo a embarcarse en una película. Es que Day-Lewis es conocido y reputado por la forma en que se involucra con sus papeles. Tanto, que en una ocasión estuvo por semanas aislado en un remolque en medio del desierto, antes de su papel en Petróleo Sangriento (There will be blood, 2007), su segundo Oscar.

Durante el rodaje de Lincoln, se metió tanto en el rol del decimosexto presidente de Estados Unidos, que se negaba a conversar con los británicos del equipo de producción para no enfrentarse a la tentación de hablar el inglés como los ingleses, luego de todo lo que le costó lograr su acento de Kentucky.

La década de los 90 fue algo más discreta, en términos de galardones. Hizo el papel principal en El último de los mohicanos (1992) y en En el nombre del padre (1993), dirigida por Jim Sheridan, una película basada en hechos de la vida real, en que Day-Lewis era Gerry Conlon, acusado de pertenecer al movimiento paramilitar irlandés IRA, y de matar, junto a tres amigos, a cuatro militares británicos fuera de servicio. Fue entonces que se nacionalizó irlandés. Y dijo que "hay una característica salvaje de Irlanda que coincide con la soledad absoluta".

En 1996, protagonizó El crisol y en 1997, El boxeador. Y sí, entrenó box para poder hacer del púgil Danny Flynn en su segundo trabajo con Jim Sheridan, donde nuevamente se hablaba del IRA: su personaje termina involucrado con la facción provisional de ese movimiento.

A finales de los 90, se tomó un tiempo de descanso. Luego llegaron 3 papeles enormes, y en películas ambiciosas, por decir lo menos. Fue Bill Cutting, el carnicero, en Pandillas de Nueva York (2002), un tipo sanguinario que lidera a un grupo que se hace llamar los nativos, al que se le opone Amsterdam Valloon (Leonardo Di Caprio), hijo del líder de los conejos muertos (Liam Neeson), a quien el propio carnicero había asesinado.

A diferencia de lo que sucedió en los SAG Awards (premios del Sindicato de Actores de Hollywood) y los Bafta (galardones de la cinematografía en Inglaterra), el Oscar se le escapó por su interpretación del Carnicero Bill, un papel  brutal. En todas sus acepciones.

Participó en La balada de Jack y Rose (2005), antes de Petróleo Sangriento, de Paul Thomas Anderson, inspirada en la novela Oil (1927), de Upton Sinclair. Ahí, interpretó a Daniel Plainview, el estereotipo del nuevo rico. Un sujeto que se volvió acaudalado al encontrar petróleo a inicios del siglo XX. Y con la riqueza, y con el petróleo, llegaron a su vida la corrupción y la violencia. Fue una avalancha de premios para el angloirlandés (¿oxímoron?).

En 2009 actuó en Nine, adaptación del musical de 1982 del mismo nombre, inspirado a su vez en la película 8 ½ (Otto e mezzo) de Fellini, quien no se había negado a que se basaran en su historia, pero sí a que le pusieran el mismo nombre.

La película tuvo un elenco privilegiado: junto a Day-Lewis estuvieron Nicole Kidman, Penelope Cruz, Marion Cotillard, Judi Dench y Sofía Loren, pero terminó siendo un fracaso en la taquilla y tuvo por lo general críticas negativas de los medios especializados.

Es necesario entender que el halo de Day-Lewis se construye también a partir de los papeles que no hizo. A lo largo de su carrera ha participado en menos películas de las normales para un artista tan aclamado. Siempre se caracterizó por ser un actor selectivo. Ha dejado ir papeles de gran envergadura.

Sobre La insoportable levedad del ser, dijo que siempre se preguntó si había sido un error aceptar el papel, "pero Dios nos ayude si esa es una razón para no hacerlo".
Se negó a interpretar en Filadelfia (1992) a Andrew Becket, abogado con VIH que lucha por recuperar su trabajo -y su dignidad-, tras ser despedido por ser sero positivo (el personaje que le dio el Oscar a Tom Hanks en 1993). Tampoco aceptó ser Aragorn en la exitosísima saga de Peter Jackson, El señor de los Anillos, que en 2004 se convirtió en la más oscarizada de todos los tiempos. Sí quiso, en cambio, hacer el papel de Vincent Vega en ‘Pulp Fiction’ (1996). Al final, Quentin Tarantino terminó rodándola con John Travolta.

Al papel de Lincoln le dijo 3 veces que no, explicando que no quería deformar la imagen del ex presidente que abolió la esclavitud. Y es necesario comprender que la caracterización del siempre diplomático Lincoln, personaje de un discurso tan potente como parsimonioso -siempre con el acento de Kentucky-, convierte a Day-Lewis en el punto aparte de una película cuya realización peca de ser demasiado políticamente correcta, lo que se vuelve evidente con el contraste afortunado del estreno de ‘Django sin cadenas (Django Unchained), donde se habla también de esclavitud, pero desde una visión -por decirlo de alguna forma- más libre.

Cuando por fin aceptó ser Lincoln, puso la tensión necesaria a una historia que por momentos se vuelve lenta (tal vez por eso fue Argo, de Ben Affleck, la ganadora en los Bafta). La interpretación de Day-Lewis es pieza clave de la película que hoy aparece como la más nominada a la 85 edición del Oscar cuya ceremonia se realiza este domingo.

Nacido en Londres y nacionalizado irlandés, a Day-Lewis lo identifican como un actor judío, pese a que consta en la lista de celebridades agnósticas de Hollywood. Ese sentido de pertenencia inconstante hace clic con su carrera, donde ha sido tantos sujetos tan distintos, con una habilidad prodigiosa para adaptarse a los acentos, cargando casi siempre esa misma maestría que  le ha valido el runrún que lo califica como el mejor actor de su generación.

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