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El Telégrafo
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“Se mira a Europa y no entre nosotros mismos”

“Se mira a Europa y no entre nosotros mismos”
14 de mayo de 2013 - 00:00

14-05-13-cultura-senioraEscritora, traductora y editora, Gabriela Adamo ocupa desde febrero de 2011 el cargo de directora ejecutiva de la Fundación El Libro. Eso la convierte en la mujer detrás de la organización de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.

En pleno predio de la Sociedad Rural Argentina, mientras alrededor bulle la edición 2013 del evento que ocupa todo su tiempo desde el 25 de abril pasado, Adamo dialoga con El Telégrafo. Hace balance de su gestión, detalla las novedades presentadas este año, la articulación con otras ferias similares en diferentes países y los proyectos que tiene para el futuro del encuentro porteño. “Creo que hay cosas que se han logrado, pero todavía tenemos un largo camino por recorrer”, admite.

¿Qué análisis hace de sus dos primeros años como directora de este evento?
Los veo como una experiencia muy intensa, muy enriquecedora desde lo personal, en la cual pudimos poner en marcha una serie de cambios. En una institución tan grande, de tantos años, tan exitosa como es la Feria del Libro, cuando uno quiere hacer cambios tiene que hacerlos con cuidado, calculando muy bien para no desarmar ni romper nada de lo que está funcionando. Entonces lo que nosotros nos ponemos como objetivo ahora, y en torno a lo que estuvimos trabajando estos dos años, es en recuperar el libro como eje de todas las actividades de la feria.

Poco después de asumir en su cargo, usted señaló que su gestión tendría tres ejes: internacionalización, profesionalización y visibilidad de la feria. ¿En qué estado de situación se encuentra cada uno de estos ejes en este momento?
Esta cuestión de internacionalización, profesionalización y visibilidad era, quizás, lo que yo más veía como falencia desde el lado del trabajo editorial. Y eso se concentra en las jornadas profesionales. Antes de abrir al público, tenemos tres días donde sólo se recibe a libreros, editores, bibliotecarios, distribuidores, traductores, ilustradores, todos los que hacen el libro. Ahí es donde se tenía que trabajar muy fuerte, en la capacitación del sector editorial. Para tener incidencia en cómo son los libros, porque mejores libros van a tener más lectores. Y también para traer a muchos de los grandes popes del mundo editorial internacional acá, para que se conozca la edición argentina y para alimentarse mutuamente. Pero lo que decía antes tiene más que ver con la otra feria, porque en realidad son tres ferias en una: están las jornadas profesionales, la gran librería y el festival literario, en el cual hay más de 500 actos y conferencias en las salas y en otros lugares.

¿Y de qué forma convergen internamente esas ferias, para atender tanto a un lector “masivo” como al lector más “académico” o “refinado”?
Es muy difícil, sobre todo en la comunicación. Porque yo decía que la feria es “tres en una” pero en realidad es “un millón en una”, si se quiere. Sobre todo en la programación cultural. El contexto, en general, parece más atractivo para el público masivo, que en su vida se acercó a un libro y viene a pasear. Creo que ahí es donde tenemos más trabajo para hacer, donde tenemos el gran desafío de que esas personas que vienen a pasear un rato, se vayan con el bichito de la lectura dentro.

Para los otros lectores, por supuesto, también somos un lugar importante. Empezando por la cantidad de libros: hoy en día sabemos que las librerías pueden mostrar una cantidad limitada de títulos; pero acá en la feria está todo, porque las editoriales vienen con sus fondos completos y además están los libros de las provincias, los stands y los libros de Chile, de Paraguay, de Uruguay o de Colombia, que de otra forma son muy difíciles de conseguir. Creo que hay para oferta para todos. Aunque una cuestión básica tiene que ver con la organización de cada uno, porque cada año se marca con más fuerza esto de venir todos juntos el último fin de semana. Y ahí sí, la verdad que si uno es un lector empedernido le da un ataque, no quiere volver nunca más. Pero si hubiese venido la primera semana estaba en la gloria, porque habría podido pasear tranquilo por 45 mil metros cuadrados llenos de libros. Ese es otro de nuestros desafíos: comunicar las cosas con un poco más de eficacia para lograrlo.

¿Cómo resolvieron el desafío de internacionalizar la feria?
Yo creo mucho en las acciones que se sostienen en el tiempo. Para internacionalizar realmente la feria, lo que está funcionando es lo de la ciudad invitada, que incorporamos este año con Ámsterdam. Porque eso obliga a las industrias de ambos países -a las editoriales, a las librerías, a la prensa, a los autores- a enterarse de lo que está haciendo el otro y a ver cómo podemos trabajar juntos. El programa de Ámsterdam fue exitosísimo, aunque vinieron autores casi desconocidos. Los holandeses descubrieron que acá hay una industria editorial muy rica, que traduce mucho, y a la vez vieron un mundo que no conocían. Entonces también supongo que esto logrará que algunos autores sudamericanos sean traducidos en Holanda. Pasa lo mismo con el diálogo de escritores latinoamericanos, que uno sabe que va a pasar y permite estar todo el año pensando en eso. Uno puede trabajar mejor sobre esta franja de coherencia y sostenibilidad.

¿Cuál será la ciudad invitada de honor en 2014?
San Pablo. La intención es ir y venir entre un país de Latinoamérica y otro del resto del mundo. Y en San Pablo quizá  el desafío va a ser distinto. Somos ciudades mucho más parecidas; con industrias, problemáticas y públicos más similares; con la gran divisoria del idioma que hace que, en América Latina, Brasil sea como otro mundo. Por eso creo que ahí habrá otros desafíos, otros problemas, otras soluciones y un montón de puntos a favor que marcarán una presencia muy fuerte.

En este mismo aspecto, ¿qué tipo de articulación o de acciones conjuntas desarrollan con otras ferias de la región?
En general, en las ferias pasa lo mismo que en casi cualquier tema: se mira a Europa, se mira a Estados Unidos y se trata de aprender de ahí en lugar de mirarnos entre nosotros. En ese sentido, el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (Cerlalc), que depende de Unesco, hace dos años puso en marcha una iniciativa que es una reunión anual de ferias de América Latina. Y la verdad es que resultó interesantísimo, porque tenemos problemáticas parecidas.

Hay situaciones distintas, pero las coyunturas de los países son muy semejantes. Este año la reunión será en Santiago de Chile. Creo que hay muchísimo para aprender y para enriquecer. De hecho, en el primero de esos encuentros se gestó el Diálogo Latinoamericano de Directores de Ferias del Libro, porque surgió como un problema esta cuestión de que los libros circulan con mucha dificultad, y nos preguntábamos qué papel puede jugar una feria para promover esta circulación. Entonces empezamos con Chile y Argentina. Por ahora no se sumaron más ferias. Ojalá lo hagan.

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