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El Telégrafo
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Ovación, memorias y música en puesta en escena de Casanova

Ovación, memorias y música en puesta en escena de Casanova
01 de septiembre de 2012 - 00:00

Las variaciones de Giacomo empieza con una actuación casi desganada de Casanova, interpretado por John Malkovich, quien ha ayudado a despertar el interés por acudir a la ópera en el Teatro Sánchez Aguilar; porque, vamos, la noticia ha sido que un actor de Hollywood está en el país.

Pero todo está bien, esa “actuación desganada” es parte de la treta: El público ha creído que Malkovich acababa de sufrir un derrame, y que el poco brío demostrado en los primeros segundos desembocan en una caída -magistral, eso sí- que engaña a todos. O a todos los que no leyeron el programa de mano, en el que se explicaba cómo sería una de las partes más intensas de la obra.

La ópera está  basada en la vida del escritor Giacomo Casanova, ambientada en el siglo XVIII por mandato del rococó imperante. Durante la caída, además de la bien fingida preocupación de la orquesta de Viena, al escenario asoma una camilla más que contemporánea. Y ahí el acto ya se ve fatal. Pero entonces entra Sophie Klussmann, la preciosa soprano, vestida de enfermera, con una sonrisa que la audiencia correspondió con carcajada. Así empieza la obra que el Sánchez Aguilar ha declarado como su mayor puesta en escena. Quien quiera sorprenderse al asistir al teatro, tal vez no debería leer este artículo.

La orquesta, dirigida por Martin Haselböck, inauguró la nueva fosa del teatro interpretando composiciones de Mozart y Lorenzo da Ponte, como Don Giovanni, Las bodas de Fígaro y Cossi fan tutte. Y es la música, en contubernio con las memorias de Casanova, las que hilan la historia y la variación de los actores en el escenario.

A diversos temas, atemporales todos, se aproxima Michal Sturminger, director de la ópera que a la prensa española aseguró que la obra fue escrita a partir del actor y no al revés, como se acostumbra.

En la obra, a Casanova se lo ubica como el septuagenario que había ya inventado el título nobiliario de Chevalier de Seingalt, convertido en el bibliotecario del Conde de Woldstein, su anfitrión. El título ficticio pone en tela de duda la validez de las estructuras sociales, cuando Casanova cuenta que alguna vez el Káiser le había comentado que le daba risa toda esa gente que compra títulos. “A mí lo que me da risa es la gente que tiene que venderlos”, reflexionó el protagonista.

Poco después del “derrame”, mantiene el personaje un encuentro con Donna Elvira (interpretada por la actriz Ingeborga Dapkunaitke), una mujer que se fascina por su fama de seductor y ha llegado a casa del Conde de Woldstein con la firme intención de conocer las memorias. Casanova duda sobre la publicación del libro, esgrimiendo entre sus argumentos el conocido “un caballero no tiene memoria”.

Más adelante le plantea a Donna Elvira que le dejará leer las memorias si ella es capaz de enamorarlo, evidenciando un estado patético de vacío emocional, o la reafirmación de la astucia del casanova. “Cada vez que le he dicho a una mujer que la amo, en ese momento era cierto”, remata magistral.

La puesta en escena presenta una interesante coexistencia entre los actores con el barítono (Florian Boesch) y las sopranos (Sophie Klussmann en el debut, Kristen Blaise la noche de ayer). Cada intervención, cada nueva composición, se produce durante el relato de una memoria, lo que excusa a Malkovich de cantar. Y es que “Las variaciones de Giacomo” ha llegado a Ecuador después de una fuerte crítica en España y Australia por el canto lírico no  profesional del actor, quien ha dicho que si tiene voz puede usarla para cantar.

Y sí que tiene arrestos para hacerlo: todo termina con un canto del propio Malkovich, que por lo demás ha hecho un gran papel, pese a que la historia se torna -a ratos- confusa. Bien por el público: Pese a que por momentos la historia no lograba mantener la atención sobre la obra, las apariciones de Boesch y Klussmann fueron impecables.

Así, las variaciones de Giacomo les ha valido un sostenido aplauso en la primera de las tres presentaciones en el Teatro Sánchez Aguilar, que no se llenó por completo. La última será hoy, a las 20:30. Si aquella ovación se ha debido a lo buena que ha estado la ópera o a una imperiosa necesidad de demostrar lo capaces que somos de “expresar” sensibilidad artística, eso es otro tema.

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