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“Olmedo debería ser recordado esencialmente como poeta”

“Olmedo debería ser recordado esencialmente como poeta”
21 de noviembre de 2013 - 00:00

José Joaquín de Olmedo, el prócer-poeta, volvió. Su poema épico Canto a Bolívar, en la voz de 4 escritores, lo puso a la vista de todos la noche del pasado martes, en la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Guayas, en Guayaquil. Allí se presentó una reedición del reconocido texto del poeta porteño.

Enrique Ayala Mora, rector de la Universidad Andina Simón Bolívar (UASB), reafirmó la vigencia del pensamiento olmedino que concebía a la patria no desde ‘lo local’ (Guayaquil) sino ‘como el Ecuador’ y, aún ‘más allá desde nuestra América’. También citó al Olmedo pedagogo, por el texto Alfabeto para un niño,el que -dijo- es una apuesta de educación cívica.

“Gloria más no reposo”, evocó el poeta Marcelo Báez, para pedir que no se deje descansar la figura de Olmedo, el poeta decimonónico más importante del Ecuador. El poeta Raúl Vallejo y el escritor Fernando Iwasaki fueron los encargados de la introducción y prólogo, respectivamente, de la publicación.

Sin embargo de ser considerado como el poema mayor de su época (fue publicado por primera vez en 1825), Canto a Bolívar nunca había sido publicado en España. En 2012 la UASB hizo una primera edición en ese país.

El libro fue presentado en Guayaquil y corresponde a una segunda publicación, editada por la Universidad Andina Simón Bolívar con la colaboración de la española Ediciones Doce Calles y la Corporación Editora Nacional de Ecuador.
Báez afirmó que, aunque existió una primera publicación en Guayaquil en 1825 con algunas erratas, al año siguiente se publicó en Londres la versión definitiva, mientras Olmedo cumplía allí una misión diplomática. Luego este poema fue publicado en Francia y en algunos países latinoamericanos. No obstante, como nunca antes había sido editado en España, aquello implicó un logro del poema que, como dijo Báez, nunca fue dejado de citar pero siempre fue omitido, quizá porque el gran tema del canto fue una derrota militar española.

En el libro Olmedo estadista y poeta americano, cantor de Bolívar (1904), del doctor Víctor Manuel Rendón, publicado en francés, se presenta una biografía completa de Olmedo que va intercalando cada poema según la década que le tocó vivir. Cuenta también con un capítulo dedicado a Bolívar, donde se recogen citas de Chateaubriand sobre el ‘Libertador’ (incluso lo compara con Napoleón). Pero el aporte del libro de Rendón, señala Báez, es la publicación del poema La victoria de Junín, con 65 anotaciones al pie de página. Unas notas son tomadas de la edición londinense y aparecen consignadas entre paréntesis, como notas de Olmedo (cuando el caso lo amerita); las otras son de autoría de Rendón. Ambos anotadores hacen que el poema aparezca ricamente contextualizado. 

Aunque era uno de los secretos mejor guardados de la poesía épica en lengua española, Iwasaki recuerda, dijo Báez, que grandes autoridades filológicas como Andrés Bello y Menéndez y Pelayo solo tuvieron opiniones laudatorias sobre el ‘Canto’. Pero el gran aporte de Iwasaki -siguió Báez- es haber hallado una fuente importante de Olmedo en Manuel José Quintana.

El contrapunto es fundamental para entender cómo el bardo guayaquileño se nutrió de las odas marciales de este importante poeta español. Iwasaki sorprende en su prólogo al citar la tesis de bachillerato del poeta César Vallejo, en la que abundan líneas encomiables sobre el poeta guayaquileño.

Raúl Vallejo, en cambio, analiza la correspondencia entre el ‘Libertador’ y el poeta. A través de esas cartas, él sigue el proceso de creación poética en el que Olmedo hizo participar a Bolívar. Estudia los elementos líricos de la épica olmedina. Esto lo lleva a concluir que La victoria de Junín es la piedra angular de la épica americana y que Olmedo, como cantautor de la independencia, contribuyó quizá a la mitificación temprana de una figura política.

El aporte de Vallejo no se quedó solo en lo literario, señaló Báez. El libro cierra con una cronología que es un catálogo razonado de una vida y una obra trascendentales.

VALLEJO: FUE EL CANTAUTOR DE LA INDEPENDENCIA

El poeta Raúl Vallejo realizó un estudio introductorio, cronología, selección de cartas y cuidado del texto que se presentó la noche del martes pasado en Guayaquil.

“Quisiera hacer una reflexión sobre Olmedo, como autor de una nación en la política y en la palabra.

No basta con el hecho de que un conglomerado humano imagine una nación, para que exista una comunidad”, apuntó.

“No basta tampoco con el dominio político de una clase social particular, empeñada en convencer al resto de la sociedad acerca de su idea de nación, para que esta nación exista. Ni siquiera basta con poseer un territorio que se considera propio, que se defiende de enemigos reales o supuestos, que se habita, para que la nación tenga existencia”, acotó.

Según Vallejo, “la construcción de una nación es un proceso que requiere de todo lo anterior. Y además el afianzamiento en el espíritu de la comunidad de una tradición heroica y otra literaria, que configuren una historia que devenga verdad de consenso en tanto real es la nación que la cobija”.

E hizo una evocación: “El prócer y poeta guayaquileño José Joaquín de Olmedo, autor de uno de los poemas fundacionales de la literatura hispanoamericana -La victoria de Junín, Canto a Bolívar; diputado en las Cortes de Cádiz; primer vicepresidente del Ecuador-, escribió un didáctico Alfabeto para un niño -menor en términos literarios pero pertinente en lo cultural- que sirve para comprender el pensamiento que él proponía sobre la actitud cívica que debían tener los habitantes de esto que era un país en ciernes. ‘El Alfabeto’ abre con la palabra amor, pero amor de patria: ‘amor de patria comprende, cuanto el hombre debe amar, su Dios, sus leyes, su hogar, y el honor que los defiende’. En la cuarteta están señalados los elementos principales que, según este escritor civil, son necesarios para la construcción de la nación”.

Vallejo afirma que Olmedo, al mismo tiempo que fue un escritor fundacional, al escribir el Canto a Bolívar realizó una gesta heroica de su presente, dotándola de una tradición histórica que incluyó también a los pueblos originarios.

Asimismo fue parte fundamental de la construcción de un territorio que requería una historia de sí para presentar una imagen, una identidad diferenciada del resto de América y al mismo tiempo imbricada en nuestra América de un territorio que requería de una historia...

LA OBRA INAUGURÓ UNA TRADICIÓN POÉTICA

Fernando Iwasaki no se contuvo en elogios con la obra presentada. “Cuando me pidieron prologar el Canto a Bolívar, me pregunté por qué a mí... Soy peruano. Pero debo decirles que mi abuela fue ecuatoriana. Esta herencia acicateó mi curiosidad por investigar desde otras aristas al gran autor ecuatoriano. José Joaquín de Olmedo fue prócer y además poeta, dos vocaciones de convivencia difícil, ya que una termina siempre devorando a la otra. Aunque Olmedo es una figura importante para la historia de la literatura latinoamericana, mi propósito es ponderar su importancia para la literatura latinoamericana a secas -que no es lo mismo ni se estima igual-, pues La victoria de Junín, Canto a Bolívar, ha sido más valorada por sus connotaciones políticas que por las literarias.

El nacimiento de las nuevas repúblicas hispanoamericanas supuso un despliegue intelectual, equivalente al militar, aunque los pensadores e ideólogos republicanos también sucumbieron ante los caudillos que ganaron la guerra de la independencia.

El itinerario vital de José Joaquín de Olmedo podría ser la biografía tipo de más de un prócer hispanoamericano, de no ser por su obra poética. Por lo tanto, si la poesía lo salvó de ser como cualquier político, José Joaquín de Olmedo debería ser recordado esencialmente como poeta.

Olmedo disfrutó en la plenitud en su vida cívica y pública, pero sufrió con discreción las tragedias que destrozaron su vida íntima y sentimental. La biografía de todos los hombres consiente la dicha y la desdicha, pero solo los poetas verdaderos son capaces de conmovernos al compartirlas.

En realidad, el Olmedo de bronce que todos veneramos fue un barro pensativo y desconsolado que a través de la poesía quiso expiar dos culpas que lo atormentaron durante años: sobrevivir a los seres que más quiso y no haber estado junto a ninguno de ellos cuando murieron.

La victoria de Junín bebió de lo mejor de la tradición clásica y europea de su tiempo, pero ella misma inauguró una nueva tradición poética cuando se convirtió en la oda que alumbró el nacimiento de las nuevas repúblicas latinoamericanas.

Por lo tanto -sostuvo el escritor peruano- su valor literario no debería reducirse a su capacidad de reflejar la poesía de su tiempo, sino más bien acrecentarse a través de los poetas que se miraron en el espejo de Olmedo para arder como ardió él.

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