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Novela de Henry Holguín: ficción sobre no ficción

Novela de Henry Holguín: ficción sobre no ficción
10 de marzo de 2013 - 00:00

“Él estaría feliz con una sala casi llena el día que muere Hugo Chávez”, fueron las palabras iniciales de Marcela Holguín, cuando el pasado martes se desarrollaba en el auditorio del Centro Cultural Libertador Simón Bolívar (antiguo MAAC Cine) un evento en homenaje al desaparecido periodista colombiano Henry Holguín, especializado en el periodismo judicial, que la última década se desempeñó en la función de director general de diario Extra de Guayaquil.

Durante el acto, en el que se proyectó un documental sobre la labor de Holguín en el diario Occidente de Cali, se llevó a cabo también un relanzamiento de la novela ‘Diario de un reportero condenado a muerte’, una obra de ficción sobre el día a día del periodista judicial. El libro había sido publicado en la última edición de la Expoferia del Libro de Guayaquil, en julio.

Según el escritor guayaquileño Miguel Antonio Chávez, encargado de la presentación del libro, la obra está muy cargada de relatos que tienen su origen en las experiencias que el autor fue recogiendo a lo largo de su labor periodística.

A partir de esa idea, Chávez apuntó que a través de las páginas, Holguín -al que llamó “un Caín redimido”- bordea los límites de la crónica, la novela y la memoria, en un libro del que dice “pude conversar con Henry en estas páginas”.

El literato fue un poco más allá, y llegó a comparar al protagonista de ‘Diario de un reportero condenado a muerte’, Pablo, con Chinaski, personaje utilizado en varias de las novelas del escritor estadounidense Charles Bukowski como un álter ego que llena sus obras de datos autobiográficos.

Lola Márquez, comunicadora social del Ministerio de Cultura, completaba la mesa que presidía el homenaje. Comentó, previo a la proyección del documental ‘Por la calle vienen mis demonios’, que el audiovisual le generaba reflexiones acerca de “cómo el reportero de crónica roja se involucra tanto con las historias que cubre y sus protagonistas”.

Esa línea fue aprovechada por Marcela Holguín para plantear un cuestionamiento sobre la actualidad de las labores en los medios de comunicación. Según ella, “el periodismo se ha vuelto perezoso”.

Márquez, que en otra época trabajó como periodista de temas culturales, dijo recordar que “el diarismo era muy exigente” en días en que la tecnología no estaba tan desarrollada, y coincidió parcialmente con Marcela, poniendo como ejemplo la publicación de una supuesta fotografía de Hugo Chávez en el diario El País de España, en que aparecía en estado terminal. El día que salió la foto se comprobó que ése no era el presidente de Venezuela, y el periódico se tuvo que disculpar.

Luego se proyectó ‘Por la calle vienen mis demonios’, documental de 20 minutos dirigido por el colombiano Óscar Campo, que tuvo lugar en 2003, cuando Holguín era periodista de la sección judicial del diario Occidente de Cali.

La cinta muestra a Holguín recorriendo algunos sectores de Cali, testigos silentes de la violencia contra el periodismo que se había desatado en la década de los 80.

Ahí contaba Holguín que unos 300 periodistas de su generación habían muerto asesinados por realizar coberturas vinculadas con los narcos, los paramilitares y las FARC. Eran otros tiempos -“¡La guerrilla tenía ideología!”, decía, magistral-.

El periodista hacía un recuento de los atentados de los que, ya para ese entonces, había sido víctima: 9 en total, “pero solo en dos me ‘cazaron’”. Uno de esos fue de una descarga de 8 balas en todo el costado izquierdo.

La última bala, decía Holguín, se la habían disparado con el cañón en la boca -“para que te calles”-. Tuvo tanta suerte que salió sin comprometer su garganta ni su lengua. Siguió hablando hasta el final, hasta que un infarto se lo llevó. Decía su hija, en un texto de homenaje en su blog Tejado de Zinc, “yo me pregunto si estuviste contento de irte por un paro cardiaco y no por un tiro”.

Han pasado 10 años desde que fuera rodado ese video. Diez años en que se fue para siempre de Colombia, y que bastaron para posicionarse como el director del diario de mayor circulación a nivel nacional, un tabloide famoso por su crónica roja, de una estética sensacionalista, al que reivindicaba diciendo que era el único “que gritaba donde los otros susurran”.

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