La noche del miércoles en Café Galería Barricaña se habló de la literatura de la ciudad en su dimensión marginal. Se habló del Guayaquil Guacharnaco.

Acaso Barricaña tiene un aspecto propicio para hablar de la marginalidad. Entre sus mesas de madera inundadas por una luz tenue se encierra el encanto del bar periférico que funge como refugio de artistas.

Ya el lunes había sido el lugar al que acudían artistas de todas las ramas a discutir de la actualidad de la cultura en la ciudad, y de las leyes que están y vendrán en torno a la profesión. El miércoles, Guayaquil Guacharnaco.

Organizado por los miembros de Matavilela, una publicación literaria semanal, el evento estuvo compuesto por un panel que integraban el poeta guayaquileño Luis Carlos Mussó, la periodista y docente Bertha Díaz (moderadora) y el cronista Francisco Santana.

Julie Cañarte y Miguel Muñoz, de Matavilela, hablaron, a manera de introducción, del tema a tratarse, la marginalidad, lo guacharnaco. Cañarte explicó que la publicación busca “desmitificar el culto a la exclusividad en la literatura”.

Muñoz, por su parte, dijo que Guayaquil Guacharnaco “intenta responder a la eterna pregunta por las escrituras de lo marginal y la configuración de una ciudad desde la literatura y la crónica”. Uno de los escritores que refuerzan esa idea es Jorge Velasco Mackenzie, “talvez el autor que mejor retrató a esta ciudad”, dijo Muñoz.

Santana, que publicó el año pasado Historia sucia de Guayaquil, y Ecuador Escondido este año, habló de la influencia de Velasco Mackenzie en la concepción de la ciudad.

Mussó se refirió a Velasco y otros autores de esa generación, que “dibujaron un Guayaquil que ya no es más”, el de la década del 70. Pero el poeta habló también de la condición de lo marginal como generadora de otros lenguajes.

Mussó planteó que la ciudad es diferente a aquellas que heredaron el legado arquitectónico español, con una plaza céntrica alrededor de la que crece el resto de la urbe. Más bien, el poeta estableció un paralelismo entre Guayaquil y el Caribe, y habló de la ciudad no como parte de un mapa geográfico, sino de un mapa cultural.

Esa idea la alimenta Bertha Díaz, que explica que urbes como ésta, “son ciudades excéntricas”, es decir que desarrollan sus sentidos en el borde, “y es en el borde donde hay una configuración de lenguajes”, de otras expresiones.

Mussó pidió que alzaran la mano quienes tuvieran padre y madre guayaquileños; luego, a aquellos cuyos 4 abuelos fueran guayaquileños, y finalmente, los 8 bisabuelos.

Ninguna mano quedó levanta, Y dijo, entonces: “Eso es Guayaquil”. Díaz lo sintetizó hablando de la “noción de un Guayaquil mestizo”. Santana opinó que ésta es una ciudad a la que “nunca la dejaron terminar de ser”.

Se refería a las nociones de ciudad turística que se han configurado desde el poder local con ordenanzas y vigilantes cuyos alcances trascienden el espacio público, reglamentaciones que norman instancias privadas, el espacio propio del ciudadano, como la exigencia de pintar las casas de determinado color, o la forma de vestir en el hogar, si está en el rango de visión desde la calle.

En ese sentido, citó a Julio Jaramillo como un símbolo de resistencia, “el cholo que se impuso todo el tiempo”. En medio del programa, Yanky Smith (Luis Castro), de Camareta Cartonera, hizo una lectura de poemas de Fernando Artieda, como Baila cabaretera, Canto de luna y Es lindo estar borracho.

El encuentro cerró con la actuación de Rey Camarón, cantador de lo marginal, un cantante con temas sobre la relación entre clases en la ciudad. La letra de uno de sus temas dice “soy el negrito que escribe canciones, y en la radio no le dan opciones”; y más adelante, “Soy el chiclero del malecón. Soy la puta en la calle Colón, Soy el indio de Samborondón”. Se llama El marginal de Guayaquil.