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Las cruces sobre el agua flotaron sobre el Guayas un día como hoy, hace 90 años

Las cruces sobre el agua flotaron sobre el Guayas un día como hoy, hace 90 años
15 de noviembre de 2012 - 00:00

El doctor Manuel Agustín Aguirre, alto valor del socialismo ecuatoriano, en su folleto titulado “La masacre del 15 de noviembre de 1922 y sus enseñanzas”, anota:

Nunca se ha podido saber el número exacto de víctimas, porque un gran número fue enterrado por los soldados, en fosas comunes y por la noche, en los cementerios; y muchos otros cuerpos fueron arrojados a la ría de Guayaquil con los vientres abiertos con las bayonetas, para que no flotaran y fueran pasto de los tiburones y en cuyas aguas, en cada aniversario, se arrojan coronas y cruces, lo que inspirara la novela de un amigo de la juventud, Joaquín Gallegos Lara, titulada “Las cruces sobre el agua”. 1

Es cierto que el número exacto de víctimas no se puede saber, por las razones expuestas por el doctor Aguirre, tanto más que los masacrados son humildes hombres del pueblo con nombres desconocidos en su mayoría, sin que sus familiares, por otra parte, tuvieran ninguna posibilidad de presentar algún reclamo o hacerse presentes en los medios de comunicación.

De este hecho se han aprovechado algunos escritores de derecha para decir que el número de muertos no fue grande y para negar todas las particularidades más indignas de la matanza, como el entierro clandestino en fosas colectivas, la estrategia utilizada para fusilar a trabajadores indefensos, la abertura de vientres y el arrojamiento de cadáveres en la ría, entre algunas otras.

Y entre los que se han distinguido en esta labor de negación y tergiversación de los hechos, a título, según dice, de reivindicar el honor del Ejército, es el general Marcos Gándara Enríquez que, en “La semana trágica de Guayaquil”, arremete contra todos los autores que han afirmado o historiado sobre los acontecimientos mencionados. Todo esto sin mayor fundamento, ya que la pobreza de su bibliografía sobre el 15 de noviembre no le permite sustentar mejor sus argumentos. El general se muestra exigente y quiere pruebas contundentes. Para hablar del número de víctimas, por ejemplo, parece que exige la lista y la partida de defunción de los fusilados que, según su afirmación, solo fueron los absolutamente necesarios para mantener el orden y salvar a Guayaquil. Ese número, como máximo, es de 250 o 300.

El primero -el más posible- es el señalado por F.W. Goding, cónsul de los Estados Unidos, cuyos organismos e instituciones tan bien conoce el general. Este funcionario extranjero, por ser notorio y público, no puede dejar de anotar que “la mayor parte de los cuerpos fue arrojada al río” (“most of the bodies were thrown into the river”). 2

Aquí, para demostrar las características principales de la bárbara matanza, queremos apuntar, aunque sea muy sintéticamente, lo que dicen sobre ella las organizaciones de trabajadores, los testigos presenciales de los hechos y los principales historiadores y escritores que se han referido a ellos. Esto servirá para que se pueda comparar -si alguien quiere hacerlo- sus afirmaciones con las de Gándara, para de allí, valorando debidamente los asertos, poder llegar a la verdad.

Empecemos.

1 Manuel Agustín Aguirre, La masacre del 15 de noviembre de 1922 y sus enseñanzas, Litografía e Imprenta de la Universidad de Guayaquil, Guayaquil, 1984, p. 26.

2 Elías Muñoz Vicuña, El 15 de noviembre de 1922, Departamento de Publicaciones de la Facultad de Ciencias Económicas, Guayaquil, 1978, pp. 116, 121.

* Historiador que ha escrito un extenso análisis sobre los hechos que llevaron a Joaquín Gallegos Lara a escribir “Las cruces sobre el agua”.

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