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Entrevista / Elena Villardel / Directora técnica de Ibermedia

“La etiqueta de nación se puede voltear y convertirse en prejuicio en el cine”

Foto: Miguel Jiménez/El Telégrafo
Foto: Miguel Jiménez/El Telégrafo
05 de marzo de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

La actividad de los cineastas involucrados en los proyectos del programa Ibermedia tiene que ver con el estímulo a la coproducción fílmica en 19 países. En Ecuador, 2 de estos -Sin muertos no hay carnaval, de Sebastián Cordero, y Un secreto en la caja, de Javier Izquierdo- están por empezar a rodarse y Elena Villardel vino a explicar las bases de la convocatoria para este año, en la que se seleccionarán mínimo 2 propuestas con $ 100 mil para películas de ficción y $ 80 mil si se eligiera un documental.

En Ecuador y Uruguay hay un sector del público que le exige al cine la autorrepresentación, que sea casi un retrato de la gente, ¿eso se repite en otras naciones?

En otras partes de Latinoamérica se lo ha llamado de otra manera, no tan visceral: “La necesidad de contar nuestras propias historias”. Lo que pasa es que hay una diferencia entre los 2 conceptos. Muchas veces las historias particulares son universales, es decir, a partir de una historia muy concreta, con un acento que puede ser muy ecuatoriano, se puede contar una historia universal que conecta con todo, esa fue la gracia que tuvieron los argentinos, por ejemplo. Hicieron una comedia muy inteligente que, se pusiera en el país que se pusiera, todo el mundo se identificaba con ellos, incluso en las épocas de ‘corralito’ y esas crisis brutales que todos hemos pasado, historias comunes.

¿Qué consecuencias tienen los recortes presupuestarios hechos a la cultura por la crisis en España?

Hay que tener en cuenta que la crisis en España ha sido brutal, en poco tiempo se desmontó un país. ¿Pero cuándo el cine no ha estado en crisis? En cuanto a ¿por qué la gente no va al cine?, en España sí que tiene que ver con el precio. Hubo 10 días donde se redujo el precio de la entrada, los exhibidores se pusieron de acuerdo para hacerlo, y fue muchísima más gente a las salas que en meses. Eso es una señal: si en el momento en que reduces el precio del boleto la gente va más al cine es porque sí que le interesa ir. Luego, ha habido medidas gubernamentales que iban totalmente en contra, como el aumento del IVA -del 8% al 23%- y la gente totalmente empobrecida, con unos porcentajes de paro que jamás habían visto. Entonces, por mucho que te guste el cine, no puedes pagar ese precio que encima se aumentó con el incremento del impuesto. Fue todo muy nefasto para la cultura. Y no sirvió de nada ese incremento, porque se ha recaudado menos.

¿Es decir que en España no hay ningún recurso legal para proteger la producción cultural?

Recursos sí que hay, pero unas ayudas muy mínimas que no tienen nada que ver con la producción. Y que (los organismos de financiamiento) no vengan a cuestionar la calidad porque de las 10 películas más vistas, 3 eran españolas. Igual, tenemos La isla mínima (Alberto Rodríguez Librero) u Ocho apellidos vascos (Emilio Martínez Lázaro) que fue el boom, posiblemente una comedia, gags muy graciosos en un momento en que el pueblo necesitaba reírse, aunque sea de sí mismo.

Y en cuanto a las etiquetas como cine ecuatoriano o cine español...

Eso de identificar en el cine algo como la idiosincrasia, el gen diferenciador, me parece peligroso, aunque entiendo que Colombia está harta de que se le vincule al cine con narcotráfico porque ahí existen otras cosas, además del narcotráfico. Pero concretamente la necesidad de diferenciarse no sirve. Y me recuerda mucho a la expresión de ser ‘pandereta español’ -en realidad ‘país de pandereta’, como dijo el poeta Antonio Machado-, de los años 40: dar una imagen española, diferenciada. La etiqueta de nacional es algo que se puede voltear y volverse prejuicio, algo negativo. Lo que sí enriquece es contar historias particulares, pero que son comunes, universales. Historias que, incluso con humor, todo el mundo las hace suyas, como al sentir el humor uruguayo en Whisky (Pablo Stoll y Juan Pablo Rebella) o Kaplan, de Álvaro Brechner. Esa es la ‘fórmula’.

¿Cómo regulan que el porcentaje que requiere Ibermedia del presupuesto para funcionar (10%) no exceda y tome parte del 90% que se destina a los beneficiarios?

Esa cifra nos obliga a ser ágiles. Yo no puedo caer en la burocracia: somos 6 personas, actuando en 19 países, llevamos Ibermedia, Ibermedia TV e Ibermedia digital. No perdemos de vista los proyectos. Al programa lo editan tres veces al año: uno es el cumplimiento de bases, otro es el Fondo y otro es un país que audita. Tengo que hacer un control cada año, y hacerlo bien. Yo los sigo y sé en qué punto está cada proyecto desde el año 98.

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