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Interactos cerró con el gran teatro de Monte Sinaí

Interactos cerró con el gran teatro de Monte Sinaí
Foto: Karly Torres | et
11 de noviembre de 2018 - 18:17 - Redacción Cultura

El Payaso Río irrumpe en el espacio moviendo las caderas al ritmo de una cumbia andina. Llega a caballo de palo, con una maleta de tela cargada de objetos sonoros y juegos. Es una especie de Quijote vestido con retazos de tela y sin amigos. Entra a la sala a hacerlos. Después de dejar sus cosas propone un juego. No es de los payasos que cuentan chistes, no tiene la voz aguda y en ocasiones tampoco resulta tan amigable.

Lanza la pelotita a quien le caiga. Pide rapidez para devolverla. Se enoja cuando su adversario lo piensa demasiado. La pelota va por toda la sala dando brincos, encontrando reacciones inmediatas o lentas. Hasta que se le ocurre una gran idea. Hacer el mismo juego con dos pelotas. Es para volverse loco con la velocidad, para estar atento.

La pelotita se desteje y el payaso encuentra como solución desprender sus hilos para armar una malla ritual. Los niños que han llegado de público al Campus Centro de la Universidad de las Artes sostienen la tela en diversas puntas. Arman una especie de estrella en la que el Payaso Río se casa luego de que una maraca le anunciara con su movimiento cuál debía ser su esposa. Los niños en la escena improvisan y se ríen con miedo, se tapan la boca para hacerlo pero al final ceden hasta seguir al payaso con su idea de música, con su próximo viaje.

Interactos. Foto: Karly Torres | et

En el segundo acto entran a escena una veintena de niños, algunos casi adolescentes, vestidos de negro, para intervenir en el espacio al ritmo de la clave que le marca su profesor, el actor Marcelo Leyton. El silencio significa parar, el contacto de los dos pedazos de madera implica caminar en el espacio al ritmo del sonido. Luego hay más claves. Uno, chocarse de manos; dos, chocarse cabeza con cabeza y darse vuelta; tres, cargar al otro; cinco, dar vueltas boca abajo en el piso; ocho, pasar por debajo del compañero y así, otras tantas.

El juego acaba cuando se forman dos monstruos enormes con sus cuerpos montados unos sobre otros. Se vinculan de tal manera que pueden habitar el espacio, moverse, caminar, dormir, tener pesadillas y sueños profundos. En el tiempo que llevan de trabajo han podido idear una serie de escenas cotidianas.

“Gracias al profesor Marcelo Leyton por la paciencia de cada sábado y hasta domingo porque me ha ayudado a perder el miedo”, dice en el micrófono Allison, una de las integrantes de este grupo, un proyecto de la Universidad de las Artes (UArtes) y Hogar de Cristo para enseñar teatro a niños de Monte Sinaí. La gente que los ha visto de cerca en su proceso ya llama al proyecto ‘El gran teatro de Monte Sinaí’. “Y vuelvan a invitarnos que nos encanta estar aquí”, dijo Kevin.

Fin de la función. El primer fin de la última tarde en la tercera edición de Interactos, Encuentros Públicos de Artes, organizado por la Universidad de las Artes en una prueba por abrir sus aulas.

La segunda parte del último día de Interactos empezó temprano, en la Plataforma del MAAC. Alex Alvear volvió a tocar en este espacio para presentar su proyecto de música popular con toques de jazz y rock con los integrantes de Wañukta Tonic. Mientras apelaba a los artículos de la Constitución a través del rock, en el auditorio, un grupo de animalistas esperaban a Rubén Albarrán, el vocalista de Café Tacvba, que presentó su charla ‘Todas las luchas son la misma lucha’.

Interactos. Foto: Karly Torres | et

Si bien, el nombre de su charla era la misma de un TED que está subido en Youtube dijo que algunas cosas han cambiado y ya no es el mismo discurso. Albarrán, que antes de esta Universidad, fue invitado a Yale habló de cómo aquello que los grupos activistas critican de los políticos, de sus leyes de promoción contra la naturaleza, finalmente, son el resultado de la forma en la que la sociedad se ha acostumbrado a vivir: con plásticos, coca-cola, mucha gasolina para sus motores y usando agua limpia para salvar su aseo.

Sobre la plataforma suena marimba, un proyecto colombo-ecuatoriano, con poesía negra; luego el proyecto de Juan Diego Illescas con tonos andinos; Huaira y la música de Rubén Albarrán. “Hubiera sido más fácil hacer una carrera de música como cualquier otra, pero cuando armamos la malla de esta carrera pensamos en que los discursos como los de Albarrán tengan sentido en lo que enseñamos”, dijo Andrey Astaiza en su discurso de cierre. (I)

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