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Imagina: ¿Puede la robótica cambiar el mundo y hacerlo más práctico y eficiente?

La mujer nunca será enemiga de la robótica

Ainhoa siempre es optimista, les dice a todos que nada tiene que ver la tecnología respecto a la deshumanización de esta generación de la que ellos hablan.
Ainhoa siempre es optimista, les dice a todos que nada tiene que ver la tecnología respecto a la deshumanización de esta generación de la que ellos hablan.
Ilustración: Patricio Mosquera / El Telégrafo
31 de diciembre de 2019 - 00:00 - Édgar Wilman Ordóñez Iturralde. Especial para EL TELÉGRAFO

Mi abuelo decía que si el futuro es la proyección de nuestros deseos más caros, entonces, ¿qué es el pasado sino el cúmulo de esos deseos de otros hombres que soñaron un día con todo lo que hoy somos y consumimos?

Si viera al pasado con desbarro, ese pasado ya no sería pasado, sería presente, ya que el pasado, igual que el futuro, no es más que proyecciones de nosotros mismos. Dicho esto, y a un día de celebrar el año 2031, los monigotes o años viejos que todavía quemamos por tradición quizás no se quemen, están hechos de acero.

-¿De acero Malú?-

Sí, de acero, y de acero inoxidable. Al parecer, sucede que quienes “deseábamos antes diluir en el fuego nuestros peores días del año que está culminando, nuestras frustraciones, nuestros amores rotos, etc., ya no queremos que se quemen”. Como nos volvimos con el paso del tiempo adictos a la tragedia y a lo cómico y burdo de nuestra cotidianidad, queremos que el comienzo del año 2031 sea el inicio de una nueva manera de colegir desasosiego.

-Noooo…, eso sí no puedo aceptar Malú-. Esto significaría que intentas entonces justificar tu pesimismo con la herencia de tu malestar cultural de la que nosotros ni siquiera hicimos parte.

-Malestar cultural, claro; con esa etiqueta tú también intentas sobrellevar tu carga con el ideal moderno de esta vida que vives y vives en la ensoñación de un mercado capitalista que te permita ser el centro de tu vanidad.

-No entiendo. Pero, lo que sé Malú es que nada ni nadie podría decir que el 2030 fue un año de des-afirmación de la identidad nacional por el solo hecho de habernos vuelto sujetos-objetos de los avances mundiales de las tecnologías.

-Mira Ainhoa, el hecho es que creo que los descubrimientos tecnológicos de hoy han des-sensibilizado a los humanos. Los han convertido en seres incapaces de ponerse en el lugar del otro. Incapaces de sentir, pensar, producir emociones; de ser, en otras palabras frente al parecer de sus actos y representaciones furtivas, fantasmas.

-¡Hey! ¡Hey! Bueno, no es para tanto tu queja. Al final de todo, tú y nosotros también fuimos seres invisibles en algún momento.

Lo importante de todo es tratar de vivir con los recursos éticos, humanos y discursivos para el bienestar de nosotros y nuestros hijos.

Casi como si un ángel exterminador cayera del cielo apareció el niño nacido de la robótica y a quien Ainhoa y Malú lo llaman Trixe.  
-Hola Trixe- le dice Ainhoa; y el niño-robot comienza a moverse en círculos aparentando alegría al ver a su amiga llamarlo por su nombre. Malú, más sutil y dudoso le dice a Trixe que de dónde apareció si su dueño está encerrado en su trabajo diseñando los más innovadores programas para la ingeniería cibertécnica que, según él, ni los japoneses se imaginan.

Trixe, en su habla mecánica, le dice a Malú que su dueño lo está observando y siguiendo sus pasos a través de una plataforma intergaláctica diseñada ya para que robots como él puedan andar solos por los parques y avenidas sin mucho tránsito. Ainhoa abraza a Trixe y Malú se queda sorprendido de esta respuesta de Ainhoa. (I)

Wilman Ordóñez Iturralde
Historiador y folclorista. Es miembro del Archivo Equinoccial de la Música Ecuatoriana. Es autor de libros como Alza que te han visto, historia social de la música y el baile en el Litoral ecuatoriano; Amorfino, Canto mayor del montuvio; Folklore y sociedad, El Litoral y el Puerto; Porteños, historia de la música y el baile en Guayaquil.

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