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La parodia de los filmes de terror se cuela en el teatro

La parodia de los filmes de terror  se cuela en el teatro
19 de octubre de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

La apuesta que ha hecho la industria cinematográfica en la producción de parodias de terror siempre ha dado réditos al cine comercial. Desde El joven Frankestein (1974) en manos del recordado Mel Brooks, hasta Scary Movie (2000) dirigida por Keenen Ivory Wayans, destacadas por sus graciosas tramas y el lenguaje soez.

Esa misma fórmula que mezcla el humor negro y el sarcasmo en escenas icónicas de horror la han adaptado los directores Santiago Carpio, Fabo Doja, José Rengifo y Jorge Sandoval en comedias que este mes se presentan en Pop Up (Ébanos y Circunvalación), de miércoles a domingos, desde las 19:30. 

Para esta temporada que celebra la cultura del Halloween, ellos le rinden homenaje a los personajes de películas  taquilleras como El silencio de los inocentes, El exorcismo de Emily Rose, Pesadilla en la calle Elm junto con Jason y El Conjuro.

A estos psicópatas y las víctimas de los espíritus malignos los han trasladado a otras realidades de la vida cotidiana en las que figuran temas como el bullying y los problemas de pareja, en formato de teatro corto (15 minutos).

Versiones innovadoras
Los directores se han aventurado con los guiones sin quitar la esencia de sus personajes. Muy al contrario, los humanizan y envuelven en un hilo conductor en el cual el espectador se puede identificar.

“En Hannibal manejamos el misticismo, la sobriedad y la elegancia de él, pero lo ponemos frente a su opuesto en la novia chabacana, millenial y loca que tiene”, cuenta Doja.

En esta historia actúan Valentina De Abreu y Diego Naranjo con marcados perfiles de un caníbal y una vegana quienes en una cena, se sacan los cueros al sol.

Carpio también le ha dado un giro a la trama de Emily: La venganza. La parodia no representa escenas de la cinta, pero sí muestra a la chica poseída (Belu Idrovo), en “la edad del burro”, quien lidia con una madre apacible (Luis Fernando García).

“Es la venganza de ella contra sus compañeros que le hacen bullying por su horrible aspecto que quedó luego del exorcismo que le hicieron”, relata Carpio.

En esta obra se las ingenió para crear un libreto que evoca el teatro de lo absurdo en la relación entre una hija atravesando el proceso de la pubertad y “una mamá que todo lo ve color de rosa”.

“En esta obra Emily ha quedado con secuelas, camina en arco como si el espíritu aún lo tuviera adentro, pero su madre lo toma muy a la ligera”, detalla.

Para la pieza que reúne a los monstruos del terror en la obra Freddy & Jason, su director Jorge Sandoval creó una versión bastante disparatada por la intención de unir a dos personajes que pertenecen a mundos diferentes.

Jackson Peralta y Roberto Freire están detrás de la máscara y el rostro desfigurado de uno de los asesinos en serie preferido por la generación del ochenta.

“Quise mostrar a esas parejas cuando son incompatibles y me aventuré a escribir una obra puesta en clave sitcom. Tiene comedia, terror, parodia y melodrama”, detalla el actor.

La comedia de situación o sitcom, como se lo conoce popularmente en inglés, es uno de los géneros usados en series de éxito como las estadounidense Friends o Two and a Half Men.

El eje central juega con la pesadilla y la realidad, como lo hace Freddy Krueger en la cinta original. La diferencia es que las pesadillas son momentos disparatados donde Freddy juega con Jason y la realidad es muy dramática.

“La historia que cuento es sobre una ruptura amorosa”, describe. La parodia en esta obra retrata a una pareja gay que ha perdido la magia en la relación y se ha olvidado de hacer las actividades que los unieron en un principio.

Terror sensorial
José Rengifo sí quiso experimentar con el verdadero suspenso en su versión de El Conjuro, obra que invita al público a una experiencia sensorial que mantiene a oscuras la sala.

Antonella Valeriano toma el papel de una escritora que se aleja de todo para crear su próxima novela y se adentra en el bosque, para escribirla en una cabaña. Ahí descubre que hay un fantasma cuando las cosas se mueven solas.

Su autor dice que usó todos los clichés para contar la historia. Con muchos silencios, la obra busca tensionar al público y hacerlos vivir el terror con recursos sonoros, apelando al olfato o interactuando con otros actores “invisibles”.

“Es un desafío porque hoy en día es difícil asustar a la gente, pero aquí aprovechamos los momentos de tensión y la oscuridad para que el suspenso haga lo suyo”, dice Rengifo. (I)   

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