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Entrevista / mónica ojeda / escritora y docente

“El problema es escribir por aplausos”

Foto: Eduardo Escobar/El Telégrafo
Foto: Eduardo Escobar/El Telégrafo
01 de junio de 2015 - 00:00 - Redacción Cultura

Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988) fue hace un año la ganadora del Premio Alba Narrativa de Novela con ‘La desfiguración Silva’. Los correos en los que el jurado del premio le comunicaban que había ganado estaban llegando al spam. Se enteró por un periodista de este diario.

Luego de 6 meses de haber terminado su primera novela volvió a leerla sin reconocerse y pensó que no ganaría. “La literatura es el peor espejo de todos”, dice. La novela parte de nombres reales. Los personajes estudian en el Instituto Superior Tecnológico de Arte del Ecuador (ITAE). Su objetivo era que cada uno sea una metáfora de formas de entender el arte.

“Hay un personaje que le parece que el apropicionismo es arte, hay otros que no piensan de esa manera que les interesa mucho la autoría, la individualidad y hay otros que viven el arte desde una manera ingenua, del arte como cercano y emocional”, comentó.    

Hay varios temas inmersos en la novela: reescribir la historia de los Tzántzicos (grupo literario que nace en Quito en los 60) con la figura de una mujer, las relaciones del arte. Pero al escribirlos con nombres reales de Ecuador se juega con ciertos estereotipos que en muchos casos son comentados en la realidad...

Es mi primera novela, así que creo que cometí el gran error de tomar nombres reales para cosas que en realidad son todas inventadas. Por ejemplo, Elaine y Gianella Silva existen. Son nombres de verdad que no tienen nada que ver con mis personajes, son mis amigas, pero no tiene nada que ver con ellas. Del ITAE tomé algunos nombres que ni siquiera había conocido, pero me  gustó la sonoridad de su nombre.

¿Se toma una licencia con la ficción?

Lo hice porque cuando la escribí no pensé que se iba a publicar, pero en realidad estos estereotipos que se pueden leer y que en este caso están en el ITAE son trasladables a cualquier ambiente artístico, en cualquier lugar del mundo. Entonces coloqué el nombre del ITAE porque quería que mi novela se ubicara en Guayaquil, que es mi referente cercano. Pero en realidad, mis preocupaciones son las que están plasmadas, la gente que hace arte, la ética del mundo del arte y de las personas en ese ambiente. El arte ya no tiene ese aura de algo sagrado.

¿Y no ha tenido algún reclamo?

A Ulises Estrella (poeta cofundador del movimiento tzántzico) le mandé la novela antes de enviarla al concurso. Él la leyó, le gustó, le pareció divertida. Incluso me mandó libros a Barcelona cuando la estaba escribiendo, fue supergeneroso conmigo  cuando no me conocía de nada. Cuando se enteró de que había ganado me pidió que cambie el nombre de un personaje que en esa novela se relaciona con él. Me pidió “por favor, es que estas personas son mis amigos y se pueden tomar esta ficción como que es real, o como que yo te he dicho algo”. Yo nunca sabré de qué se trata eso, porque todo es ficción.

¿Es real esa necesidad de tener una historia nacional que haga a los protagonistas, en este caso, sentirse orgullosos?

Eso también es una preocupación en el arte. Todos los artistas tienen una tradición, aunque esa tradición sea de ruptura, sigue siendo tradición. Esa misma tradición es la que sostiene tu arte. Así sea para romper, para innovarla. Nunca eres un artista aislado de todos los otros que antes de ti hicieron arte. Entonces, esa imposibilidad, de no poder aislarte de eso hace que no niegues tu tradición o la asumas. Lo que hacen los personajes en la novela es más bien construírsela, no quieren que sea impuesta por límites geográficos.          

¿Y por qué esa tradición debe estar inundada de referencias del exterior?

Yo escribo, pero no pertenezco mucho al mundo literario, a la gente que se reúne en ciertos círculos. Nada de mi vida real tiene que ver con la literatura, es algo muy íntimo, lo escribo y lo socializo y creo que eso se ve mucho en la novela. Los personajes son snobs a más no poder, son insoportables, yo los odio, no me agradan. No los escribo porque me parezcan héroes, trato de que muchos de ellos sean despreciables, absolutamente irritantes y los escribí para tratar de comprender de qué va eso.

Si pensó que nunca se iba a publicar, ¿cuándo decide que estaba terminada y que se podía enviarla a un concurso?, porque varios jurados comentan que en estos concursos se receptan novelas de novatos y eso puede ser un peligro...

Todo depende de si eres un escritor o un escribidor. Escribidor es un mal escritor. Eres un mal escritor cuando no tienes preocupaciones literarias, inquietudes íntimas, cosas que te motiven, como si te ardieran las vísceras, por decir algo, y solo estás escribiendo por prestigio. El problema está cuando escribes por algo externo a la misma literatura, como reconocimiento, aplausos. Entonces, no te importa lo que estás escribiendo y eso se nota. La literatura hace algo que es crearse un lenguaje para describir las cosas del mundo y las ideas, y cuando te creas un lenguaje también es una forma de entenderlo mejor tú. A veces no lo entiendes hasta que le pones palabras, es como una terapia psicológica. (I)

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