Ecuador, 29 de Abril de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

La muestra estará abierta al público un año

El Museo etnográfico es un viaje intemporal (Galería)

El museógrafo Juan Luis Sigüenza y la curadora Patricia Noriega fueron los encargados de montar la exposición ‘Pueblos Ancestrales del Ecuador’. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
El museógrafo Juan Luis Sigüenza y la curadora Patricia Noriega fueron los encargados de montar la exposición ‘Pueblos Ancestrales del Ecuador’. Foto: Álvaro Pérez / El Telégrafo
16 de noviembre de 2014 - 00:00 - Redacción Cultura

Quito.-

Como un observador silencioso, una Tzantza o cabeza reducida, colgada de un cordel doble, reposa tras un cristal en el Museo Etnográfico de la Casa de la Cultura.

La curadora de la exposición ‘Pueblos Ancestrales del Ecuador’, Patricia Noriega, quien le ha dedicado su vida al estudio de las etnias del país explica que el nombre shuar de la tzantza, pieza central del museo enclavado en el edificio de los espejos, es Watingu y que, contraria a una creencia muy extendida, no es un trofeo de guerra sino un elemento elaborado con la finalidad de atrapar al espíritu vengador del guerrero caído en batalla.

“Ellos (los shuar) —cuenta Noriega— consideraban, desde su cosmovisión, que solo podían ser asesinados por otros que poseyeran el poderoso e inmortal espíritu Arutam (alma protectora). Cuando uno de estos era asesinado, la consecuencia de su muerte era la aparición del espíritu Mésak (alma vengadora) que salía por la boca de la víctima a cobrar venganza”.

Para evitar la revancha, el shuar degollaba a su enemigo en medio de un ritual que incluía el retiro de los huesos del cráneo, costura de ojos y boca, y la reducción que aprisionara a Mésak evitando la muerte del triunfador o la de sus familiares.

Pero el recorrido de este museo, inaugurado el miércoles 12 de noviembre, no se limita al pasado. Una chiva, con sus asientos y música festiva, recibe a los visitantes en un afán por mostrar el sincretismo (unidad indígena-española) presente hasta la actualidad en nuestra cultura.

“Con ella —la chiva— hemos querido representar la fiesta urbana, allí vamos a ver cómo se han quedado sincretizados ciertos elementos de la parte popular indígena: la banda de pueblo, la fiesta, la algarabía, la alegría... cuando los españoles llegaron a estas tierras, vieron algo que les pareció extraño. Dijeron: ‘estos indios solo pasan felices, bailando, riéndose’. Es que los nativos no conocían el pecado original. Nos queda esa herencia de la fiesta, el chupe, los canelazos, una herencia tanto de lo andino como de lo occidental.”

Además de otros ritos…

“A la fiesta indígena del Inti Raymi, por ejemplo, una fiesta ancestral —narra Patricia, vestida de colores— la tenemos representada con  una fotografía del sol, junto a los productos de la cosecha como el maíz, el fréjol, la haba y un personaje, danzante que es un un Aya Huma (Cabeza de espíritu, en kichwa), después cambiado de nombre, cuando llegan los europeos y los sacerdotes católicos, a Diablo Uma. Pero este personaje tiene una parte muy simbólica dentro de la espiritualidad y ancestral andina. Tiene 12 cuernos que representan los meses del año y dos caras porque (su pueblo) siempre quiere evitar dar la espalda al dios sol y además porque representan la dualidad, la complementariedad de los opuestos.”

¿Cuáles son los límites de la muestra —situada junto a una extensa variedad de instrumentos andinos, que también configuran el imaginario de los pueblos—?

No hay un límite de tiempo, dice Noriega. “Lo que hemos querido es, más bien, mostrar la dinámica cultural de los pueblos ancestrales, no exotizarlos porque eso es peligrosísimo dentro de la Antropología pues encasillar a ciertos pueblos diciendo ‘ya no son como eran antes, han desaparecido’ es falso. En realidad, no van desapareciendo sino que se van modificando de acuerdo a una dinámica cultural, de acuerdo a influencias de otras culturas.”

Y destaca el uso de los ponchos y sombreros en las comunidades

“La importancia del poncho está en la lana con la que se confecciona, en la finura del tejido. Es decir, que los ponchos que son más finos, más delicados, con una lana más delicada son los que van a ser utilizados por las autoridades mayores de la comunidad. Y los otros ponchos, que son menos elaborados, menos trabajados y con materiales más toscos, menos pulidos, serán los que utilice la gente común y corriente de la comunidad”.

Por ejemplo, el personaje Natabuela que se llama Ruchico usa un poncho festivo. Junto a un cencerro o campanas en la espalda y sale a bailar por agradecimiento a los dioses. “Además de la lana de borrego o de alpaca, una de las más importantes es la lana de borrego merino inglés. En los chagras se convierte en un poncho grueso que pese a su grosor es fino, delicada en su construcción que distingue la jerarquía de quienes los usan”.

Los sombreros como el de paja toquilla, cuya hechura fue reconocida como patrimonio intangible del Ecuador fue investigado desde su lugar de origen. Se creía que solo era realizado en la provincia de Azuay, por las cholas cuencanas. Pero, en realidad, aparece en 1630, con un indígena de Manabí, en Montecristi. “Son sombreros de lana abatanada y de oveja también. Lamentablemente, en la actualidad, ciertas culturas serranas ya no utilizan este sombrero pero utilizan el de paño.”

Alrededor de 90 pueblos ancestrales están esparcidos en el mapa del museo. 35 se exhiben con sus utensilios (plantas medicinales, viviendas, rituales, vestimenta, modos de producción, fiestas y personajes). Pero son solo 14 los reconocidos como nacionalidades indígenas, principalmente porque tienen un idioma propio.

¿Qué pasa con los que están desapareciendo?

“La lengua Teteté desapareció hace poco. Y tenemos la Épera que está en problemas. Dentro de las regiones de nuestro país existen más nacionalidades indígenas en la Amazonía, pero existen más pueblos ancestrales en los Andes —Patricia señala el lugar del mapa donde la diferencia es visible—. Aquí (en la Sierra) solamente está la nacionalidad Kichwa porque todos nuestros indígenas hablan esa lengua por haber sido conquistados por los Incas pero existen, adicionalmente, los Cañaris, Zaraguros, Natabuelas, Cachas, Puruháes, Pilahuines, Chibuleos... entre otros”.

Noriega cuenta que hace poco encontraron un grupo de personas de la etnia Épera. “Se pensaba que quedaba solo un padre y un hijo, algo terrible porque la mujer había muerto y ya no tendrían más descendencia. Pero encontraron un grupo de Éperas, eso quiere decir que se puede rescatar la etnia, la lengua podría ser rescatada a través de un análisis lingüístico y su escritura, como se hizo con el Kichwa”.

La muestra, montada por Juan Luis Sigüenza, a partir del guion de Noriega, contiene 20 videos etnográficos que complementan la exhibición que podrá ser visitada hasta noviembre de 2015.

Contenido externo patrocinado

Ecuador TV

En vivo

Pública FM

Noticias relacionadas

Social media