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El Telégrafo
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El medio y el juego político

El medio y el juego político
01 de noviembre de 2012 - 00:00

Los dedos punzaron las llagas. Los periodistas son actores políticos, aceptó Carlos Vera; que existen restricciones o censuras al interior de las salas de redacción, develó Orlando Pérez en alusión a lo que históricamente ocurre en los medios; que en Ecuador no haya medios de tendencia no significa que no tengan tendencia, reflexionó Mauro Cerbino; que solo en Ecuador es posible que el 98% de acciones de un medio público le pertenezcan al Gobierno, cuestionó Aparicio Caicedo; y que un medio apoye una ideología o partido político no implica que mienta sobre él, propuso Carlos Jijón.                       

Todos ellos, exceptuando a Caicedo y Cerbino, ejercen el periodismo y fueron parte del debate Medios: ¿un actor político?, que organizaron alumnos de Ciencias Políticas y Periodismo de la Casa Grande, en Guayaquil. Cerbino, catedrático de Flacso, expuso que en Ecuador “habían desaparecido” los medios que planteaban abiertamente una tendencia (refiriéndose a que una empresa periodística postulara por un programa político) y que ahora una postura editorial era velada y que, así como mostró Pérez, director de El Telégrafo, los medios del Ecuador dejan entre líneas un apoyo u oposición hacia el Gobierno. Esto en perjuicio del lector/televidente/oyente.

Vera, ex entrevistador de televisión, se opuso a esta postura y señaló que Cerbino “subestima a la audiencia” al creer que esta no intuye qué está consumiendo. Cerbino puso ejemplos como el New York Times o Los Ángeles Times, que  no dudan en hacer saber a sus lectores su apuesta política. Y zanjó aquello de creer que la audiencia es inanimada; más bien elevó a un alto estatuto  ético que una empresa de comunicación exponga abiertamente desde dónde cuenta la realidad. 

Aportó Jijón: “Que el New York Times se pronuncie a favor de Obama no lo hace dependiente de Obama... Se pronuncia en ejercicio de su libertad". Además puntualizó que el apoyo no significa ataques al lado opuesto ni alabanzas al partidario.

El ambiente no era distendido. La sala estaba repleta de estudiantes, periodistas, catedráticos e interesados en el tema. Unas cámaras cruzaban por los recovecos que quedaban en el auditorio. Gabriela Celleri, estudiante/moderadora, soltó un exabrupto: dividió entre oponentes a los expositores. De un lado Jijón y Vera, del otro a Pérez y Cerbino. Caicedo ligeramente quedó en el aire. La gente rió.

Carlos Vera estuvo acompañado de su libro ‘Nunca mordaza’, y tomaba apuntes, gesticulaba airado cuando hablaba Pérez de, por ejemplo, las veces en que ciertas notas no veían imprenta porque los dueños de los medios así lo decidían, o asentía cuando Aparicio Caicedo decía: “Es obvio que el Código de la Democracia es una violación directa a las libertades individuales”.

Y fue este Código de la Democracia o  Ley Orgánica Electoral y de Organizaciones Políticas de la República del Ecuador, su nombre real, y, en particular, su artículo 113, lo que motivó este debate suscitado el martes pasado.

Orlando Pérez expuso casi en el mismo tono que el resto de ponentes que el tratamiento político viene a ser una tara dentro de las salas de redacción y profundizó en que la mayor “mordaza”, aquella que Vera comparó con el citado artículo de ley o la supuesta coacción que tiene contra las opiniones el actual régimen, está más bien dentro de los medios; ya sea en una especie de autocensura o ejercida desde los mandos directivos o los propietarios de los medios de comunicación. Vera expuso que cada vez que eso le pasó se fue y, aunque no directamente, aceptó que aquello sucede.

“La discusión debe ser sobre la calidad de la información que recibimos de los medios para formar una opinión”, sostuvo Pérez e intentó llevar hacia otro rumbo el debate. Incluso planteó que ahora existe un excedente de información y que aquello no necesariamente está incidiendo en las decisiones de las audiencias. No obstante estuvo a favor de que los medios se multipliquen, más que todo los nacionales. A ello Carlos Vera propuso un cuestionamiento cuya respuesta no apareció: “Si tan poco influyen los medios, ¿por qué se pretende acabarlos desde el régimen?”.

Y hubo tiempo para poner en escena la “polarización” a la que se refirió Cerbino. Pérez lanzó la propuesta de que los medios no hagan política pero que sí tengan una política, la de denunciar la corrupción, por ejemplo, y empató con la postura de Jijón, quien apoyó que el periodista apoye una ideología, que sea la de las causas comunes.

Pero Aparicio Caicedo reflexionó: no es posible que el manejo de un medio público aún lo decida el Gobierno de turno, que no es coherente con las propuestas de otros medios públicos y que, se quiera o no, va a estar ceñido a los programas de ese Gobierno. Pérez respondió que tal regulación es necesaria y que está expedida en el Proyecto de Ley de Comunicación, aquella, dijo, a la que los medios privados se oponen.

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