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El Telégrafo
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“Creo que esta es una época donde el reciclaje simbólico puede ser”

“Creo que esta es una época donde el reciclaje simbólico puede ser”
01 de diciembre de 2013 - 00:00

¿Quién es? Nombre completo: Juan José Rodríguez. Profesión: Poeta y traductor. Educación:Posgrado en Literatura Hispanoamericana por la PUCE. Magíster en Estudios de la Cultura por la UASB. Foto: Andrés Darquea | El Telégrafo

Entre el asombro, el miedo y el goce estético, he disfrutado leyendo Barrido de campo (2010), Cromosoma (2011) y, hace poco, Estereozen (2012) y, junto a tu iconoclastia, a tu serie de propuestas estéticas, a las vers(i)o(ne)s, a las (re)aperturas de una poesía innovadora, donde el asunto más palmario es, sin duda, la fuerza imaginativa que tienes; sin embargo, entre estos libros también es posible encontrar una especie de hilo o cordón umbilical en tu discurso poético, ¿qué podrías decirnos respecto a ese espíritu que semeja una herencia surrealista en tu obra? ¿ hay vínculos con alguna obra o autor de aquel perÍodo en especial?
Un amigo mío —quizás el mejor lector de poesía que conozco— me dijo que yo tengo un don natural para crear imágenes irracionales, así como otros tienen talento para hacer metáforas o poseen un oído refinado. Por eso, supongo que lo que dices del surrealismo no es impreciso. Mi poesía simplemente empieza a romper los límites de su propio lenguaje con Barrido de campo. Debo admitir que esa liberación no surge de la lectura de los surrealistas —a quienes desde luego leí con interés— sino de la lectura de Hospital Británico, de Héctor Viel Temperley. Mira que yo había leído a Perlongher hacia 2003, pero lo sentía como algo extraño en mi repertorio de lecturas más condicionado por un canon filohispánico. Creo que con Temperley —y Eduardo Milán— se establece ese puente con el que mi mente conecta cierta irracionalidad acumulativa con mis lecturas simbolistas. Y ahí comienzo a escribir Barrido de campo, libro que por cierto debe, además, algo a la poesía de dos mexicanos: Jorge Esquinca y Litane de Alejandro Tarrab (quizás el único poeta contemporáneo mío de cuyo tono se impregnó ese libro).

Creo que con Degenerativa Tarrab logra la mejor cúspide de su poética. Pero sigamos con estas apuestas. Tu poesía ha sido motivo de varios puntos de vista hechos por la crítica; háblanos de esa poesía experimental, vertiginosa, explosiva, densa, arriesgada, ¿cómo es que surge esta forma de expresión estética que has logrado en Barrido de campo, Cromosoma y Estereozen, qué buscas con cada libro?
En Barrido de campo, yo me propuse utilizar una sintaxis que se moviera entre cierta textura versicular y algo mucho más oral, casi rapeado. De hecho, hay varios textos sobre pintura que los escribí como si estuviera conversando a alguien de esos cuadros. Es un libro conceptual, pero atravesado por ciertos textos biográficos muy personales. Mi padre biológico, a quien solo he visto una vez en mi vida y que es un pastor evangélico, resulta parodiado. Además, hablo de una enfermedad metabólica que ahora, estos últimos meses, ha vuelto a afectarme.

Cromosoma es un libro más conceptual, pero también más personal. Cuando leí Las cuatro estaciones, del argentino Arturo Carrera, me quedó la impresión de que podría hablar de estaciones, pero cromáticas, siguiendo el filón de una infancia, pero menos adánica o lárica, aunque también lo sea, sino más bien esquizoanalítica, utilizando el mismo recurso de Carrera de colocar un texto proemio a cada sección. Creo que hay antecedentes de esto en la lírica ecuatoriana. La referencia más antigua es un texto de Alfonso Espinosa Andrade, creo que del 1996, Breves anotaciones, y Demonia Factory ,de Ernesto Carrión o un libro muy extraño, muy importante y hermoso que es La piscina de Francisco Granizo.

Estereozen es el título de un poema de Cromosoma, donde hablo de la música y cómo ella habita hoy una especie de universo fantasmal. Es un libro que comienza en la música y acaba en la biografía. Yo sentía que mi cabeza estaba bordeando una experiencia límite cuando lo escribí: y creo que mi salud mental también.

Sí, en Cromosoma se nota esa pulsión extremada y el derroche de imaginación. Hablando de tus tres recientes libros, en especial de Estereozen, el lector se puede dar cuenta, y no muy difícilmente, de una sucesión de símbolos, elementos dinámicos o imágenes que tienen que ver con una colección de animales, desde sapos hasta caballos, pasando por polillas, escarabajos y libélulas, ¿a qué espacio se puede asociar este tipo de constancias? ¿Acaso tienen que ver con algún aspecto contemplativo? ¿Podemos hablar o esbozar un bestiario poético y qué representaría esto?
Tengo una relación más fluida con las criaturas no humanas. Creo que por ello mis poemas están plagados de esos seres. Uno de mis tatuajes es un fragmento de Marossa di Giorgio que habla del martirio de criaturas recién nacidas. Esa primordialidad del mundo animal y vegetal es constitutivo de mi mente, del modo en que se organiza respecto al mundo. Supongo que esto es una especie de flujo natural y que ha estado presente siempre, pero se ha hecho más aguda con la lectura de ciertos textos zen.

En Estereozen no solo se percibe un ejercicio que se orienta hacia la experimentación y licuación del habla, creo que también tiene que ver con el vacío, la volatilidad de las cosas, la pronta inexistencia. Está conectado también con la nulidad del conservadurismo estructural, con la revisión-extinción de las alianzas ideológicas con ciertos poderes hegemónicos y, por supuesto, es también un Tour de force con tu propio lenguaje y tu poética. ¿Cuánto de verdad tiene esto?
En pensadores sociales como Zygmunt Bauman o del lenguaje como Paolo Virno, pero también en matemáticos como Mandebrot o físicos como Prigogyne, hay una fuerte inquietud sobre los términos en que somos capaces de organizar la realidad en el lenguaje. En todos ellos se esgrime cierta imposibilidad de dar cuenta del mundo mediante los signos. Lo que creo es que la conciencia sobre la inconmensurabilidad de los fenómenos físicos y biológicos, así como la aceleración exponencial a las que se ven enfrentadas nuestras instituciones sociales, nos ponen —o deberían ponernos— una sobreduda sobre los materiales que utilizamos. Las palabras están amarradas al mundo, pero hay que darse cuenta con qué hilos (o si son hilos). Yo me he dado cuenta de que hay una tendencia a no preguntarse nada y solo creer en el anecdotario personal y en la ebriedad lírica sin más. Eso a mí no me interesa o, para ser más exacto, me interesa solo parcialmente. Como señalas, los poemas deben dejarse atormentar por los lenguajes de la historia, por el inconsciente del poder, por las gramáticas del tiempo.

Entran en Estereozen algunos poemas cuyos referentes aluden a la poesía española, del mismo modo que en Barrido de campo, en la sección ‘Álbum de autor’, aludes a la materia pictórica, con Egon Schiele a la cabeza. ¿Crees que haya en ello algún tipo de interconexión con los motivos estéticos que practicas actualmente? ¿O tal vez esto obedezca a un recuento vital de tus lecturas o percepciones artísticas?, recordemos que lo mismo ocurre en el sector denominado ‘Metástasis’ de Cromosoma donde aparecen Linh, Gamoneda, Perlongher, Pound, Ammons.
Si algo caracteriza a lo que yo he escrito es una casi morbosa fascinación por las artes visuales. Muchos de mis poemas son écfrasis. En Barrido de campo hay écfrasis sobre pinturas y programas de televisión. Hay varias écfrasis en Cromosoma que tienen su origen en la fotografía o el cine. Asimismo, algunas de mis lecturas clave son de la poesía española: Francisco Pino, Cirlot, Carlos Edmundo de Ory, Valente, Gil de Biedma, Claudio Rodríguez, Ullán, Gimferrer, Aníbal Nuñez, Olvido García y Jorge Riechmann. Muchos de mis poemas son collages y reciclajes donde pongo mis versos a discutir con los versos de algún poeta entrañable. Como esa entrevista que le hacían a de Ory donde decía que en las noches miraba al cielo y decía “hola, estrella”. Creo que es una época donde el reciclaje simbólico puede ser.

Los écfrasis son motivos muy recurrentes en la narrativa, pero ahora me doy cuenta de que en tu poesía también hay écfrasis musicales desde Viaje a la mansedumbre, ¿puedes hablarnos de la importancia de esto en tu obra poética?
Me hubiera gustado ser pintor. Me gusta pensar que, cuando escribo, pinto. Los écfrasis son vasos comunicantes para comunicarme con los cuadros o fotografías que aprecio o admiro.

Leyendo tu poesía, el lector no es ajeno a la intensidad y vertiginosidad con que se han escrito tus libros, y entonces uno termina preguntándose: ¿qué tipo de sugestión o motor hace que escribas con una progresión de alusiones directas al mundo electrónico-digital?
Yo jugaba videojuegos en mi adolescencia. Mi ojo está educado en el zapping. Ahora, lo que yo trato de hacer es dejar que la música de las esferas, el dolce stil nuovo o la poesía goliárdica, abracen el lenguaje que usamos hoy, con un atropellamiento (estudiado a veces, fingido otras, plenamente instintivo otras) para expresar la sensibilidad de alguien que, como yo, vive en esta época.

LA LIRA CERRÓ CON CRISTINA MORRISON

En Jardines de San Joaquín -el viernes pasado- se desarrolló el cierre del IV Certamen de Poesía Hispanoamericana Festival de La Lira, donde se premió con la Lira de Oro al poeta ecuatoriano Juan José Rodríguez, por su poemario Estereozen, y al peruano Mario Pera, por su libro Ruido blanco. Los premios fueron de $ 30.000 (Lira de Oro) y $ 5.000 (Mención Ilustre Municipalidad de Cuenca), respectivamente.

Durante la gala de premiación también se desarrolló el cierre del encuentro, en el que participaron poetas nacionales e internacionales. En el cierre, Cristina Morrison, cantante estadounidense que está  afincada en Ecuador,  ofreció un recital.

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