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Daniela Alcívar Bellolio, investigadora académica y crítica literaria

Alcívar Bellolio: "Lo femenino es una potencia disidente"

A fines de 2019, la autora había presentado en España una reedición de la novela Siberia, con el sello Candaya.
A fines de 2019, la autora había presentado en España una reedición de la novela Siberia, con el sello Candaya.
Mario Egas / ET
10 de enero de 2020 - 00:00 - Luis Fernando Fonseca, Periodista

Dos cartas públicas han concentrado el apoyo a la gestión de Daniela Alcívar Bellolio (Guayaquil, 1982), que lleva siete meses en un cargo que suele tener al mismo titular por varios años. Lo que ha propuesto es un giro frente a las concepciones tradicionales sobre literatura.

Su equipo, con amplia experiencia en la Casa Carrión, es parte de ese grupo de autores y lectores que le han mostrado su respaldo. Y es también este equipo el que trabajará en dos nuevas colecciones editoriales, dedicadas al ensayo como forma y a la poesía iberoamericana.

El año pasado su proyecto “Cartografías de la Disidencia” −que incluyó las autoras Gabriela Cabezón Cámara, Cristina Rivera Garza y Giovanna Rivero− tuvo una mayoría femenina entre los invitados. Y a más de 300 asistentes.

El encuentro se realizó diez días después del paro nacional. ¿Cómo lo marcó ese contexto?
Estábamos removidos por lo que había ocurrido y este fue un lugar en que pudimos pensar esas articulaciones que a veces están demonizadas, como literatura y política. Complejizar y no decir que la una no tiene que ver con la otra. Una cosa es una literatura cooptada por la política; pero pensar que existe una literatura que no es política es ingenuo o perverso.

No solo se abordó la literatura en sentido estricto...
Hay que empezar a cuestionarnos la idea de que hay una entidad totalmente pura y etérea que está entre las nubes y es 'la literatura', la calidad estética. Eso ha terminado convirtiéndose en valores conservadores, reaccionarios de personajes que siguen buscando que la figura del escritor tenga que ver con una escritura iluminada, que sea un elegido, inspirado por las nuevas versiones de la musa: el talento, el genio.

Lo que se dio acá, y que tenía que ver con las invitadas −no solo con la curaduría−, era vincular a la literatura con el trabajo, por ejemplo, en el caso de Rivera Garza. A la escritura con la amistad, el diálogo, la conversación. Así se fueron rompiendo estas ideas de que el escritor es un ser especial, solitario, aurático, para pensar de otra forma el trabajo cultural.

¿Se ha cuestionado que te manifiestes en política dado que otros funcionarios de la cultura no lo hacen?
Para mí esto es una cuestión tan intelectual como corporal. Se me hace imposible cambiar de principios (sonríe porque recuerda la broma de Groucho Marx: si no le gustan mis principios, tengo otros). Tengo una postura y siempre fui transparente con ella, que es de izquierda y feminista.

Hay muchas personas que piensan que un funcionario no tiene derecho a tener una posición. Eso es una falacia, el gestor cultural está ahí para tensionar las lógicas de la institución, no para plegarse absolutamente a un proyecto (...) Lo que enriquece al sector público no es una supuesta asepsia política sino lo contrario, que tensione las lógicas hegemónicas.

Aunque eso escandalice a quienes están acostumbrados a los engranajes silenciosos...
Es la disidencia, el desacuerdo, lo que no les gusta. Que se opongan otros tipos de saberes, que haya diálogo. Prefieren que una se quede en silencio, mucho más si eres joven y mujer, por supuesto. El trabajo público no es más que una de sus excusas para mandarte a callar, pues siempre quieren que estés callado (...) Cuando un funcionario se expresa con ideas iguales a lo que estas personas opinan, no hay problema; entonces hay una doble moral para atropellar la libertad de expresión con mecanismos de censura, que ven a las ideas contrarias como nocivas.

¿De qué forma afrontas los ataques?
Como no estoy aquí haciendo una hoguera para quemar libros de hombres, ni mucho menos, como soy intelectual y pienso, me ha tocado ir aprendiendo a sortear con gracia sus estrategias, con las que no quiero tener que ver nunca. No voy a responder esos ataques con otros similares.

¿Has podido dialogar con Wilfrido H. Corral?
No puedo replicar a una persona que se ha negado sistemáticamente a dirigirme la palabra. Cuando supe que envió una primera carta a la Secretaría de Cultura, le envié otra para que hablemos. En esta Casa nunca nadie va a ser discriminado, pero ha insistido en que me echen.

Como escribió Marco Aurelio: la mejor defensa es no parecerte a ellos. Son prácticas de apelación a la jerarquía y al poder que no tienen nada que ver con mi trabajo aquí.

¿Ha cambiado tu concepción sobre la crítica literaria?
La diferencia de posturas es rica. Sé que hay estilos críticos que me interesan más y otros, menos. Unos pueden ser violentos y otros son con los que me interesa discutir a mi en términos críticos y teóricos para desmontar las verdades absolutas. Eso no significa que yo crea que hay que censurar unas visiones, o no publicarlas. Se trata de no prohibir que haya unas posturas, pero tampoco censurar las respuestas a ellas.

Llevo muchos años escribiendo crítica y lo que me interesa hacer pasa por una política de la escritura que la relaciona con el cuerpo y el deseo. Me interesa leer y ejercer la literatura que está buscando algo que no encuentra con todas las herramientas del lenguaje, porque las palabras son cosas, no abstracciones de un mundo ideal en el que todo ocurre a la perfección.

Pero en el país todavía no ha habido un debate con la literatura, digamos, tradicional...
Me interesan los debates teóricos, públicos, con las posiciones sobre la mesa. No las peleas. Los críticos literarios que han cuestionado mi gestión, no han criticado nada, lo que han hecho es violentar.

Debe haber rigor teórico, un nivel textual como cuando aquí −en la Casa Carrión− debatimos si el termino “lo femenino” está fuera de lugar o no. Hay desacuerdos y es bueno que los haya; no apelaciones personales. Cuando haya críticas, por supuesto que las discutiremos.

¿Bastaría un encuentro entre las dos posturas?
El espacio está abierto. De lo que no se trata es de que personas, voces que han sido hegemónicas toda la vida y que tienen espacios muy visibles de poder, además, tengan que estar aquí. Que haya personas que se queden sin participar de un evento porque yo se lo quiero dar a la gente que ya lo tiene, no me parece mejor.

Prefiero que este lugar lo empiecen a ocupar voces que normalmente han sido relegadas, también posturas que normalmente son vistas como “ideológicas”, una palabra que se usa tan a mansalva. Nunca, jamás se censurará una discusión acá. Eso, seguro.

¿Es una contradicción ir contra lo hegemónico a la vez que se trabaja en la Casa de Benjamín Carrión?
Más bien es hermoso en el sentido de que podemos transformar una institución, que tal vez es muy tradicional, desde sus propios recursos. El hecho de que este espacio es conocido por gente del barrio y de la ciudad da para que se puedan hacer discusiones de otro tipo, con herramientas que nos da la institucionalidad.

Y eso se dio: un público tradicional de repente se encontró con otros estilos de conversación. Es una oportunidad para dejar de pensar que hay espacios a los que no pertenecemos, de movilizarlos para que pertenezcan a más espectros, políticos, estéticos.

¿Llega a desgastar que haya tantos prejuicios contra 'las feministas'?
Se ha llegado a decir que somos unas “nazis” y usan el término “linchamiento”. ¿Desde cuándo replicar es linchar? Lo que estamos haciendo es dar una respuesta por primera vez en un espacio visible.

Es como un trabajo de hormiga ir desmontado estas 'verdades absolutas': que el funcionario público no puede tener postura política, que si eres mujer y respondes estás siendo paranoica o histérica. Es mucho más fácil lanzar una falacia y ver qué pasa. Una mentira cala rápidamente y todo lo que hay que hacer para desmontarla siempre llega con retraso, toma trabajo. Pero es lo que toca. (O)

Actividades de la Casa Carrión

El centro cultural publicará durante todo este año una colección de ensayo contemporáneo. El primero título va a ser de Alberto Giordano. Cada tomo va a tener un antologuista y/o prologuista ecuatoriano. El segundo sería de la escritora Margo Glantz.

La colección de poesía iberoamericana será dirigida por el escritor Andrés Villalba Becdach. El programa de “Escritor visitante” continuará; al igual que el de “Cartografías de la disidencia”, en octubre, esta vez sobre las escrituras a través de las fronteras entre lenguas y géneros.

El próximo año, se gestará un concurso en ensayo, pues es el género que no tiene categoría en los premios municipales. (I)

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