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Actores cambian de rol, y "Dignidad" se construye

Alejandro Fajardo (izquierda) y Andrés Crespo (derecha) cambian los roles para montar esta obra en otro contexto político.
Alejandro Fajardo (izquierda) y Andrés Crespo (derecha) cambian los roles para montar esta obra en otro contexto político.
Cortesía de Andrés Cajas
17 de septiembre de 2019 - 00:00 - Redacción Cultura

En un país en el que se vota siempre por el menos malo, en el que los funcionarios son corruptos, pero la gente se contenta con la idea de que “al menos hagan obra”, uno de los postulantes a un puesto político dice “este es un país de rateros”.

En la obra Dignidad, dos amigos que crecieron juntos planean llegar a la presidencia, como primer mandatario y vicepresidente. Han fundado un partido político con la ilusión de que la democracia funcione y las cosas de aquel país cambien.

En lo que parecería una campaña anticipada, Andrés Crespo y Alejandro Fajardo vuelven a montar esta obra hiperrealista que estrenaron en Casa Cino Fabiani, en Las Peñas, en junio de 2017, dirigida por su autor, el español Ignasi Vidal. En la primera ronda completaron 26 funciones entre Quito y Guayaquil.

Esta vez la ponen en escena, con un ejercicio de dirección compartido, entre Fajardo y Arnaldo Gálvez —que repite su rol como productor— en la Sala La Bota, del Malecón del Salado.  

Para Crespo, el cambio en los roles, en el que ahora es Fernando, el político malo, significa enfrentarse a distintos conceptos de lo que puede ser la corrupción.

“Mi personaje hace una apología de la corrupción que es bastante convincente. Yo, personalmente, siento más alergia por la hipocresía que por la corrupción. Decir que todo está bien, que somos gente limpia, es común en los políticos y no entiendo cómo podemos sostener todos una misma mentira. En cambio, entiendo que la corrupción pueda tener otras formas”, dice Crespo.

Si antes Fajardo quería ser el malo de la historia, ahora es Alejandro, un personaje con otros matices, a quien la amistad que lleva por años con Fernando no le permite ver con claridad cómo los intereses juegan en la política, por lo que mantiene su verdad.

“Es un personaje que en algún sentido bota la toalla ante la fuerza de la corrupción. Peca de ingenuo por confiar en alguien que conoció toda la vida. Es un hombre que no se da cuenta de las cosas, a quien la corrupción lo sobrepasa”, comenta Fajardo sobre su nuevo rol. 

Finalmente, para el autor esta no es una obra sobre la política o la corrupción, a pesar de que la trabajó pensando en el ideal que significa la democracia. Para Vidal esta es una obra sobre el valor de la amistad y hasta dónde el ser humano está dispuesto a llegar a cambio de lograr las metas que un día se marcó.

Si esta obra plantea reflexionar sobre la vida política y las formas en las que se rompe la amistad, con Crespo en el montaje el drama puede diluirse.

El actor que ahora aparece en Netflix con la propuesta de Frontera Verde, dice que “en una sociedad con tantas diferencias sociales los políticos tienen siempre una justificación para todo y estas obras que buscan un diálogo crítico se ven simplemente como ficción, aunque muchos de los políticos que han ido a verla se sientan identificados”.

Crespo cree que en Latinoamérica a la gente no le importa estas cosas. “Aquí la gente está ocupada en otras cosas, en sobrevivir, disfrutar, temas de tragedia no nos conciernen, somos muy tropicales”. (I) 

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