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El Mariano Aguilera abre su segundo ciclo

Romina Muñoz lidera el proceso de investigación y los ciclos expositivos del Mariano Aguilera. En la imagen está junto a un cuadro de Gerardo Astudillo.
Romina Muñoz lidera el proceso de investigación y los ciclos expositivos del Mariano Aguilera. En la imagen está junto a un cuadro de Gerardo Astudillo.
Fotos: Miguel Jiménez / EL TELÉGRAFO
04 de agosto de 2018 - 00:00 - Redacción Cultura

El centenario del Premio Mariano Aguilera ha implicado un ejercicio de revisión de su archivo para revelar los vacíos que existen en su historia. Saber con precisión el año en que ganaron los artistas este reconocimiento, la ubicación de sus obras y las condiciones en que produjeron sus trabajos, es el motivo central de las actividades que realiza el Centro de Arte Contemporáneo de Quito para celebrar los 100 años del mayor premio de arte en Ecuador.

Este homenaje se inició con la primera muestra que situaba el contexto en el que surgió el Mariano Aguilera a través de algunas obras de Oswaldo Guayasamín, Víctor Mideros y Camilo Egas, quienes fueron las figuras más reconocidas del medio artístico en el anterior siglo. 

La curadora y artista Romina Muñoz, quien lidera este proceso investigativo, dice que “el premio surgió como un gesto modernizador por parte de una serie de instituciones que trataban de crear una escena artística y una ciudad modernas”.

La muestra expondrá la escultura -titulada “El Florón”- con la que la artista Marcia Vásconez Roldán ganó el Premio Mariano Aguilera en 1986.  

La segunda fase de este ciclo expositivo se inauguró ayer y consiste en la exhibición de obras de artistas que, frente a otros nombres  de su época, como Guayasamín o Egas,  están invisiblizados actualmente, a pesar de que en su momento tenían un gran reconocimiento.

Los artistas que participan en este corte son Gerardo Astudillo, Galo Galecio, José Enrique Guerrero, Eduardo Kingman, Bolívar Mena Franco, Segundo Ortiz, Francisco Proaño y Marcia Vásconez. De ellos se presentan los trabajos premiados que se han podido identificar  y que provienen de reservas privadas y públicas.

Las piezas están acompañadas de archivos  que dan cuenta del contexto histórico en el que crearon.

Se trata de artistas que estuvieron vinculados con la corriente del realismo social, aunque no todos coinciden en la época. Marcia Vásconez y Francisco Proaño, por ejemplo, son los más contemporáneos, pero sus obras también están atravesadas por preocupaciones sociales, por esa necesidad de relatar lo que sucede en el entorno.

La escultura con la que Vásconez ganó -titulada “El Florón”- es una pieza lúdica que retrata una escena cotidiana, mientras que Proaño recrea una procesión funeraria.

Sobre los otros artistas que guardan mayores similitudes estéticas y temporales, Muñoz precisa que eran personas muy activas y, sin embargo, no tienen el mismo nivel de reconocimiento que otras figuras.

“Para dimensionar el tipo de acogida que tenían, Mena Franco pinta el avión de Ecuatoriana de Aviación (se exhibe la portada de un diario donde se recoge este momento), pero de repente dices ¿dónde está su memoria ahora? Artistas como él no son los primeros en ser nombrados por los chicos universitarios que estudian historia del arte ecuatoriano”, añade la curadora.

El archivo que acompaña esta exposición -libros, fotografías, recortes de prensa– problematiza lo que supone tener un premio. De Astudillo se exhibe -gracias a la colección que custodia su familia– una parte de la serie de monocopias con la que ganó en 1958 la segunda mención del Mariano Aguilera, pero los cuadros “Wipe” y “Lavanderas”, con los que fue galardonado en otras ediciones, no están expuestos pues se desconoce su ubicación.  

Los cuadros expuestos provienen de colecciones privadas, de la reserva del Museo Alberto Mena Caamaño y del Centro Cultural Benjamín Carrión. Esta última institución alberga los trabajos de José Enrique Guerrero.

Uno de los cuadros más emblemáticos y controversiales que se presenta es “El carbonero”, de Kingman. La obra fue postulada al Mariano Aguilera en 1934, pero no fue reconocida ese año. Esto provocó un malestar en el medio cultural e intelectual de la época y, a los dos años de pintada, el artista volvió a postular el cuadro y ganó.

“El homenaje en sí no son las obras colgadas en las paredes, sino el trabajo de identificación. Queremos dar  cuenta de esos vacíos para que los investigadores continúen profundizando en la historia. Ahora identificamos las gacetas municipales donde están las resoluciones del jurado”, precisa Romina Muñoz.

Las fechas para el siguiente ciclo expositivo aún no están definidas, pero el equipo del Mariano Aguilera pretende hacer un homenaje a las artistas galardonadas, quienes desde las primeras ediciones del premio ya son reconocidas. (I)

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