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El éxito rotundo de la Sex and the city para hipsters

El éxito rotundo de la Sex and the city para hipsters
03 de febrero de 2013 - 00:00

Una pareja heterosexual teniendo sexo. El hombre ya está por llegar al clímax ante la impasividad de la mujer. El encuentro concluye con la siguiente frase, por parte de ella: “Fue divertido, esta vez casi tuve un orgasmo”. Así empieza uno de los primero capítulos de la serie “Girls”, de HBO, que barrió en los Globos de Oro de este año como mejor comedia de la televisión norteamericana.

Como anécdota de esa premiación está la descripción que hizo el comentarista de la gala. “Es la Sex and the city de los hipsters”. Ciertamente hay un parecido. La historia está ambientada en Nueva York, pero en Brooklyn, no en Manhattan. Son cuatro mujeres, sin embargo no exitosas, que ni visten ropa de diseñador ni desayunan en restaurantes exclusivos. Son, en realidad, cuatro chicas veinteañeras con serios aprietos económicos y que usan “lo que encuentran”.

Como Carrie Bradshaw, Hannah Horvarth es escritora, pero esta va de tumbo en tumbo. Su sobrepeso ha lanzado su autoestima al suelo. “Nadie puede pensar peor de mí que yo misma”, llega a decir en algún momento. No se cree capaz de conseguir un novio, más bien considera que lo máximo que puede alcanzar es ser el objeto sexual de un hombre medianamente guapo. De hecho, tiene una cuasirrelación con Adam, a quien solo conoce en su apartamento, siempre sin camiseta y a partir de las 23:00. Ella lo reconoce así casi al final de la primera temporada.

Hannah usa el sexo como insumo para sus trabajos literarios, pero nadie la contrata, pese a que su profesor la alaba. Por eso sus padres tienen que ayudarla con el arriendo y debe trabajar como mesera para apenas poder vivir.

Sus compañeras no son tan patéticas, pero poseen iguales conflictos. Shoshanna Shapiro tiene 21 años y para ella su virginidad es un tormento, Marnie Michaels lleva una relación de cuatro años que supuestamente es amor, pero enrealidad es costumbre, y Jessa Johansson está obsesionada con seducir hombres complicados, muchos de ellos casados.
Y es aquí donde se hace gala de lo "hipster", en el vestuario de las protagonistas. Hannah, por ejemplo, usa vestidos largos con lunares de diferentes colores, y Jessa viste idéntica a una hippie de Woodstok.

“Es la historia de cuatro mujeres jóvenes comunes”, sería el clisé, pero aquí dicha afirmación cobra relevancia. Los conflictos personales son el leitmotiv de la serie, que es realidad “pura y dura”. Por eso la consagración del programa se debe a la construcción de los personajes. Lena Dunham interpreta a Hanna de una manera sobria; sus desnudos son usuales, tanto así que en la gala de los Globos de Oro le gastaron una broma sobre si la forzaban a filmar esas escenas. Aparte, Dunham es directora y guionista. Y es justamente en estas dos últimas tareas donde la hasta hace poco desconocida actriz brilla.

Si bien es cierto la serie demora un poco en enganchar al espectador, el recorrido de los personajes a partir del tercer capítulo atrapa.

Los diálogos y la acciones de Hannah son capaces de arrancar una sonrisa, pero esa que se escapa en momentos incómodos y que va acompañada de una torcedura de ojos. Por cierto, todo ello luego de una relación sexual. Uno no la termina odiando, tal vez compadeciéndola y a lo mejor indentificándose un poco.

Las escenas finales siempre son las mejores. No hay conclusión del conflicto, sino más bien una resignación frente al fracaso, casi siempre amoroso, aunque la palabra amor casi nunca se usa. No hay final feliz, ni el telón se cae con un abrazo interminable.

La puesta en escena es humilde, ya no hay pasarelas, sino más bien tiendas de menudeo y cafeterías de paso. No hay grandes locaciones, pero sí conflictos intensos. Hay tríos, enfermedades venéreas, drogas y desempleo de por medio.

El Globo de Oro la catalogó como una comedia, una etiqueta que resulta injusta para “Girls” porque compitió contra series conocidas en ese campo como "The Big Bang Theory" o “Glee”.

Hay situaciones cómicas efectivamente, pero también el tratamiento de temas muy complicados. Y allí otro punto clave, la serie no evangeliza, no trata de dar lecciones a nadie, sino que lleva a la televisión situaciones muy comunes (sin suavizantes) que podrían o no causar algún tipo de reflexión.

La segunda temporada ya empezó. Se estrenó hace dos semanas en HBO con el impulso que le dieron los Globos de Oro el mes pasado y con una buena crítica en los principales medios norteamericanos.

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La serie televisiva tuvo seis temporadas y emitió su primer capítulo por HBO en 1998. Durante dos décadas, el cuarteto de amigas conformado por Carrie Bradshaw, Samantha Jones, Charlotte York y Miranda Hobbes habló con ironía de feminismo, literatura, sexualidad, arte y, torpemente, de amor.

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