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Su novela Salón de belleza es uno de los 100 mejores libros en castellano de los últimos 25 años

Bellatin: “Lo único que intento es ser fiel a mí mismo”

Mario Bellatin estudió cine en Cuba. Aprovecha sus conocimientos cinematográficos para editar sus obras. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
Mario Bellatin estudió cine en Cuba. Aprovecha sus conocimientos cinematográficos para editar sus obras. Foto: Fernando Sandoval / El Telégrafo
30 de junio de 2014 - 00:00 - Vanessa Terán Iturralde

Mario Bellatin es dueño de una risa contagiosa. El escritor, nacido en México, en 1960, posee un sentido del humor mordaz que le otorga la capacidad de reírse de todos y de todo, especialmente de sí mismo. Llegó a Quito como parte del jurado —junto a Consuelo Triviño y Julio Ortega— que elegirá a la novela ganadora del premio Jorge Icaza, organizado por el Ministerio de Cultura del Ecuador y cuyo ganador se anunciará el 24 de julio.

El mexicano ha construido un personaje a partir de su personalidad. Lleva la cabeza totalmente rapada y una túnica negra que parece  una especie de uniforme, complementada con pantalones también negros y botas de estilo punk. Su antebrazo, ausente desde su nacimiento, y que alguna vez sustituyó por una prótesis metálica, está cubierto por la manga derecha.

Pero, ¿qué rastrea Bellatin, un escritor que ha roto con las convenciones tradicionales de la literatura,  cuando lee?

“Yo busco dónde puede estar ese gran quiebre, esa gran diferencia que no tiene que ver con lo novedoso o lo experimental, si no con la sorpresa. Busco una visión propia del mundo, que además cree una estructura y un mundo paralelo. Es lo que yo busco en cualquier autor. Lo que no quiero es que, al ser jurado de un premio en Ecuador, o donde sea, vaya a tener que medir (las obras) con otra vara. Las leo con los mismos ojos con los que leo a Kafka o a Faulkner. No hay una razón para no hacerlo”.

Este escritor detesta las etiquetas. “No soy nada que no sea yo”, asegura con certeza y agrega:“No intento rupturas ni ser experimental. Lo único que intento es ser fiel a mí mismo”.

Bellatin estudió teología, y comunicación en la Universidad de Lima, luego viajó a San Antonio de los Baños para estudiar cine. Escribió su primer libro cuando tenía 10 años, inspirado en su amor por los perros, pero la obra con la que se consagró, Salón de belleza, llegó 24 años más tarde.

La literatura latinoamericana y las consecuencias del boom

Mario Bellatin dictó una conferencia en Quito, en la que se refirió, con el desparpajo que le caracteriza, la etiqueta de ‘literatura latinoamericana’ y el consecuente boom, ese fenómeno editorial ocurrido entre 1960 y 1970 y que convirtió a figuras como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa en ‘escritores-celebridades’, cuyas obras eran consumidas ávidamente en Estados Unidos y Europa, por lectores seducidos por el exotismo y ‘color’ de América Latina.  

Ese hecho marcó la producción literaria del continente  y sus huellas aún se perciben. “Los grandes autores con los que se contaba pasaron a ser de pronto caricaturas de ellos mismos. Si esto pasó con los modelos originales, fue patético lo que comenzaron a producir sus imitadores, aquellos que crecieron a la sombra de esos autores tan venerados en su tiempo”, explicó, y argumentó que algunos de ellos cobraron importancia, no por las ideas y conceptos que proponían en sus libros, si no por el rol social que jugaban en ese contexto.

La escritura de Bellatin parecía no encajar con los parámetros de lo establecido. Su obra no podía decodificarse de la misma manera, porque no fue concebida para satisfacer a un supuesto lector o a  la industria editorial. “Descubrí que era imposible escribir como yo deseaba y no como debía hacerse. Lo que yo consideraba desde muy joven como un arte, carecía de uno de sus elementos fundamentales: la libertad”.

La corriente literaria autodenominada como ‘McOndo’, cuyos autores son sus contemporáneos, surgió en la década de los 90 con la intención de romper con la sombra del boom –a través del realismo absoluto, las referencias a la cultura pop y el contexto urbano como espacio predilecto para desarrollar sus historias– pero, según el escritor, ese propósito no se cumplió. “Yo no veo ahí una ruptura, seguía presente un costumbrismo con otros elementos. Se cambiaba el escenario, pero las estructuras eran idénticas, una literatura costumbrista a morir”.

Y agrega que el principal objetivo del movimiento McOndo “era mostrarle a la gente que eran distintos a un otro. Se identificaban a sí mismos en virtud del otro”, sostiene.

El escritor que desescribe

“Yo he escrito desde siempre y hasta ahora no encuentro ninguna razón para hacerlo, es un deseo que tengo, me da la gana hacerlo. Todo el tiempo eres escritor, no hay un momento particular en que uno elige escribir. No pasa por el gusto o el placer de hacerlo, es una condición que está más allá de una racionalización”.

Sus libros hablan sobre la muerte, la enfermedad, la deformidad de los cuerpos y tienen cierta carga autorreferencial. En Salón de belleza, elegido como uno de los mejores 100 libros en lengua castellana de los últimos 25 años, hace referencia a la expansión del VIH.

Bellatin rehúye a las estructuras clásicas de la literatura, y por eso somete sus textos a un proceso clínico en el que deconstruye, despedaza, corta y sustituye. “Mis estudios de cine me sirvieron mucho para pensar en la edición, en el montaje, cómo a partir de la edición se puede hacer una joya o una porquería. Ese es el punto que viene del cine. Hay una primera parte en la que ejerzo esa pulsión de la escritura que es más irracional, que pasa por una estructura narrativa clásica. Y luego viene la parte de la desescritura, lo que considero que es verdaderamente la acción de escribir”.

Los libros pesan más que los autores

Bellatin piensa a la literatura en términos de libros, prescindiendo de referencias a sus autores. Piensa, por ejemplo, que El coronel no tiene quien le escriba es un libro meritorio, al igual que Los cachorros.

También reflexiona acerca de qué habría pasado si el boom latinoamericano no hubiera impuesto sobre esos autores la necesidad de reiterarse, de recurrir a fórmulas para satisfacer las expectativas de lectores y editoriales.

“La línea entre estilo y fórmula es muy fina. Y ese estilo debe ser propio y estar presente a lo largo de toda la obra del autor: es su visión del mundo, su entendimiento del lenguaje. Pero este debe estar claramente diferenciado de la fórmula. Los autores (del boom) fueron agrupados bajo una misma etiqueta. Eso es lo peor que le puede pasar a un autor”.

Concibe a la escritura como algo que va más allá del papel, del texto. Escribe a través de acciones, de fotografías, de performances, de juegos que requieren la participación activa de su lector.

Ha experimentado con distintas disciplinas y utilizado recursos del teatro y del cine. Acompaña sus textos con imágenes que ha bautizado como las ‘fotos Bellatin’, realizadas con una rudimentaria cámara estenopeica de madera.

Bellatin escribe con su cuerpo y sus acciones y, últimamente, desde su iPhone. “A mí me importan dos cosas: seguir ejerciendo la práctica de la escritura, que yo no sé si sea literatura, otros se encargaron de determinarlo. Y lograr, de alguna manera, que esa práctica dispare nuevas prácticas”.

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