El pasado 31 de octubre se realizó en el Paseo de los Presidentes del Malecón 2000 (Malecón y Aguirre), la final de danza del Festival de Artes al Aire Libre. Como es normal en los actos públicos, los alrededores de la tarima se encontraban abarrotados de ciudadanos, turistas y, por supuesto, vendedores ambulantes.

Los comerciantes iban y venían a toda velocidad, ofreciendo al paso agua, jugos, colas, canguil, cigarrillos, caramelos, algodón de azúcar, entre otros. La oferta era de lo más variada.

A nadie le molestaba su presencia, los únicos con reparos eran los guardias que de cuando en cuando se paseaban por el sector, lo que hacía que los vendedores se esfumaran con la misma celeridad con la que aparecían.

Mala suerte tuvo un vendedor de churros, no logró escapar a tiempo de los guardias, quienes lo abordaron en número y usando la fuerza -como nos tienen acostumbrados los “garroteros” municipales-, le arrancharon su cajón.

El acto causó el reclamo inmediato de los testigos. Ladrones, “robaburros”, ratas y miserables, fueron algunos de los calificativos que gritaban coléricos. Un ciudadano especialmente indignado apuntó a decir: “no son ni policías ni municipales, son guardias privados, no les da vergüenza robarle sus cosas al pobre muchacho”.

En los segundos posteriores, la trifulca se trasladó afuera de la administración, donde los guardias se habían refugiado, obviamente con los churros en su poder.

Me acerqué a preguntar si era legal que un civil -por más que trabaje cuidando el orden- le arrebatara sus pertenencias al comerciante, uno de ellos -al parecer supervisor- me dijo “sí, porque tenemos autorización y, además, nosotros somos los dueños de la seguridad en el Malecón”.

Segundos después, el mismo sujeto se acercó a sacarme fotos, insultarme y amenazarme. “Conozco al presidente del Colegio de Periodistas, te voy a hacer botar del trabajo, vas a ver”, gritó. Así trabajan los “garroteros” privados del Malecón. (I)