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El Telégrafo
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“Somos 100 familias dedicadas a conservar las semillas”

Javier reparte su tiempo entre el cultivo y la preservación de las semillas ancestrales y el cuidado de su pequeño hijo. Su casa fue construida con materiales orgánicos.
Javier reparte su tiempo entre el cultivo y la preservación de las semillas ancestrales y el cuidado de su pequeño hijo. Su casa fue construida con materiales orgánicos.
02 de agosto de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Es una tarea silenciosa que no genera ganancias ni reconocimientos. Eso, en realidad, es lo que menos les importa. A los guardianes de las semillas, lo que más les interesa es conservarlas, pero en lugar de retenerlas, las distribuyen y las intercambian. Decidieron compartir un tesoro que pocos saben que existe.

Los guardianes de las semillas son los principales custodios de los granos nativos que dejaron de circular y que fueron desplazadas por las semillas industriales.

Javier Carrera, de 40 años, es uno de los custodios de estas semillas y, junto a su esposa, ha logrado conservar un banco de semillas que mantiene en su casa. Él forma parte de la Red de Guardianes de Semillas, una organización que surgió con la idea de encontrar posibles estrategias para mejorar el abastecimiento de semillas orgánicas de calidad. Su labor es crucial, porque busca hacer frente al problema de acceso a estos granos, a la desaparición de variedades tradicionales y a la dependencia de las costosas variedades comerciales.

¿Qué hace un guardián de las semillas?

Bueno, rescatamos semillas que no circulan mucho en el mercado, porque la gente las ha olvidado o son muy nuevas. Hemos logrado adquirir mucho conocimiento sobre estas semillas y procuramos transmitir este saber con la gente que se interesa por este tema.

¿De dónde proviene este conocimiento?

Principalmente de pueblos ancestrales que han salvado esas semillas por mucho tiempo. Por ejemplo, en Ecuador sabemos mucho del maíz o de la papa mientras que no sabemos mucho de la lechuga y la cebolla, porque son relativamente nuevas.

¿Por qué las semillas necesitarían tener guardianes?

Porque a lo largo del siglo XX se ha producido una fuerte monopolización por parte de industrias. Estas empresas tienen tanto poder que han logrado incidir en políticas públicas y sacar de circulación a las semillas tradicionales. Hay países donde solo se permite que circulen semillas que cuentan con una certificación estatal y solo las semillas de tipo industrial tienen esta certificación. En Francia el 95% de las semillas que circulan es híbrido industrial.

¿Y en nuestro país?

Nuestro país no firmó el Tratado Internacional UPOV 91 (este tratado asegura la propiedad de las semillas a las empresas que invierten en mejorarlas) y eso nos ha mantenido libres de ese problema. En nuestro país, todavía tenemos semillas que muchos creían desaparecidas. Si yo le digo jícama, posiblemente no la reconozca pero es muy importantes en nuestra alimentación. La gente por copiar la dieta globalizada, que es de tan mala calidad, ha ido abandonando las semillas tradicionales.

¿Es difícil encontrar la jícama en nuestro país?

Volvió a circular y hoy es posible encontrarla en algunos supermercados. De hecho, es una raíz nativa del Ecuador que tiene un dulce inusual llamado inulina, un alimento para los organismos probióticos que habitan en nuestro interior. En Estados Unidos, incluso, se ha puesto de moda, mientras que en Ecuador estuvo a punto de desaparecer. La Red y otras más fueron determinantes, porque consiguieron que circule nuevamente.

¿Lleva mucho tiempo en el mundo de las semillas?

Desde 1998. Trabajaba en el tema de la agricultura orgánica avanzada (permacultura) y faltaban semillas de calidad, porque las que ofrece la industria, es decir, las de almacén no funcionan para la agricultura natural ni para la orgánica. Por esta necesidad de encontrar semillas de calidad comenzamos a contactar con personas interesadas en tener semillas ancestrales. En aquella época, también aprendí sobre el valor de estas semillas, las cuales son, sin duda, el primer eslabón para toda la cadena alimenticia.

Javier reparte su tiempo entre el cultivo y la preservación de las semillas ancestrales y el cuidado de su pequeño hijo. Su casa fue construida con materiales orgánicos.

¿Hay más guardianes en el país?

Somos más de 100 familias en Ecuador las que nos dedicamos a conservar las semillas y nuestra red también está en Colombia.

¿Qué perfil deben cumplir los guardianes?

Querer hacerlo. Hemos tenido guardianes desde 14 años de edad.

¿Cuándo se creó la Red?

En 2002 nos constituimos como movimiento. Hemos tenido una buena influencia en los movimientos alternativos, agroecológicos del Ecuador. De alguna manera, hemos dejado un legado.

¿Cuentan con apoyo gubernamental?

No, porque creemos que el tema de las semillas debe ser lo más autónomo posible. Incluso de las organizaciones no gubernamentales no hemos tenido apoyo. El trabajo es totalmente voluntario; la gente que quiere rescatar las semillas se dedica a ello, porque le interesa no porque le pagan.

¿En este momento hay semillas que pueden desaparecer?

Sí, claro. Por ejemplo el miso (Mirabilis expansa) es una raíz andina, cuyas hojas también se comen como ensalada y es fabulosa. Hay 3 factores que pueden provocar la desaparición de esta y otras semillas: el olvido cultural, provocado por la dieta globalizada que se impone en muchos países; las leyes que pueden dificultar o impedir su libre circulación, que afortunadamente no es el caso para Ecuador, y el ingreso de transgénicos, los cuales representan una amenaza biológica directa a la agrodiversidad.

¿Dónde guardan las semillas?

Depende de cada familia y cada situación. En la Costa y en la Amazonía es más común que se almacenen, después de secarlas a leña o al sol, en la refrigeradora por el clima. Mientras que en la Sierra se las conserva en fundas de papel en la cómoda o en el clóset. Es muy sencillo hacerlo.

¿Y usted dónde las tiene?

En mi casa, en unos muebles de madera muy simples que mandé a hacer. Generalmente, los guardo en frascos. Mi esposa trabaja conmigo en el tema de las semillas.

Los guardianes aplican el principio de solidaridad, porque después de hacer crecer una semilla, la intercambian para que otros puedan sembrarla.

¿Las semillas se venden?

Le diría que más del 90% ha sido donado o intercambiado. Lo que hacemos más es entregar crédito por semillas.

¿Cómo funciona?

La gente que es socia de la red tiene el derecho de venir y llevarse la semilla con la promesa de que devolverán más de la que se llevaron. También se intentan vender, porque el productor lleva a cabo una labor de alta calificación artesanal y merece obtener un precio por la semilla que ha cultivado.

¿Es difícil cultivar semillas en Quito?

Depende de qué semillas. Nuestro país tiene la ventaja de los pisos ecológicos y eso nos permite cultivar todo.

¿Pero a 2.800 metros de altura?

Hay semillas que se dan muy bien y otras que no. Por ejemplo, la lechuga crecerá bien; el tomate es un poco más difícil pero se logra; la acelga es más complicada aún; y la papaya evidentemente no.

¿En qué radica el valor de la semilla?

Es múltiple, nosotros decimos que es genético y cultural: 50% es información genética que es la herencia que recibimos de nuestros ancestros de plantas de calidad, adaptadas al clima local; y por otro lado es cultural, porque en ellas está toda la identidad que la gente ha puesto en esa semilla, desde las formas de cultivo hasta formas de consumo. La diversidad de alimentos que necesitamos los seres humanos para vivir, en realidad, no está representada en la semilla industrial. Sin la semilla ancestral no tendremos alimentos para aspirar a una soberanía alimentaria de manera sostenible.

¿En qué momento la semilla industrial desplazó a la ancestral?

Cuando los químicos ingresaron con fuerza.

¿Por qué sucedió?

Es que una semilla natural no responde bien a los agroquímicos, porque estos son una aberración a la naturaleza. Entonces, los científicos tuvieron que crear semillas industriales que respondieran a los químicos aunque sea por un corto tiempo. Cada 2 o 3 años sacan una nueva semilla industrial, porque la anterior ya no funciona. El agricultor se acostumbró a comprar esa semilla y olvidó cómo guardarla. Eso realmente es gravísimo.

Durante 10 mil años, millones de personas en el mundo seleccionaban, cada año, semillas para tener la mejor calidad posible de estas a nivel local pero eso cambió con el transcurso del tiempo. En los años sesenta, con la introducción de los agroquímicos, realmente esto se frenó. Es penoso, pero actualmente son un puñado de personas quienes mantienen esta herencia viva.

En la tierra

Las sociedades actuales desconocen el valor integral y la importancia de las semillas. Incluso, su procedencia nos parece insignificante.

Nuestro país posee una inmensa variedad de germoplasma natural, miles de semillas y una diversidad de especies nativas útiles para nuestra alimentación, un tesoro que estamos obligados a cuidar.

Los guardianes aplican la solidaridad, porque después de hacer crecer una semilla, la intercambian para que otras familias, a su vez, la cultiven y compartan.

Algunos guardianes viajan para encontrar nuevas semillas nativas. Los bancos de semillas que muchas familias conservan en sus viviendas pueden durar varios años. Lo importante es conocer cómo preservarlas mejor.

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