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Fanáticos de las dietas saludables

Fanáticos de las dietas saludables
05 de julio de 2015 - 00:00 - Andrea Rodríguez Burbano

Están obsesionados con la calidad de los alimentos que se llevan a la boca, y llegan al extremo de analizar cada uno de sus componentes. Están tan preocupados por su dieta que se olvidan de disfrutar del placer de comer. A esta obsesión de las dietas saludables, se la conoce como ortorexia y de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) este desorden alimenticio afecta al 28% de la población de los países occidentales.

A diferencia de la anorexia y la bulimia, las personas con ortorexia viven para planificar su dieta diaria y solo se permiten alimentos que sean realmente ‘sanos’. Para constatar si los productos cumplen con estos requisitos, investigan su contenido nutricional y pocas veces incumplen con su programa alimenticio.

En su dieta, no está permitido el consumo de carne, grasas, verduras y frutas cultivadas con pesticidas o herbicidas ni de aquellos que contienen componentes artificiales. Si la fruta o las verduras no proceden de la agricultura ecológica simplemente no la consumen. En otras palabras, no admiten ninguna transgresión alimenticia. Son muy estrictos con su régimen alimenticio. De hecho, la ortorexia se manifiesta en personas que son más exigentes consigo mismas. Son personalidades extremistas: quieren todo o nada.

Un informe publicado en la revista Vanity Fair advierte que las personas más vulnerables son aquellas que se dedican a practicar diferentes deportes como el fisicoculturismo o el atletismo. Al dedicarse a estas actividades, llegan a desarrollar una extrema sensibilidad a algunos alimentos, porque buscan mantener su imagen.

Hace 15 años, Steve Bratman definió a este trastorno como ortorexia, un término que proviene del griego (ortho, “justo”, “recto” y orexia de “apetencia”) que traducido al español significa “apetito correcto”.

A finales de los años setenta, Bratman fue cocinero y agricultor orgánico de una comunidad en Nueva York y se autoproclamó como un comedor de extremos.

Bratman vivió en una época en la cual surgió un sinnúmero de teorías alimentarias, defendidas por líderes de diferentes grupos dietéticos quienes tenían discursos contradictorios sobre lo que constituía una ‘buena alimentación’. Finalmente, Bratman acabó por diseñar su propia dieta que consistía en vegetales acabados de recoger del huerto.

Según la revista Psicocentro, al igual que muchos otros ortoréxicos, sus restricciones dietéticas se volvieron cada vez más inflexibles y animaba a otros a seguir su ejemplo y a castigarse cuando probaran una pequeña porción de algún alimento que él consideraba prohibido. A estos extremos llegó este estadounidense, quien después de varios años cambió estos hábitos alimenticios y finalmente decidió comerse una pizza y disfrutar de una copa de helado.

Desequilibrio alimenticio

Muchas personas, diagnosticadas con este trastorno, son incapaces de acudir a un restaurante o a un almuerzo entre amigos, porque no pueden controlar el contenido nutricional de los alimentos.

En un informe, varios especialistas de la OMS alertan sobre la posibilidad de que este trastorno pueda tener consecuencias físicas, pues hay personas que prefieren no comer antes que servirse algo que no consideren adecuado, lo que puede conllevar a sufrir desequilibrios en el balance nutricional.

Para los nutriólogos, este trastorno comienza con un ‘inocente’ intento por comer de manera saludable, pero con el transcurso del tiempo, se torna más exigente y obsesivo sobre qué come, cuándo lo come y cómo lo come. Francisca Cifuentes, máster en nutrición y dietética, advierte que con el tiempo han cambiado los hábitos alimenticios en nuestro medio. “En esta época se han creado determinados patrones que generan trastornos conductuales, los cuales se ponen de manifiesto en las personas que comen de manera compulsiva, en aquellas que sufren anorexia y ahora también en los ortoréxicos”, explica.

Cifuentes coincide con la descripción de estas personas al señalar que siempre están preocupadas por comer productos sanos, naturales y orgánicos. La especialista añade que quienes sufren de este trastorno deben ser tratados por un psicólogo y, al mismo tiempo, por un nutricionista. “Muchas personas ortoréxicas dejan de consumir legumbres por el miedo a los químicos, pero en nuestro país resulta difícil comprar productos orgánicos, porque no son fáciles de encontrar y porque son costosos”, explica.

Francisca insiste en que se ha puesto de moda no comer nada, porque afecta a la salud, pero lo que más nos afecta es dejar de comer.

Sugiere buscar alternativas para comer de forma más saludable, pero sin llegar a los extremos.

En eso está de acuerdo, Ana Carolina Andrade, una deportista que vívía preocupada por consumir alimentos naturales.

Cuenta que aunque ningún médico le diagnosticó ortorexia, siempre presintió que tenía algún trastorno. “Tenía amigos que eran muy preocupados con el tema de los productos sanos y me contagié de esta manía. Llegó al punto de comer solo lo que ella preparaba, incluso desconfiaba de los alimentos que le servían sus familiares. “Ya me veían como bicho raro, porque evitaba comer lo que me brindaban, porque no sabía si realmente eran alimentos sanos. Una vez les pregunté si el brócoli era orgánico y todos se pusieron a reír”, dice Ana Carolina.

Aunque mantiene una dieta equilibrada, sin muchas grasas y carbohidratos, disfruta de lo que come, incluso cuando está de viaje. Aclara que la persona que sufre de ortorexia no está preocupada por el sobrepeso ni tienen una percepción equivocada de su aspecto físico, sino que su preocupación se centra en mantener una dieta sana.

Trastornos obsesivos

Quienes tienen una preocupación excesiva por la comida sana y la convierten en su principal objetivo de vida, podrían sufrir un comportamiento obsesivo-compulsivo.

Las personas que llegan a estos extremos tienen una obsesión que, en realidad, carece de fundamento como lo señala el psiquiatra Armando Camino, quien sostiene, además, que los trastornos alimenticios parten de una visión distorsionada del cuerpo, su peso y sus proporciones.

Cuando las personas presentan estos trastornos —precisa el especialista— es necesario que reciban la atención de especialistas. “El tratamiento, en esos casos, debe ser integral, porque no es un tema que no solo le atañe a la nutrióloga, sino también al psicólogo y también al psiquiatra”, explica.

Camino asegura que al enfocarse solo en la comida sana, las personas ponen en riesgo su circuito de defensas, porque al no estar bien alimentados, todo les afecta.

“No comen carne, porque creen que está llena de toxinas, pero es una importante fuente de proteínas, tampoco prueban la sal, porque aseguran que les hace daño, sin saber que el cuerpo necesita sodio; esa es la dieta que mantienen sin saber que están privando a su organismo de alimentarse de manera equilibrada”, sostiene el médico.

Este trastorno obsesivo-compulsivo lleva a los ortoréxicos a eliminar por completo de su dieta ciertos alimentos que contengan cualquier resquicio de colorantes artificiales o conservantes, pero también cualquier tipo de grasas.

En muchos casos, evitan las carnes rojas, los lácteos o los azúcares. A toda hora estructuran y planifican cada comida de su dieta casi con una precisión matemática.

Aunque este trastorno tiene un tratamiento específico, hay psicólogos que coinciden que son casos difíciles de abordar, puesto que la línea que divide la pasión por llevar una vida sana y la obsesión es realmente muy fina.

Una investigación desarrollada por el Departamento de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Navarra, en España, señala que el objetivo de quienes presentan este trastorno no es bajar de peso, sino alcanzar una buena salud física, libre de grasas saturadas, colorantes, pesticidas y de todo lo que puedan considerar dañino para su organismo.

Los nutriólogos no dejan de afirma que según el tipo de dieta, algunos adeptos a los alimentos naturales, todavía pueden ser víctimas de hambre crónica.

La deportista Ana Carolina Andrade defiende, a ultranza, el gusto por la alimentación sana, porque se refleja no solo en la balanza, sino que también mejora la calidad de vida y previene enfermedades.

Confiesa que es difícil no sucumbir a las tentaciones como las frituras y las grasas, pero cree posible habituar al organismo a evitar estos alimentos que, según asegura, tienen graves falencias nutricionales.

Aunque evita, a toda costa, caer nuevamente en la obsesión por lo natural, considera necesario corregir los hábitos alimenticios perjudiciales y reforzar aquellos que son adecuados para mantener una buena salud.

ESPECIALISTA

3 desparasitantes naturales para ellos

Un estudio del psicólogo español Ricardo Ros insiste en que es fundamental diferenciar entre los deseos y el mundo real. Según Ros, cuando una persona no es capaz de distinguir entre sus deseos y sus necesidades de alimentación, se entra en un mundo de fantasías que puede favorecer una alimentación poco sana. El aprendizaje familiar desempeña un papel crucial en el uso y función de la comida como anestésico de las emociones. Afirma que no solo se come por hambre y por necesidad biológica, sino que comer es un placer y hay que vivirlo de manera consciente.

CONSEJOS

Las dietas de Internet no son confiables

Está claro que las personas que tienen este desorden alimenticio lo que buscan no es solo bajar de peso, sino mejorar la calidad de vida. Si usted está en este grupo, los especialistas sugieren no seguir las dietas que se promocionan en Internet, en particular, en las redes sociales, ni tampoco los consejos de amigos. La mejor opción siempre será consultar a un profesional.

La cantidad de calorías que una persona necesita dependerá de la edad, el sexo, la actividad física y alguna patología que pueda influir en la alimentación. Las personas que se ven obligadas a suprimir algún grupo de alimentos deben recurrir al nutricionista para que realice un seguimiento de su alimentación, seleccione los alimentos y les enseñen a prepararlos de una forma determinada.

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