Publicidad

Ecuador, 28 de Marzo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Comparte

En la cárcel se practica Kundalini Yoga para combatir la ansiedad (Galería)

Todas conocen el ritual: se descalzan y ocupan diferentes lugares en la sala. La mayoría usa lycras y lleva el cabello recogido. Es jueves y la clase de yoga está por empezar. Las colchonetas están alineadas y en los pasillos del Centro de Rehabilitación.
Todas conocen el ritual: se descalzan y ocupan diferentes lugares en la sala. La mayoría usa lycras y lleva el cabello recogido. Es jueves y la clase de yoga está por empezar. Las colchonetas están alineadas y en los pasillos del Centro de Rehabilitación.
17 de agosto de 2014 - 00:00 - Andrea Rodríguez

Todas conocen el ritual: se descalzan y ocupan diferentes lugares en la sala. La mayoría usa lycras y lleva el cabello recogido. Es jueves y la clase de yoga está por empezar. Las colchonetas están alineadas y en los pasillos del Centro de Rehabilitación Social Femenino, ubicado en El Inca, el bullicio no ha cesado. Las voces de las reclusas —algunas más agudas que otras— inundan los corredores más próximos al salón. La instructora de Kundalini Yoga, Sat Prakash Kaur da inicio a la práctica a la hora fijada, 15:00. La suma de ruidos —grandes y pequeños— no es un obstáculo. Las internas aprendieron a lidiar con él.

Sentadas, con la espalda bien erguida, los ojos cerrados y las piernas cruzadas, están listas para practicar los diferentes mantras. Al iniciar la práctica, pronuncian en voz alta el Adi Mantra: “Ong namo guru dev namo” que significa “hago un llamado a la Sabiduría Divina”.

Mantra es una palabra que proviene de 2 raíces sánscritas: man (“mente”) y tra (“liberar”). El mantra se convierte así en una vía para liberar la mente y despertar a estados más altos de conciencia. Adi significa “primero” y mantra, “proyección creativa de la mente a través del sonido”. De esta manera, el Adi Mantra representa la primera acción creativa.

A través de esta práctica, las internas pueden conectarse con la Cadena Dorada, energía del Kundalini Yoga que se transmite de persona a persona, de profesor a alumno, de gurú a profesor, del universo al gurú. Cuando las internas cantan el Adi Mantra se abren al ser superior, al maestro interior, que une a todos los maestros espirituales que perfeccionaron esta ciencia. “Nos conectamos con los maestros que nos han antecedido. Es como un linaje”, explica la instructora.

La música que acompaña a la sesión está almacenada en el reproductor multimedia de la instructora. Para amplificar el sonido, recurre a unos pequeños parlantes que lleva en su bolso cada vez que tiene clases en la cárcel. La música es tan relajante que, al escucharla, la respuesta casi inmediata es cerrar los ojos. “Cuando escucho estas melodías pienso que estoy en otro lugar, lejos de esta cárcel”, dice Rosa.

Las mujeres realizan un calentamiento corporal y llevan a cabo una kriya, una secuencia de ejercicios, cuya finalidad es trabajar un aspecto específico. En el caso de las internas, la kriya se enfoca a tratar la fatiga emocional. Una kriya tiene poderosos efectos físicos, mentales y espirituales. La mayoría de reclusas ha encontrado en esta técnica el mejor camino para despojarse del estrés, la ansiedad, la depresión y alcanzar estados de relajación que pocos creerían posibles dentro de una cárcel. Pero ¿qué es el Kundalini Yoga? Es una práctica milenaria nacida en India. El objetivo es que a través de la realización de series de ejercicios específicos, meditación, repetición de mantras y pranayamas (control consciente de la respiración) cada persona movilice su propia energía vital para cambiar su estado anímico, balancear su mente y equilibrar las emociones.

Cristina asiste a la práctica desde que comenzaron a impartirse estas clases en el Centro de Rehabilitación. “Me fascina el Kundalini Yoga, porque me ayuda a desestresarme. Salgo más relajada y tranquila”. En una de las sesiones aprendió la técnica Respiración de Fuego, un ejercicio rápido, de dos a tres respiraciones por segundo; casi no hay pausas entre inhalación y exhalación. El foco de la energía se concentra en el ombligo. Antes de ingresar a la cárcel, Cristina no sabía nada sobre esta práctica ancestral que, según asegura, está cambiando su forma de enfrentar los problemas. “Soy más positiva. Ya no me hago mucho lío aquí adentro”. Su compañera Carmen también practica esta técnica. “Para mí, fue incluso una oportunidad para hacer muchas amistades con personas que ni siquiera conocía”. Confiesa que le llamó la atención que en la cárcel dieran clases de yoga. “Me pareció novedoso, porque tenemos talleres de literatura, fomix, básquet, voleibol, inglés, pero yoga no. Era diferente”.

Sat Prakash acompaña a las internas en su aprendizaje. A través de un trabajo personal de cuerpo, mente y alma, se busca que cada persona encuentre el amor a sí misma y, al tiempo, sea capaz de entregarlo a los demás. “En las clases, soy solo un instrumento, un canal. Son las enseñanzas las que actúan”, aclara la instructora. Esta joven ecuatoriana practica el Kundalini Yoga, desde hace una década. Ella, junto a otras compañeras, creó el proyecto Amara que significa “eterno” en sánscrito. El propósito de esta iniciativa era servir a los demás, así que decidieron dar clases gratuitas en el ex Penal García Moreno. La respuesta fue positiva. Primero dieron una práctica demostrativa y luego les asignaron un espacio en la cárcel 2 del ex penal. “Primero nos acomodaron en una bodega, cerca de la basura. Después nos habilitaron un lugar más grande y apropiado, lejos de la bulla propia de la cárcel”. En un inicio, solo asistían uno o 2 reclusos, pero luego fueron más de 15. Nunca fue una actividad obligatoria. “Recuerdo que, en una ocasión, un hombre se me acercó y me contó que gracias a esta práctica había dejado las drogas”.

Durante 4 años fueron instructoras en el ex penal. Interrumpieron la práctica desde que trasladaron a los reclusos al Centro de Rehabilitación de Latacunga. “Es más difícil para nosotras trasladarnos hasta allá, porque nosotras cubrimos todos nuestros gastos de traslado”. La experiencia en el ex penal fue decisiva, porque pudieron replicarla en la cárcel de mujeres, gracias al apoyo y a la apertura de la Directora del Centro de Rehabilitación Social Femenino, María José Alcívar.

La idea de llevar esta técnica a este lugar proviene de la Fundación Mujer de Luz, cuya directora es Gurujot Kaur, quien explica que la entidad nació en 2009, en Chile. El objetivo —precisa— es llevar, las enseñanzas del Kundalini Yoga a mujeres privadas de su libertad, mujeres que viven distintas condiciones de vulnerabilidad a nivel psíquico, emocional, físico, sexual, espiritual y económico. El material utilizado en las prácticas pertenece a esta fundación. Las instructoras imparten la clase de forma gratuita y, además, cubren, con sus recursos, los gastos del transporte para llegar a la cárcel todos los lunes y jueves. “Salimos de los centros de yoga para ofrecer programas gratuitos a estas mujeres. En la cárcel nos ayudan con el espacio y la convocatoria a las mujeres”, acota Gurujot. Pero no solo imparten las enseñanzas de esta técnica ancestral. Su compromiso es aún mayor. Con el apoyo de especialistas realizan un diagnóstico y seguimiento a cada una de las reclusas. El objetivo: conocer el impacto de las clases en su vida diaria y, al mismo tiempo, mejorar la práctica.

Gurujot indica que esta se enfoca, sobre todo, en problemáticas específicas, como el estrés y la ansiedad. Después se orientarán hacia los comportamientos adictivos. En esta tarea, la Fundación Mujer de Luz siempre necesitará el apoyo de las instituciones públicas y de personas que quieran sumarse a la iniciativa. Son cinco las instructoras que se turnan para dar las clases: Mahatma Kaur, Shant Bir Kaur, Sahiba Manuela, Sat Prakash Kaur y Gurujot Kaur. Todas practican Kundalini Yoga.

A las sesiones no siempre asiste el mismo número de alumnas. Varía entre 3 y 20. Una de las reclusas comenta que al principio muchas se entusiasman, pero abandonan la práctica, porque demanda constancia. “A mí me encantó desde que empecé, a otras no mucho, pero esto es voluntario, nunca nos han obligado”, comenta. María asistió por primera vez la semana pasada. Solía acudir al taller de bailoterapia, pero una compañera de celda, le comentó “lo rico que se siente el yoga”. Aceptó la invitación y se incorporó a la práctica. “Quiero experimentar algo nuevo; quiero relajarme y tratar de pensar en otras cosas que no sea el encierro y la soledad”.

Alejandra Jaramillo, quien estudió Psicología Clínica en la Universidad Central hace un seguimiento a las reclusas que acuden, de forma constante, a las clases. Su proyecto comunitario para graduarse consiste, precisamente, en realizar una investigación a partir de esta práctica. Al principio, pensó en realizar un estudio del movimiento GLBTI, pero después comenzó a practicar Kundalini Yoga y su investigación nació de su propia experiencia.

“Cuando tomé las clases comencé a notar cambios significativos a nivel físico y emocional. Podía controlar ciertas situaciones. Además, como psicóloga es una herramienta que permite guiar a las personas desde una postura neutral”. Con esta vivencia, Alejandra decidió que su proyecto de investigación consistiría en realizar un diagnóstico y seguimiento a las internas que practican esta técnica.

Después de realizar varias encuestas, constató que los resultados son satisfactorios. Comenta que quienes son más disciplinadas experimentan los beneficios. Para Ana es fundamental asistir todos los lunes y jueves. “Cuando tengo un problema, que aquí no faltan, me voy a mi celda y practico lo que me enseñaron. Bastan unos minutitos y ya estás bien de nuevo”. Alejandra advierte que no todas están listas para vivir esta experiencia. “Es una herramienta que permite encontrar una cierta paz y neutralidad interior. Otras personas pueden encontrarla con otros métodos”.

El yoga, presente en otras cárceles

Cada vez hay más centros de reclusión que reconocen al yoga como una de las actividades más beneficiosas para los presos y, por qué no, para los mismos centros carcelarios. La Fundación Prison Phoenix, en Inglaterra, fue creada con el fin de llevar el yoga y la meditación dentro de las prisiones.

Según la BBC de Londres, la organización benéfica opera en casi 80 prisiones, ya sea a través de clases a los encarcelados o por medio del envío de libros y CD. “Estamos realmente respondiendo a una necesidad que los prisioneros han estado expresando. Ellos piden algo que les pueda ayudar con la tremenda cantidad de fatiga y presión mental que tienen que enfrentar”, indicó Sam Settle, director de la fundación, según lo cita la edición digital de la BBC.

En algunas cárceles de México también se ha recurrido a esta herramienta, aunque se trata de otras técnicas de yoga.

Ann Moxey, maestra de parinaama yoga, tiene un blog para compartir textos que otros presos escribieron para hablar de los beneficios que obtuvieron del yoga en prisión. Uno de ellos dice que por primera vez aprendió a respirar, porque no sabía hacerlo. Otro asegura que fortaleció su carácter, porque ya sabe cómo canalizar el miedo. Para quienes interactúan en su blog el yoga también mejora la flexibilidad corporal. En Suecia, el yoga se ha convertido en parte del sistema carcelario.

Para la instructora Sat Prakash el impartir las clases en una prisión ha sido un proceso de aprendizaje, un proceso para reafirmar lo aprendido en el Kundalini. “Nosotros vemos a las personas como seres de luz. Nunca como personas que cometieron un delito. Indica, además, que en Kundalini no hay nada bueno o malo, lo que existe es la ignorancia.

Quienes han profundizado en esta técnica dicen que cuando una persona hace daño a otra, no tiene conciencia de que está actuando contra sí mismo. La primera vez que Sat Prakash llegó al Centro de Rehabilitación Social Femenino, en compañía de otras instructoras, sintió una energía muy poderosa. “Había una gran barrera. Seguramente todas ellas se preguntaban ¿para qué veníamos?

En ese momento, sus expectativas se derrumbaron, pero nunca desistieron. Cada lunes y jueves se someten, como cualquier persona que ingresa a la cárcel, al cacheo. Tras la revisión, dejan sus cédulas de identidad e ingresan.

Tras casi 4 meses de clases, las internas las conocen e incluso después de la práctica, algunas les consultan sobre diferentes aspectos del Kundalini Yoga. “Me gusta como visten de blanco y como llevan el cabello largo. Parecen tan relajadas que nos contagian con su energía. Ellas llegaron para darnos paz”, dice una de las mujeres que acude desde el primer día a las sesiones.

Contenido externo patrocinado