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El Telégrafo
Inty Gronneberg

Cegueras colectivas

22 de mayo de 2020 - 00:00

Hay ciertas realidades que al no ser discutidas generan cegueras colectivas, puesto que nos acostumbramos a los fenómenos más atroces, si no existe reflexión sobre ellos. Es algo así como tapar la podredumbre con una alfombra, y seguir caminando por encima; huele mal, pero a fin de cuentas nos terminamos curtiendo.

El extravío social fruto de la ceguera tiene un sinnúmero de ejemplos: Somos un país extremadamente inequitativo, dentro de la región más desigual a nivel planetario, y nos hemos aclimatado a sentir la pobreza como algo normal. El ofuscamiento sobre este tema no permite el poder discernir que ningún Estado puede crecer con brechas de desigualdad tan grandes, porque estas terminan en desestabilización social que, a su vez, destruye los planes a largo plazo.

La invidencia termina incluso generando alucinaciones. Para muestra de ello, hay nociones de ciertos grupos de poder propuestas en el debate nacional que tratan de implementar la caridad como su único rol, mientras que a la clase media le imponen el gigantesco sacrificio de cargar con la crisis. Luego se terminan preguntando ¿Por qué el radicalismo toma fuerza y gana elecciones en democracia? El delirio además no tiene límites, evitando hasta percibir que instituciones como el Fondo Monetario Internacional sugieren que se consideren impuestos a los más pudientes para frenar el aumento de la brecha social, que incrementará aún más fruto de la actual pandemia.

Luego se puede avanzar hasta los niveles de la fantasía: siendo uno de los países más biodiversos, destruimos con nuestras acciones la naturaleza cada día, mientras idealizamos al encierro como una cura para el ambiente.

Evaluar nuestros supuestos no es una cuestión de satanizar el presente, o ser extremista, sino más bien es un proceso necesario para poder despertar. Hay que volver a la lucidez y repensarnos como una sociedad que necesita ser distinta, sin supuestos, y reaprender el verdadero valor de conceptos tan fundamentales como nuestros conocimientos ancestrales, esos que ahora son tan empequeñecidos.

La sensatez volverá cuando en el país empecemos a revalorizar nuestras costumbres y empecemos a su vez a romper esas lógicas de burbujas sociales, en las que la clase media no piensa cómo cooperar con los más pobres, o la clase más pudiente no proyecte cómo asociarse con los sectores populares. (O)

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