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El Telégrafo
Juan Carlos Morales

Esperando a los bárbaros

11 de junio de 2020 - 00:00

Pablo Picasso pintaba rodeado de máscaras africanas, porque admiraba esa síntesis de los pueblos llamados “primitivos”. Esas obras colectivas están diseminadas en los grandes museos del mundo, vistos como objetos antropológicos.

Bélgica saqueó las máscaras cuando tenía su propia colonia privada en el Congo, 60 veces más grande que su propio territorio. Están las huellas del genocidio atroz cometido por Leopoldo II en aras de la civilización europea. Su estatua se retiró de Amberes y no hay una sola de Adolf Hitler que se creía ario, rubio y de ojos azules.

William Rubin, del Museo Moderno de Nueva York, según reseña Eduardo Galeano en el libro Patas arriba, la escuela del mundo al revés, emprendió junto con un equipo un cotejamiento del arte europeo con el legado de África. “El genio más alto del arte del siglo XX, Pablo Picasso, trabajó siempre rodeado de máscaras y tapices de África, y ese influjo aparece en las muchas maravillas que dejó. La obra que dio origen al cubismo ‘Las señoritas de la calle de Aviñón’ –en referencia a las cinco prostitutas barcelonesas– brinda uno de los numerosos ejemplos. La cara más célebre del cuadro, la que más rompe la simetría tradicional, es la reproducción exacta de una máscara del Congo, que representa una cara deformada por la sífilis, expuesta en el Museo Real del África Central, en Bélgica”. De Klee a Modigliani, de Max Ernst a Giacometti, la deuda con la cultura de África es innegable.

Tras escuchar el discurso del reverendo Al Sharpton “¡Quita tu rodilla de mi cuello!”, a propósito del asesinato de George Floyd, se entiende los 401 años de segregación en Estados Unidos, pero también en el mundo. Hay que leer otra vez Esperando a los bárbaros, de Coetzee, porque tal vez los “salvajes” reales sean quienes no dejaron entrar a Ella Fitzgerald en un bar de jazz en Hollywood, hasta que intervino Marilyn Monroe. Tal vez los bárbaros sean, como sugiere Cavafis, un pretexto para culpar al otro de sus propios complejos. (O)

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