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Sobreviviendo

Sobreviviendo
21 de julio de 2014 - 00:00 - Libertad Gills Arana, Cineasta

El pequeño Jiro desea volar. Su fuente de inspiración son los aviones que construye el ingeniero italiano Giovanni Caproni. En sueños, el pequeño Jiro conoce al maestro Caproni, quien le dice: “Los aviones son sueños. Los ingenieros hacen que los sueños se hagan realidad”. Luego, cuando Jiro se convierte en un exitoso ingeniero de aviones, se da cuenta de que sus creaciones son utilizadas para matar. Con arrepentimiento en la voz le dice a Caproni: “Nos conocimos en un sueño pero ahora estamos en una pesadilla”.

Hayao Miyazaki, el director de El viento se levanta, es muy popular en Japón y también es uno de los cineastas más importantes a nivel internacional. Su película Spirited Away (2001), por ejemplo, fue más exitosa que Titanic en la taquilla japonesa (recaudó aproximadamente $ 300 millones); ganó el premio Golden Bear en el Festival de Berlín en 2002 y fue la primera película de anime que obtuvo un Oscar. Miyazaki es uno de los pocos auteurs que puede hacer películas taquilleras; Hitchcock, fue otro.

 Esta última creación (recaudó $ 115 millones en los cines de Japón) y es la primera película de Miyazaki para un público adulto. Como lo explica en una entrevista con The Telegraph (9 de mayo, 2014) quiso hacer un filme como Ladrón de bicicletas, De Sica (1948). Dice: “Ladrón de bicicletas era en blanco y negro y mostraba las dificultades de la  vida, con el padre y el hijo andando por la ciudad. Recuerdo que salí del cine pensando: ‘No entiendo’. De hecho, ¡a menudo salía del cine pensando eso! Entonces cuando me di cuenta que El viento se levanta podría ser igual, me dije ‘Bueno, apostemos todo en esta película’. Es más difícil que el resto pero los niños que la vean algún día la entenderán”. Con El viento se levanta, Miyazaki se propuso hacer un clásico —y lo ha logrado—. Un niño (o adulto) puede verla y tal vez no la entienda la primera vez pero jamás la olvidará.

El viento se levanta es, quizás, la más contradictoria de sus películas, tanto por la temática como por el tono. Es contradictoria porque existe en un espacio entre el sueño y la pesadilla. Se desplaza con gracia sobre una cuerda floja suspendida entre la felicidad y la tristeza, entre el amor y el egoísmo, entre la increíble ambición de un artista y la horrible realización de que su creación ha sido utilizada para el mal.

El protagonista es Jiro Horikoshi, el diseñador de los aviones de guerra Mitsubishi A6M Zero que fueron utilizados para bombardear, entre otros sitios, Pearl Harbor en 1941, el año que nació Miyazaki. Jiro es representado como un artista brillante, obsesivo y exitoso. El filme muestra los sacrificios que hace el personaje al perseguir una obsesión tan profunda y dominante; y cuestiona el precio del éxito. Sin embargo, jamás juzga al personaje ni a sus decisiones: ahí reside, quizás, la belleza de la película.

El sueño y la pesadilla son las dos caras de una creación. El avión puede ser visto como un objeto bello que nos permite viajar, acercarnos a personas de distintos lugares, experimentar la libertad de las aves, así como también se puede lo visualizar como un objeto que destruye ciudades y deja generaciones traumadas por la guerra. La humanidad decide cómo utilizar sus invenciones. Pero ambas posibilidades —la belleza y la destrucción— siempre están presentes como dos consecuencias de una misma creación.

Más allá de un sencillo mensaje en blanco y negro, Miyazaki muestra la atracción (sobre todo estética) de la tecnología y  las inevitables contradicciones de la modernidad. En una imagen surrealista, vemos a un vagón de bueyes cargar las partes de un avión. No necesitamos palabras ni explicaciones para sentir la contradicción de esta imagen. Es una imagen que lleva el sello Miyazaki al ilustrar la interacción entre el hombre y la naturaleza.

La relación ser humano-naturaleza está plasmada en el mismo título de la obra. El filme empieza con —y la repite varias veces después— la frase de Paul Valéry: “Le vent se lève! . . .  Il faut tenter de vivre!” (“¡El viento se levanta! ¡Hay que tratar de vivir!”). La naturaleza inspira al hombre, lo despierta, lo mueve a la acción, incluso en contra de la misma naturaleza. A veces es una negociación, otras veces es una lucha. Hay momentos de tensión, como momentos de armonía. La respuesta de algunas personas, como Jiro y Miyazaki por ejemplo, es la creación. La creación artística es una forma de sobrevivir, una manera de seguir adelante en un mundo cambiante. Ante el malestar de muchos pacifistas de Japón (por otros motivos también ha molestado a la derecha nacionalista), Miyazaki no juzga a Jiro, uno de los creadores de aviones de guerra de Japón. Quizás porque se identifica con él: Jiro es también un artista, un artesano y un creador. El artista, para bien o para mal, tiene que seguir haciendo su obra. Es la única manera que conoce de continuar existiendo, incluso cuando el viento se levanta.

Es difícil no hacer paralelos entre el cineasta y el protagonista principal, y no solamente por el parecido físico. Miyazaki conoce de cerca cómo es cuando un camino te elige, cuando tu pasión te dirige la vida, como un llamado que no puedes evitar. Como Jiro, Miyazaki es un adicto al trabajo. Se despierta a las 6:00 y trabaja desde las 9:00 de la mañana hasta las 9:00 de noche, incluyendo los sábados y los feriados. Los storyboards iniciales (plano por plano) de todas sus películas los dibuja él, completamente a mano. Luego su equipo de animación desarrolla sus dibujos pero él siempre revisa su trabajo y dibuja de nuevo, cuando sea necesario. Es un auteur de animaciones, algo muy raro porque las animaciones suelen ser un trabajo colectivo. Le toma 4 años hacer cada largometraje y cada película que hace tiene un estilo y una visión que es completamente personal.

El maestro Miyazaki, de 73 años, ha dicho que esta será su última película; algo comprensible cuando se toma en cuenta el largo y meticuloso proceso que implica cada nuevo proyecto. Por ahora, dice que se quiere dedicar a instalaciones y cortos. Como Akira Kurosawa, que filmó Sueños a los 80 años, Miyazaki ha logrado plasmar una obra poética y madura. En ella expone la tensión entre la modernidad y la tradición, entre la pesadilla y el sueño; es decir sobre el significado esencial del ser humano.

A pesar de tener algunas de las imágenes más devastadoras que yo haya visto (la representación del terremoto de Kanto de 1923 me hizo pensar en la explosión nuclear cerca del monte Fuji en Sueños) El viento se levanta transmite esencialmente esperanza en la vida y en el motor que nos mantiene vivos: la creatividad y la capacidad de soñar. Pueden destruir nuestras ciudades, quemar nuestras casas, matar a nuestra gente, pero el espíritu humano sigue vivo. Se expresa a través del arte y de la creación. Es el mensaje de una persona que ha vivido el sufrimiento de su nación; la destrucción y reconstrucción de su país. Es un mensaje muy japonés y, a la vez, totalmente universal.

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