Publicidad
A no más de 40 km de Loja, se encuentra Vilcabamba, lugar bastante representativo de nuestra ciudad y apreciado en singular manera por extraños de distintas latitudes que empujados por el mundanal ruido de las grandes metrópolis, en donde el deterioro ambiental y social es evidente -polución, contaminación auditiva, suicidios, homicidios, etc.-, han hallado el refugio ideal en donde echar raíces o para vivir sus últimos días, pues el apelativo de “valle de la longevidad” ha traspasado fronteras.
A la fecha, los cambios son evidentes. El concreto va tomando forma de a poco y restando cada vez más espacios verdes.
El capital foráneo, bastante apetecido, comienza a lucrar del lugar, con lujosos condominios y negocios, que, si bien dinamizan la economía local, también imponen una nueva gama de precios a los bienes y servicios -especialmente a la tierra- difíciles de alcanzar para el nacional.
Desde luego el turismo es deseable en nuestro país, a fin de ir equilibrando esa balanza comercial.
Es innegable que la aldea global que el poder mediático ha ayudado a crear se va consolidando, pero importante resulta mantener intocable nuestra cultura, tradiciones y costumbres, factores que precisamente fueron, entre otros, los que hicieron que el mundo vuelque su mirada hacia este pequeño rincón del planeta.
Tito Javier Espinosa Vélez