Sí, ese es el Guayaquil que hoy percibimos, por lo menos quienes habitamos en las ciudadelas del norte de la ciudad, como Guayacanes, Sauces, Alborada y otras, sumado a un amplio sector del mismísimo casco comercial. Como un legado de esa ridiculez llamada ‘modelo exitoso’, el actual desgobierno municipal ni siquiera se inmuta por tratar de resolver un creciente problema, generado no solo por la obsolescencia de un sistema de alcantarillado que hace rato colapsó, sino también por las antitécnicas ubicaciones de las plantas de tratamiento de aguas negras, insertadas en plenos centros urbanos. Independientemente de la cada vez más insoportable fetidez, en ninguna forma resulta aventurado predecir la pandemia que podría degenerarse en el corto plazo en la ciudad más poblada del país. Todo gracias a una administración municipal que, enquistada a lo largo de ya 18 años, con el cuento de la eficiencia, mañosamente tiene concesionada a fundaciones privadas la provisión de los servicios básicos. Y es que tal parece que los guayaquileños hemos perdido hasta la capacidad de asombro, ante la gestión de un alcalde que, esta vez, con el cuento del apoyo popular, simplemente hace su antojo. Para muestra, unos pocos de tantos ejemplos: comenzando por el rutinario garroteo a los informales; despilfarra recursos públicos en estatuas a monos, pájaros y políticos de cuestionada honorabilidad; anarquiza el tránsito con el maquillado de la regeneración urbana; impone la construcción de un puente ignorando el perjuicio ciudadano; elimina cuando quiere y donde quiere la escuálida arborización de la ciudad; mantiene en el olvido a cientos de miles de guayaquileños y ecuatorianos empujados a los cinturones de miseria por traficantes de tierras de su misma banda partidista; etc. Y, por otra parte, nunca rinde cuentas ni resultados de sus tan cacareadas concesiones. Solo basta preguntarse, ¿cuál ha sido el retorno para la ciudad por los millonarios ingresos que recibe la fundación adueñada del aparcadero más grande del país ubicado por debajo del Malecón 2000? Todo este libertinaje que por encima de la ley hace gala el señor Alcalde, con la anuencia y permisividad de la justicia común y entidades de control, lejos de ser penado, muy por el contrario, es aplaudido por sus adláteres, sobresaliendo el servilismo de los omnipotentes medios de comunicación que ahora lo promocionan como una de las mejores opciones  presidenciales que para bien tendría Ecuador en las elecciones de 2017. Definitivamente ya no causa sorpresa en un país en el cual resulta muy normal que cualquier descalificado, solamente por tener dinero, pueda ser candidato presidencial. Así, históricamente hemos tenido que elegir entre empresarios oportunistas, explotadores laborales, evasores de impuestos, banqueros tramposos, pasando por militares inescrupulosos hasta perturbados mentales. Eso sí, todos muy reconocidos por la lacra de la corrupción. Ahora, muy probablemente se avizora en la próxima contienda electoral la luminosa opción del Alcalde que, gracias a su ‘modelo exitoso’, ha convertido al ‘Guayaquil de mis amores’ en el ‘Guayaquil de los hedores’.

Jacinto Alejandro Henríquez Barzola