Celia De La Serna y Llosa, madre de Ernesto Guevara, conocido mundialmente como el ‘Che’ Guevara, inculcó a su hijo frases como: “No hay que dar la batalla solo cuando se está seguro de ganar, que hay que dar la batalla cuando uno cree que es necesaria y si se pierde, se pierde”.
Es para mí un placer el dirigirme hacia ustedes para tratar un tema tan importante para el ser humano, como es el liderazgo de las madres. Y para hablar de liderazgo, hablaré sobre la labor de una madre en el desarrollo del individuo. Al tratar el tema de liderazgo, la pregunta es: ¿El líder nace o se hace?..., pues las dos cosas. Las mujeres por naturaleza nacen líderes porque aunque algunas no hayan sido madres, su instinto materno las hace dirigir, guiar, corregir, reprender y, sobre todo, en cada uno de sus actos, amar.
Es tan difícil poder ser un líder, más cuando la actitud de una persona es autoritaria, sectaria, regionalista o excluyente por la condición económica, color de piel, acento o costumbres diferentes, entre otras. Un líder puede o no ser un jefe, y si lo es debe predicar con el ejemplo para que sus subalternos lo sigan por convicción y no por obligación. El líder debe decir vamos, decir hagamos, dice somos un equipo, dice lo hemos logrado y, sobre todo, dice ‘por favor’ y ‘muchísimas gracias’. Es precisamente esa humildad que caracteriza a las madres, que cumplen ampliamente con el rol del líder en la sociedad. Son estas lideresas, mártires, que casi sin dormir de madrugada cuando la criatura enferma nos cuidan con esmero; formadoras del ser humano, conducen por la senda del porvenir, de la justicia, inculcando valores como la hermandad y solidaridad.
No hay flores ni chocolates que puedan representar la gratitud que hacia ellas sentimos. El mundo consumista exige que haya días festivos en donde entremos en esa depredadora acción de gastar impulsivamente por cosas vanas y materiales que realmente no llenan al ser humano en su espiritualidad. Lo que necesitan nuestros seres queridos es ser escuchados, necesitan ser amados, ser protegidos y a veces reprendidos. No debemos esperar que se nos muera nuestra madre para darle una rosa y decirle: ‘¡Te amo con todo mi ser!..., ¡desde las entrañas madre mía!... desde cuando estuve en tu vientre y te amaré hasta el infinito, para siempre’.
Gracias mamá, gracias abuela, gracias hermana, gracias esposa, gracias compañera, gracias mujer en cada una de tus facetas, en las que nos das ternura, comprensión y, sobre todo, apoyo. Por eso quiero seguir su ejemplo de liderazgo en la construcción de esta sociedad más justa del Socialismo del Buen Vivir.
Para finalizar, tomo las palabras de Tránsito Amaguaña o Mama Tránsito, lideresa ecuatoriana, quien dio todo porque su pueblo indígena no sufra más -considerándolo como hijo-, guió y luchó por alcanzar respeto y dignidad: “Somos como paja de páramo, aunque nos arranquen de esta tierra, volveremos a crecer”.
Muchas gracias, mamá; un abrazo fuerte y revolucionario a mi manera.
Rodrigo Contero Mejía
