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El Telégrafo

La energía del colibrí

06 de mayo de 2011 - 00:00

¿Qué pensaría usted si una persona ingiere 166 kilos o su equivalente 370 libras de papas en una sola comida? Eso es prácticamente imposible, pero es esa la cantidad exacta que tendría que comer una persona para igualar la cantidad de energía que necesita diariamente un colibrí.

Un colibrí volando consume, de acuerdo a su tamaño, diez veces la cantidad de energía que gasta un corredor en 15 km por hora, más aún, un corredor no podrá mantener su ritmo de velocidad, pero el colibrí genera diez veces ese nivel de energía y lo mantiene todo el día; además, lo aumenta al acelerarse hacia una determinada dirección, al girar, al volar hacia atrás y al detenerse en el aire. Un colibrí, con una descarga de energía inicial, puede acelerar desde cero hasta 99 km por hora en una distancia de menos de un metro (84 cm); eso no lo puede hacer ningún humano, ni el mejor atleta ni el más poderoso cohete.

Un colibrí genera, en proporción a su tamaño, la misma cantidad de energía que produce un moderno helicóptero. Si una persona pudiera producir proporcionalmente la misma cantidad de energía que este pequeño y bello pajarito, sucedería la evaporación de 100 libras del agua del cuerpo de esa persona en una hora. Esa evaporación del agua produciría la elevación de su temperatura corporal al punto de fundir el plomo, y más aún, con grandes probabilidades de estallar en llamas. Pero el organismo del colibrí puede fácilmente soportar tal cantidad de energía.
Para mantener el nivel de potencia, el colibrí tiene que alimentarse constantemente, buscando el néctar sin cesar en todas las flores que encuentra a su paso (por donde vuela).

Algunas personas parecen actuar como el colibrí, comiendo a cada momento del día que les es posible, ingiriendo cualquier cosa, pero nuestro organismo es totalmente diferente, pues mientras para el colibrí es saludable alimentarse a cada instante con el néctar de las flores, en un equivalente a cerca de cuatro quintales de papas; para un humano sería imposible y mortal una ingesta similar. Un ser humano debe comer por lo menos dos veces al día y máximo cinco, de manera prudentemente espaciada, con variedad y cantidad.

La energía del ser humano debe estar desplegada para toda buena obra, para el trabajo y para el estudio. Igualmente el descanso debe ser dosificado. El alimento debe ser para proporcionar energía para el trabajo, la fuerza diaria y vital que se necesita. La energía y el conocimiento deben estar unidos para el bienestar personal, para el bien particular que redunde en el bien familiar y de la sociedad. Hace falta reorientar las energías físicas y mentales; se debe observar que el colibrí no derrocha energías, pues el néctar de las flores sube por su larga y fina lengua en una perfecta combinación prodigiosa de ingeniería, física y matemáticas, en un diseño inigualable.

El nuevo Ministerio del Talento Humano junto al de Educación deben aunar esfuerzos para explotar positivamente la energía y talento de los ecuatorianos, recordando que: “...el Dios eterno Jehová...no desfallece... Él da esfuerzos al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas”. (Isaías 40:28,29).

 

Ab. Fernando Coello Navarro M.Sc.
C.C. 0900469818

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