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Precolombina sede de culturas ricas en saberes, la más antigua población de la península, puerto de abundante pesca, cementerio de galeones famosos, bosques abundantes. Parecería que la historia ecuatoriana se afincó allí. Sin embargo, ambientalmente, la deforestación masiva empezada en 1914 dejó no solo un territorio desértico, sino un grave sesgo de olvido. Aun así, Chanduy es uno de esos pueblos replegados que se niega a morir.
A falta de agricultura por la sequía casi permanente, la población comenzó a alejarse. Las pocas familias locales que fueron quedando van envejeciendo con sus esperanzas. El gran atractivo ha sido sus playas y su aire, únicamente afectado por el olor emanado por las fábricas de harina de pescado, aun así muchas personas comenzaron a llegar e instalarse en Chanduy. A lo largo del perfil costero se construyeron casas y detrás de ellas las viviendas de la población.
El caso que me lleva a escribir a Ud., señor Director, se relaciona al pedido que desde hace más de siete años vengo realizando a las autoridades locales, provinciales y nacionales en representación de los pobladores afectados para que se construya un muro de contención que proteja el perfil costero de Chanduy de la fuerza del oleaje marino.
Es conocido por todos que Chanduy sufre de una pérdida casi permanente de terreno por esta causa, decenas de viviendas han desaparecido y el año pasado una joven de Chanduy murió al caerle un muro cuyas bases fueron textualmente horadadas por el mar.
Es un problema existente a vista y paciencia de las autoridades. Finalmente, los gobiernos nacional y provincial de Santa Elena se pusieron de acuerdo para edificar un muro de contención, el mismo que es construido con un retraso de 3 años, con la singularidad de que este muro solo cubre la parte norte de la parroquia, el 50% restante de la zona afectada por el mar -esto es la zona sur- está completamente abandonado y devastado por las olas. 4 metros por año se pierde por esta causa.
El humilde pueblo de Chanduy, localizado en este sector olvidado, vive de rodillas suplicando su muro de protección que impida el derrumbe de las humildes viviendas de la cabecera parroquial de Chanduy e infraestructuras construidas con los impuestos de los ecuatorianos, incluida la carretera a San Rafael y el Subcentro de Salud que recibe a muchos enfermos de toda la parroquia.
Un término muy utilizado reza: “El sur también existe”, y en las circunstancias de esta parroquia de Santa Elena cobra un vigor mayor. En efecto, ese sur al que los políticos de turno no les interesa conocer y mucho menos trabajar por él, quiere, necesita, implora atención, es decir: existir.
Muy cordialmente.
Martha C. de Galarza