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El Telégrafo

El impeachment

04 de mayo de 2016

Los cuartelazos, los golpes de Estado, las dictaduras militares han perdido probabilidad. En el siglo XX era común que cualquier sargento como Fulgencio Batista o el teniente coronel Mancheno depongan al presidente electo democráticamente y rompan el Estado de derecho.

En Ecuador y en nuestra América era moneda común amanecer después de un feriado de carnaval con una nueva dictadura, recordemos el golpe del general Rodríguez Lara que horas antes había jurado lealtad al Dr. Velasco Ibarra. Después la aventura vergonzante del marino Castro Jijón. En Colombia asume el general Rojas Pinilla, Videla en Argentina, el general Stroessner en Paraguay, Pinochet en Chile, y Velasco Alvarado en Perú que depone por la fuerza al doctor Fernando Belaúnde Terry.

La consigna imperial era ‘vacunar’ contra el comunismo a los países mesoamericanos y septentrionales. Para ello se fundó la Escuela de las Américas en Panamá y la nefasta Doctrina de la Seguridad Nacional.

Llegado el siglo XXI los métodos cambian: frente al despertar de los pueblos y su conciencia integracionista, cambia la táctica, mas no el trillado libreto, se crea la figura hilarante de los ‘golpes blandos’, ya no los cuartelazos desprestigiados, es decir no cruentos, no ruido de sables, sino institucionales: Primero crear un ambiente de descontento, una persistente campaña de desprestigio de los gobiernos progresistas: para ello cuentan con  la red mediática a su servicio. Esconden los  alimentos, medicinas, repuestos de automotores, materiales de aseo personal, el calentamiento de calles, etc. Es el mismo libreto aplicado con éxito en Chile y otros países, menos en Cuba, cuyo pueblo heroico resiste todas las peripecias del impropiamente llamado ‘embargo’, es decir un bloqueo, no solo para ese país, sino para terceros países que no pueden negociar con la isla, so pena de ingentes sanciones.

En San Salvador, donde existe la gran base de Comalapa, han creado la Escuela Interamericana para Estudios Superiores de Policía, con el manido disfraz de luchar contra el narcotráfico. Su objetivo real es para ser usada como mentora de golpes de Estado contra gobiernos progresistas. Recordemos el 30-S, fue la primera intervención de la Policía en un frustrado golpe de Estado. Durante esas dictaduras, no se invocaron cartas democráticas, pero sí contaron con el silencio cómplice de la OEA y la ONU.

Los llamados golpes blandos se inician en 2010, en Honduras, con la torpe captura del presidente Manuel Zelaya, la destitución del presidente paraguayo Fernando Lugo, por el Congreso; la intentona golpista contra el presidente Chávez perpetrada por Pedro Carmona en Venezuela, el frustrado golpe de Estado en Ecuador para deponer al presidente Rafael Correa; la guerra mediática contra el presidente Kirchner y su esposa Cristina en Argentina y la amenaza permanente contra el presidente Nicolás Maduro con base en la misma receta desgastada: causar descontento en la población, agitando el calentamiento de calles, las ‘guarimbas’ que dejaron centenares de muertos, sabotaje de los servicios públicos, escasez ficticia de  los productos de primera necesidad, asesinatos, etc. La idea mal disimulada es acabar con los gobiernos progresistas para posibilitar el retorno al poder de las oligarquías de ultraderecha, como ha sucedido en Argentina. La presidenta Dilma en Brasil acosada, arrinconada por una horda de corruptos que como lobos hambrientos quieren volver al Gobierno. Ella se encuentra al borde de un golpe de Estado muy parecido al que usaron contra Lugo.

Los golpistas han denominado impeachment a la conspiración contra Dilma, palabra anglosajona que en español significa impedir o impedimento. Queda claro, es una clara estrategia para impedir que los gobiernos progresistas sobrevivan.

Universi Zambrano Romero

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