La educación en general está dirigida a la competencia; notas, puestos, diplomas, disputas, individualismo, egoísmo, segregación por talento, sexo, posición social, raza, etc., bien direccionados precisamente por un sistema de vida que se alimenta del individualismo, el egocentrismo, para caminar como entes solitarios fáciles de gobernar, concienciados para el consumismo y hasta el esclavismo. Creo que es precisamente en la escuela que la educación para compartir podría generar expectativas diferentes para la sociedad en general, incluso haciendo lo contrario de lo que se sostiene: ‘escuela para padres’.

Los tres primeros años en base a actividades prácticas basadas en el juego y el aseo, con la idea fija de compartir solidaridad y de ella emanará la responsabilidad incipiente por sí mismo y su entorno. Los mismos valores clásicos, como la honestidad, la lealtad, la amistad, encontrarán precisamente en la ‘educación para compartir’ su verdadero significado, se mostrarán reales y concretos; actualmente parecen valores más bien abstractos, irreales y contradictorios, porque cuando lo que importa es ganar, lo demás parece sin sentido.

La misma responsabilidad se enriquece, se agranda en la proyección social, se nutre y vive de su entorno, con el mismo valor que desarrolla las relaciones de amor y de amistad. Nadie puede ser feliz dedicado a admirar sus propiedades e incluso su talento; la felicidad se alcanza en la armonía con su entorno de vida. Cuando se estima lo que nos rodea; el conocimiento del idioma, de la aritmética, de las ciencias, es mucho más fácil de aprender.

Atentamente
Ney Mancheno