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El Telégrafo

Director de El Telégrafo

19 de agosto de 2011 - 00:00

Guayaquil, 30 de julio de 2011
Señor Director Lic. Edwin Ulloa

Director de El Telégrafo

Soy un ciudadano  de la clase  trabajadora de Guayaquil, que sale todas las mañanas de su casa a trabajar. Recibo un sueldo un poco superior al agobiante básico. Por razones de la vida,  mis padres  enferman muy constantemente y trato  de ayudarlos en todo lo que puedo. Hace exactamente dos semanas mi progenitor debió ingresar por emergencia al hospital  Luis  Vernaza, pero la sorpresa fue que de inmediato debí comprar medicamentos en el tren de farmacias que hay a un costado,  arrimadas unas a otras como vagones, lucrándose y sirviéndose de las docenas de familiares de pacientes que ingresan diariamente a este nosocomio. Adquirí desde inyecciones que costaban 31 dólares, hasta pastillas para el dolor estomacal. Inmediatamente me vi  corriendo al cajero que hay en la gasolinera a retirar 80 dólares, porque  hay que cancelar ese valor para ingresar a una de las salas, o si no busque usted qué hace. En ese momento recordé los tiempos oscuros cuando los ecuatorianos debían comprar todo, desde la gasa.

Creí que todo esto  había cambiado en el sector salud. Sí, efectivamente todo ha cambiado, pero en las casas asistenciales de salud regentadas por el Ministerio de Salud Pública. Lamento que este hospital haya quedado fuera de todo el cambio que vive el país. No comprendo por qué se sigue llamando hospital, ya que  debería llamarse “Clínica para sectores populares Luis Vernaza”. ¿Por qué  afirmo esto, señor director  Edwin Ulloa?, pues porque  la semana anterior pagué por una intervención quirúrgica y esta semana  harán otra, que también la cancelé... Los valores están en alrededor de los 500 dólares. Incluso la factura dice “pago de abono”, es decir, existe una cuenta que sigue abierta y, cuando decida sacar a mi padre, debo  pagar nuevamente. Esta emblemática casa de salud  de la ciudad ya no es un hospital: es una clínica popular que tiene bajos precios, sí, pero que  cobra por todo. Solo falta que cuando mi padre abandone el hospital deba pagar por los días permanecidos y la asistencia de las enfermeras.

Hagan algo para que esto cambie. Soy un trabajador que no tiene ya de dónde sacar dinero y las recetas son a diario. No dan nada, todo es cobrado. Pido por su intermedio y del diario que dignamente dirige solicitar al presidente de la República, Rafael Correa Delgado,  que se decida de una vez asumir el manejo de este hospital, de reinsertarlo a la red del Ministerio de Salud Pública -como lo fue hace algunas décadas- para que termine esta explotación de la que son víctimas los miles de pacientes que ingresan a diario en este lugar.

Atentamente
Fabián Moscoso

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