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El Telégrafo

Cartas al Director

20 de mayo de 2012 - 00:00

Sr. Dn.
Orlando Pérez
Director de El Telégrafo

Apreciado Sr. Director

En estos días nos hemos nutrido con aspectos de la verdad que nos ha proporcionado WikiLeaks, desenmascarando, tanto una parte de los oscuros manejos inversionistas de la embajada, como las actitudes antipatrióticas de políticos, deleznables periodistas y funcionarios gubernamentales que han servido más al imperio que a su propia patria. Todo ello nos ha servido para confirmar aspectos del acontecer político de nuestro país, de la realidad internacional y las consecuencias de ello en la vida nacional.

Toda, toda embajada, aun las más modestas, tienen sus servicios de información y sus sistemas para enviarla en secreto. Por haber conocido el medio diplomático, afirmo que la información referida no constituye sino la parte más corriente del trabajo de embajada.

En la madrugada de un domingo de agosto de 1987, con un impresionante operativo, protegido por nuestra sumisa Policía, fueron introducidos en el edificio de la antigua embajada de la avenida Patria, grandes equipos, para escuchas telefónicas, visuales, de audio y otros no identificados.

En esos años también existían almacenes cercanos a los grandes hoteles de Miami, tiendas especializadas donde se podían adquirir los más increíbles aparatos para espías ocultas. Obviamente los gobiernos podían ir más lejos  en la adquisición de aparatos semejantes y otros más sofisticados aún.

Los EE.UU. poseen el aparato de información-espionaje más grande e ingenioso del mundo. Se trata de algo que supera la imaginación más profusa (por ejemplo, escuchar directamente lo que se habla a un km o más de distancia, o espolvorear discretamente con polvillo radioactivo la ropa de una persona para detectar su ubicación a distancia, usar la nanotecnología para ver y escuchar al interior de su vivienda, su oficina, en fin; seguir por satélite los movimientos de personas y hasta leer desde allí documentos en Tierra).

El trabajo confidencial es tratado en informaciones cifradas, en correos personales, en los conocidos flash memory y en los desconocidos adminículos que serían desarrollados a partir de 1970, cuando ya los agentes del imperio usaban los flash memory. A ninguno de ellos pueden acceder los WikiLeaks.

La embajada dispone de grandes cantidades de dinero para sus fines políticos internos, para sus informantes y sus empleados. Recordemos que oficiales de Policía y del Ejército ganaban (y ganan) sobresueldos de la embajada.
Estamos a decenios de lo relatado sobre los adminículos usados en espionajes, en los que los adelantos científicos y técnicos han sido tan grandes que superan la imaginación más rica. Se puede afirmar que para un espía bien provisto no existe secreto alguno. Recordemos que al inicio del presente Gobierno, el entonces ministro de Energía Alberto Acosta denunció haber encontrado cámaras y aparatos de escuchas subrepticias dentro de su despacho.

Hay que destacar la actitud de la gente frente a estos temas. Una vez vencida la incredulidad, aceptada la posibilidad, o inclusive los hechos del espionaje, nunca han cambiado en consecuencia las actitudes de destacados líderes políticos que eventualmente he conocido. Es decir, aun constatando evidencias, no cambia la actitud de desparpajo y descuido frente a la posibilidad de estar siendo espiados, lo cual nunca debe ser así, pues, incluso en los roles más humildes, siempre hay elementos que deben ser cuidados y protegidos de potenciales fugas de información. Sobre este tema conoce mucho su destacado y agudo editorialista, Sr. Jaime Galarza Zabala.

Se debe tener en cuenta que el principal aliado de los EE.UU., en materia política y de espionaje en todo el mundo, es Israel; sus agentes se mueven como en su casa en el Ecuador y su red es muy extendida en el país. ¿Quién pone cuidado en ello? EE.UU. e Israel se oponen al actual Gobierno ecuatoriano, pretenden su destrucción y, sin embargo, el Estado tiene relaciones estrechas con ese país.

Todo ello nos lleva a la necesidad de un cambio de actitud, de discreción y cuidado, de tratar de estar delante de nuestros enemigos políticos, potenciales y reales, para no solo protegernos, sino -además- llevar la delantera en las cosas que efectuemos, tarea en la que El Telégrafo puede ejercer el liderazgo.

Siendo su asiduo lector, veo las limitaciones que tiene el periódico, tales como cerrar tempranamente la edición y tener espacios reducidos para ser algo más amenos e informativos en aspectos útiles en el día a día (por ejemplo, copiar de otros rotativos los obituarios de las principales ciudades, solo con los datos que permitan identificar a personas conocidas). Rebotan los e-mails enviados a sus editorialistas, ¿se trata de alguna falla técnica?
Es posible y hasta deseable imitar lo que hacen otros diarios. La gran ventaja de El Telégrafo es ser más libre que los demás y ser fiel con la verdad. 

Frente a los ataques de la prensa corrupta, muchos ecuatorianos somos solidarios con todos ustedes. Lo que dicen los informantes de la embajada en contra de ustedes, y de usted concretamente, Sr. Director, resulta a fin de cuentas un testimonio de que están haciendo lo correcto, de que están desempeñando una labor patriótica.

Con esta oportunidad le manifiesto mis sentimientos de consideración y estima.

Atentamente,

Lic. Adm. Oswaldo Mantilla
C.C. 1700774068

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