Era un secreto a voces que la medalla de oro de los 50 kilómetros marcha la pelearíamos Erick Barrondo (Guatemala), Horacio Nava (México) y yo. Cada uno había ganado torneos importantes en el último año o teníamos factores que nos llevaban a tener más posibilidades.

En noviembre pasado Erick fue campeón de los Juegos Centroamericanos y del Caribe; en mayo de este año, Horacio quedó campeón de la Copa Panamericana de Marcha en Chile. Y yo me encuentro liderando el Circuito Mundial de Marcha del IAAF, que está fundado en  las pruebas de 20 y 50 kilómetros. En cierta forma, todo esto era una ventaja.

Mi estrategia en sí fue mantener la calma desde el inicio y luego analizar cómo se encontraban los adversarios para, cerca del kilómetro 15, imponer el ritmo al que me había entrenado y para el que me había preparado. Eso me dio mucha más tranquilidad porque sabía que podía manejar esas velocidades.

Con Erick y Horacio he hecho muchas participaciones y este año, en especial, con Erick tuve una prueba muy fuerte en Portugal. Conozco la calidad de atletas y personas que son y ya había conocido algunas competencias de Horacio, sabía varias cosas en las que quizás podía flaquear y yo debía aprovecharme de aquello.

No hice ningún tipo de preparación especial en calor y en Toronto la carrera se desarrolló bajo un clima muy caliente; una de las pruebas con climas más fuertes que ha habido en estos años. Yo ya participé en pruebas con climas parecidos, aprendí de estas cosas y me acostumbré. La sufrí al igual que todos, pero sabía que si tenía problemas por el clima, el resto tendría igual o más problemas que yo, entonces trataba de manejar aquello.

Según le escuché al narrador de la competencia, la carrera empezó con 20 grados de temperatura y terminó con 33 grados.

Luego del kilómetro 40 estaba 99% seguro de que la prueba ya era mía. Tenía una ventaja considerable, un poco más de 3 minutos con respecto a Erick y Horacio. Como marchábamos sobre un circuito de 2 kilómetros, durante las curvas de los retornos podía ver a mis rivales y en el kilómetro 40 se notaban  desgastados, quizás sin intenciones de atacar por el oro y me dije: si no pierdo la cabeza, si mantengo las cosas como están, la prueba es mía.

Cerca de los últimos 100 metros, tuve la sensación de que todo estaba definido y sentí mucha, mucha emoción.

Lo que le puedo decir de Jonathan Cáceres, el otro ecuatoriano que participó, es que mientras estábamos en la carrera, además de observar a Erick y Horacio, también me fijaba en él. Creo que con su marca (4h00m58s) y quedar cuarto debe estar contento porque clasificó a los Juegos Olímpicos. Ahora debe mejorar ese tiempo para asegurar su presencia en las olimpiadas.

Algo que me sorprendió es ver a muchos compatriotas dándonos su respaldo. Estoy totalmente agradecido con toda esa gente. Habían 4 lugares con grupos de ecuatorianos, uno estaba en la tribuna principal. En ese lugar, incluso, tenían que pagar una entrada que, imagino, no era nada barata, pero ahí estuvieron, animándonos las 4 horas de competencia. Acudieron con banderas, pitos, con camisetas de la Selección de Fútbol, gritando... fue muy motivante, no me lo esperaba.

Inicios

Estoy en el deporte desde los 6 años y en la marcha atlética desde los 16. Cuando tenía 15 me dediqué al ciclismo, al triatlón, a los circuitos pedestres y, de vez en cuando, a  la marcha. Irónicamente, entrenaba más para las otras pruebas y no ganaba, pero en la marcha, que entrenaba menos, casi siempre ganaba.

Mi padre (Luis Chocho) me aconsejó elegir la marcha porque tenía mejores capacidades para esta disciplina. Ahora estoy centrado en los Juegos Olímpicos de 2016; sé que Jefferson Pérez dejó un listón muy alto de igualar, pero quiero hacer mi propia historia y acercarme lo más que pueda a las cosas magníficas que él consiguió. (I)