El sueño de la Virgen María
(Las siguientes líneas no son de mi autoría, pero he querido compartirlas por la riqueza que considero contienen, misma que deseo profundamente sea tenida lo máximo posible, en especial a vísperas de la conmemoración de la Navidad) “En alguna ocasión, María le comparte a su esposo José un sueño que tuvo la noche anterior, y que parece fue una pesadilla. Explica que decidió bajar a la tierra. Visitó una casa donde quienes la habitaban estaban en los últimos preparativos para llevar a cabo una fiesta. Había música (villancicos), y en la mesa se encontraba revestida de un bonito mantel y de platos con cubiertos. La razón: iban a recordar el nacimiento de Jesús (mi hijo). Las personas que vivían en esa casa la habían adornado con un árbol que estaba dentro de la misma, y alrededor de ese árbol había muchos regalos, de distintos tamaños, envueltos de forma muy bonita, con lazos. Ese árbol tenía decoración, con bolas de varios colores y con luces a su alrededor. Además, había un pesebre con animales, pastores, cercas y un ángel que brillaba. Y estabas tú y estaba yo. Yo me emocioné mucho. Aunque me llamó la atención que mi hijo no estaba, aunque sí se veía una cuna en el pesebre. Me quedé hasta que observé que las personas trajeron alimentos a la mesa y tomaron asiento. El día donde mi hijo cumple años llegó. Las personas conversaban entre ellas, con algarabía, y se notaba que estaban felices. Me gustó mucho ver que todos estaban llenos de gozo al tener presente que mi hijo cumple años. Luego de un momento, la mayor parte de los alimentos se habían consumido; las personas adultas se levantaron de la mesa y fueron a donde estaba el árbol. Empezaron a llamar a los niños que estaban en la mesa y a cada uno le entregaban un regalo. Esos niños sonreían y los abrían y jugaban con sus juguetes. Sentí felicidad. Pero también empecé a preguntarme: “¿Cuál es el que se preparó para mi hijo?” Transcurrió el tiempo y los regalos se terminaron. Y esta vez pensé, con esperanza: “Creo que lo han separado en otro lado; ya lo van a mencionar”. Siguió transcurriendo el tiempo pero nadie recordó a mi hijo; ni lo mencionaron. De hecho, y de un momento a otro, las personas cambiaron los villancicos y pusieron una música algo extraña, empezaron a bailar en parejas, y los niños subieron a sus habitaciones. Fíjate, José, se olvidaron de mi hijo Jesús. Creo que si mi hijo iba a esa casa experimentaría el sentirse un verdadero extraño. Las horas seguían su curso y observé que se había traído licor a la mesa, y las personas lo bebieron. De repente todo cambió: la música seguía siendo rara, el desorden se empezaba a suscitar, y muchas de las personas que estaban en esa casa terminaron emborrachadas, al grado que varias de ellas no tuvieron cuidado con el pesebre que estaba ahí, y muchas de las representaciones (figuras) se cayeron y se rompieron. Me entristeció mucho. Decidí irme de esa casa. Visité otras casas y la realidad que había visto también la presencié en aquellas casas. ¿Cómo crees que me sentí en ese momento, José? Empezó a dolerme el corazón. La alegría y felicidad que embargaba a las personas en la tierra no era por mi hijo y su cumpleaños. Las casas adornadas y el pesebre armado tampoco lo era por Él. Pensé: la mirada de las personas no está en mi hijo. Ni siquiera a la fiesta del cumpleaños de mi hijo, a su fiesta, lo habían invitado. La mirada de las personas estaba en los regalos, y en lo que quisieron demostrarse entre ellas. Al final, José, manifesté: ¡Qué maravilloso que haya sido únicamente un sueño, aunque espantoso!”.
Estamos a horas de la conmemoración de la Navidad. Sí, (para las personas como ustedes y como yo) es una fecha que nos lleva a recordar que hace más de 2000 años Jesús, el hijo de Dios, nació. Ante este acontecimiento divino y fundamental en la vida del cristiano católico, viene bien tener presente que la conmemoración de la Navidad no se trata de “una festividad más”; tampoco de “una celebración como cualquier otra”; ni mucho menos “una ocasión para beber (y emborracharse), o una justificación para comprar artículos, y peormente de hacerlo forma compulsiva o en exceso”. Ante ‘El sueño de la Virgen María’, la pregunta lógica y ‘a la vena’ que nos debemos formular es: ¿Nos hemos comportado (o nos estamos comportando) como aquellas personas que describió la Virgen María en su sueño? En concreto: nuestra cara es de vinagre, la soberbia es uno de nuestros principales rasgos, nuestra predisposición está en generar más divisiones, de perpetuar el odio, de tener la herramienta ‘discusión’ como bandera diaria, y de convertir ‘las cuatro paredes’ donde residimos en una zona permanente de conflicto. De ser así, lamentablemente ello está representando el pobre estado de nuestra alma y cómo la misma está agujereada de manera similar a cómo luce un queso suizo. La primera acción del creyente, estimo, está en agradecer al buen Dios por la oportunidad de seguir con vida en estos momentos; e inmediatamente después también dar las gracias por la posibilidad de encontrarnos, en este año 2025, en medio de la Navidad. Y a todo esto, ¿Qué es la Navidad? La Navidad, de forma sucinta y clara, es llegar a comprender que la única medida que podemos usar para con los demás es el amor; que somos grandes si buscamos ser humildes (lo más que se pueda),que no hay mejor medicina para el alma que el pedir perdón al reconocer el error u omisión cometido, y en el perdonar, y que todo se destruye a medida que el tiempo avanza (un rostro bonito, un cuerpo de guitarra…), o que las cosas terminan, desde sobrando hasta siendo un estorbo (puedes tener todo el dinero de mundo, pero aquel no te puede abrazar o amar… puedes tener múltiples propiedades, pero cuando te encuentras en tu habitación con tu almohada, te sientes vacío, e inclusive te genera tensión ya que estás a punto de atravesar un proceso judicial donde los bienes inmuebles y posesiones que has acumulado están en disputa, sea por un divorcio o por herencia)… La Navidad no es una fecha en un calendario. La Navidad es más. La Navidad es Jesús, que es Dios, que es amor y que nos ama profunda e infinitamente. La Navidad puede ser todos los días del año; ¿de qué manera? Cuando conocemos, comprendemos y asimilamos que no es un árbol o regalos. Es la apertura de nuestro corazón a aprender a amar a Jesús, y, consecuentemente, lo amamos, nos amamos y amamos a los demás, en especial a quienes la están pasando mal (y demostramos nuestro amor al auxiliarlos, a nivel material y en especial de forma humana, moral y espiritualmente).
Quiero cerrar esta entrega subrayando el rol de la Virgen María en el mundo entero. En este mes también hemos recordado su aparición (la advocación de María de Guadalupe) a San Juan Diego, en México. En la tilma que se conserva hasta nuestros días ella está con sus manos juntas, en señal de petición amorosa y maternal. Ella mira a Jesús y nos mira. Ella mira a su hijo con el fin de interceder por nosotros. Ella le dice a Jesús (su hijo): “Por favor, ten presente las oraciones de él/ella… está atravesando una situación dura; escúchale”. Pero también ella nos mira, y nos da dos mensajes, al menos dos. El primero: “No tengas miedo. No estás sola/o. Estoy contigo. Aquí estoy yo que soy tu Madre. ¿No te basta que te tengo cerca de mi pecho?”. Y, el segundo: “Recuerda que tengo otro hijo. MI hijo. Jesús. Te lo pido: no lo ofendas; no le hagas sufrir; no lo tortures; no le hagas daño”. Estos dos mensajes, al menos en lo que a mí respecta, me conmueven y tocan significativamente mi corazón.
A todas las personas que leerán este escrito; y de manera especial a quienes la están pasando mal: aún cuando estemos librando batallas tenaces (en el cuerpo o en el alma), podamos convertirnos en ese regalo que la Virgen María no observó para su hijo Jesús en el sueño que tuvo. Tal vez en los años anteriores solo nos hemos centrado en pedir. Que la conmemoración de la Navidad sea la ocasión para abrirnos al amor de Jesús, pero previamente dándonos a Él como regalo. No demos ni nuestro mal carácter, ni tampoco el pedido (más o menos constante) de que Él solucione los problemas que nosotros/as mismos/as nos hemos provocado.
Una bendecida Navidad, donde Jesús, y su madre María y José encuentren en nuestro corazón un lugar cálido y con espacio. Si las revanchas o la conducta de irá y riña nos ha caracterizado, no habrá lugar para ellos. De las heridas que tengamos, no hay que preocuparse. Jesús no las toma en cuenta. De hecho, Él anhela sanarlas.