Una frase histórica si las hay, aquella que dejara escapar al teléfono el militar Sabino Fernández del Campo, secretario General de la Casa del Rey, aquel 23 de Febrero de 1981, para desactivar el golpe militar, con el que Juan Carlos de Borbón, se ganará el respeto de toda una sociedad.
Una óptima respuesta, presta a múltiples significados. Ahora que el mayor de los borbones con vida se marchó a una suerte de exilio, podría ser un excelente momento para bucear en la verdad histórica de lo que fue su trayectoria al frente del Estado español. Por un lado, su rol como columna vertebral de una democracia que se fue deteriorando con los GAL, la corrupción en distintos órdenes, las mentiras de José María Aznar tras el atentado de Atocha y los desmadres reales, por citar sólo algunos.
Por aquí abajo, en las antiguas posesiones borbonas, el prologuista del bolsonarismo con acento paisa, Alvaro Uribe, le llegó la hora de algo parecido al escarnio. Porque la Justicia, aún no apaga la sed de los colombianos.
Para poder analizar ambas situaciones, habría que poder dejar de lado las cuestiones ideológicas, un imposible. Pero en ambos casos, son, tal vez, delitos menores los que los condenaron a esta realidad.
Cuánto se hubiesen ahorrado los colombianos si la Justicia se hubiese dedicado a investigar con seriedad el rol de Uribe al frente de la dirección de Aeronáutica Civil entre 1980 y 1982, en tiempos en que los vuelos de los carteles de la Droga inundaban el cielo de Medellín, con sospechosa facilidad.
Del emérito monarca caído en desgracia, no hubo juez que se atreviera a investigar si su nombre aparece en alguna de las privatizaciones de activos del Estado, con los que se beneficiaron como nadie, capitales españoles en los países que solían arroparlo “pour la galeríe” en las Cumbres Iberoamericanas.
Hay todo un trabajo allí pendiente para la Justicia. Al menos para conocer la verdad histórica, aunque es de temer que ella, “no está ni se le espera…” (O)
