Y dicho bien alto, sonoramente cantado, con orgullo, sin prejuicios, ni sectarismo, sin odios trasnochados. No en todas las libertades se festejó los 487 años de FUNDACIÓN ESPAÑOLA DE LA CIUDAD DE SAN FRANCISCO DE QUITO, y queda dicho por escrito. No fue con todas las libertades, ya que algunos han mutilado el hecho generador histórico de fundar, simplemente citándolo, sin precisar que la acto lo cumplió un conquistador español, Sebastián de Benalcázar quien, a nombre de los reyes de su tierra, de las cenizas dejadas por el General Inca, hijo del conquistador de Huayna Cápac, el seis de diciembre de 1534, instituyó a la ciudad “española en el Ande” verdad histórica, que no se borra, como los fanáticos hicieron con una estrofa del himno a Quito.
Dicen los historiadores que doscientos habitantes fueron los primeros en establecerse en la fundada ciudad, y desde esos días, es tierra titulada y gloriosa, castellana y taurina. Ese legado, también nos quedó de España, y fue arranchado a Quito, por el correísmo y por el peor alcalde que ha tenido la ciudad en su historia, destituido por más señas.
Quito y sus huellas de identidad empezaron a forjarse con la construcción de lo que ahora son monumentos patrimoniales de toda la humanidad que le dan imagen propia, ante el mundo.
Diseños arquitectónicos e ingeniería ibéricos, arte y puro arte hacen de la Capital del Ecuador, una joya que se construyó en la colonia. La Unesco la declaró como Patrimonio Nacional de Ecuador y Patrimonio Cultural de la Humanidad, por ser dueña del Centro Histórico más extenso, mejor conservado y menos alterado de toda América Latina.
Desde el siglo XVI viene su historia y lo que lleva en sus entrañas se vende en el mundo. No llega el turista por la moderna ciudad, más bien en mucho descuadrada, improvisada, oportunista, y que pretende crecimientos en altura, y sustento en el cemento armado, que, a la fecha pululan, y opacan el paisaje. De ese estilo en el orbe, hay muchas, y quizá mejores. Quito vence” al resto por su Centro Histórico Colonial. Y punto. Y por sus corridas de toros recibía miles de visitantes cada año y tenía ingresos adicionales para sus gastos y permitía trabajo honesto a cientos de ciudadanos.
Los foráneos visitan Quito para vivir en ella lo hispánico en las alturas andinas. Sin tales huellas de identidad, no sería la ciudad lo que es. De modo que omitir por conveniencias políticas, o comodidad, que lo que se celebra en las fiestas de Quito, es su Fundación Española, es una actitud taimada, y resentida. Populista. Quito es desde su creación en 1534 junto a las faldas del volcán Pichincha, también mestiza.
Que no han podido ni podrán los enceguecidos politiqueros cambiar la historia con discursos altaneros, ni echando abajo monumentos o cambiando nombre a las calles o estrofas al Himno de la Capital. La Corte Constitucional tiene que devolver a Quito su fiesta taurina echando al cesto de inconstitucionalidades lo actuado por los censores, los derechos no se votan. La ciudad ha castigado en su historia a los traidores y a los pillastres. Y aguarda por el retorno de su fiesta de toros.