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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

¡Toma tu Tratado de Libre Comercio!

30 de enero de 2017 - 00:00

En 1994 arrancó el Tratado de Libre Comercio de América del Norte: Canadá, Estados Unidos y México. Ese mismo año se dio el levantamiento zapatista en México y para fines de ese mismo año y en ese mismo país, comenzaría la primera crisis financiera del siglo XX, la cual se expandió a toda América Latina, el Asia, etc. Evidenciando que el capitalismo financiero global estaba fuera de control de los Estados y que las instituciones globales post-Segunda Guerra Mundial, ya habían perdido su capacidad de administrar el comercio, las finanzas, la economía en general. El sueño de un mundo más ordenado, con menos guerras, más multipolar, se demostraba como una falacia que el liberalismo no estaba dispuesto a aceptar como una derrota ideológica. Ni la caída del Muro de Berlín, ni el colapso de la Unión Soviética preveía la arremetida neoliberal por el mundo. La gran falacia de la integración puramente económica, a pesar de las advertencias, se impuso con mucha fuerza moral sobre miles de millones de personas en el mundo. El gran mito del encadenamiento productivo multinacional y transnacional invadió las mentes de políticos, de Estados, de organismos internacionales, que ante el temor de la emergencia de nuevas fuerzas de resistencia social que sustituyeran a las fracasadas fuerzas estalinistas, no tuvieron otra opción que transar con las grandes corporaciones mundiales de medios de comunicación para posicionar que el “libre comercio” era la única vía para el desarrollo, ya no solo de Estados, sino del mundo entero. Con los Tratados de Libre Comercio, se impuso el horizonte de que la economía debía por fuerza separarse de la política y seguir su propio camino. Por último el goteo de la riqueza brutalmente concentrada en pocas manos, llegaría de a poco a los más pobres. Por un efecto extraño, sistémico, la riqueza tendría que desplazarse de los círculos más cerrados de la acumulación de capital y llegar a permear a las periferias globales. El sueño del libre comercio exigía el sacrificio de todos pueblos metidos a la fuerza a tratados que vulneraban la soberanía nacional, que dejaban por los suelos cualquier intención de seguridad y soberanía alimentaria. La consigna era que se integraban a la fuerza o morían en el aislamiento. Globalización y mundialización se convirtieron en 2 categorías en disputa sobre cómo pensar el mundo, su integración, el rol de la política internacional, la movilidad de las personas, pero también de los capitales, pero sobre todo sobre cómo liberar las economías nacionales a las fuerzas “imparables” de los capitales de corto plazo. Después de décadas y asaltos financieros a pueblos, el resultado ya es evidente para ese TLC: fracaso rotundo. A una década de firmado se demostraba la precariedad laboral, el desmantelamiento de manufacturas e industrias y una profunda dependencia asimétrica con la mayor economía del mundo. Años después México está contra las cuerdas, sin poder hacer nada. Canadá no saldrá en su ayuda. El futuro es brutalmente incierto más allá de los muros. La brutal dependencia de la economía mexicana, representa la pérdida de capacidad de respuesta frente al chantaje ideológico de la reindustrialización estadounidense. ¿Qué dirán los que han cacareado y cacarean que la globalización bancaria-financiera es la única vía para el siglo XXI? ¿Qué dice la derecha local ecuatoriana? Nada, porque vive en los años ochenta del siglo XX, como claramente se vio en la debacle, perdón, debate de la semana pasada. Una vergüenza total. (O)

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