Es cierto El Justiciero, conocido como Caterva, Comisario Caterva y Licenciado Ayora por sus apariciones presentes y futuras en Canal UNO, RTS y TC mi canal, no es juez, abogado, ni fiscal.
Como él lo dijo antes del estreno de El Justiciero, ahora de lunes a viernes desde las 22:30 por TC mi canal, su rol es el de un mediador que no se casa con nadie. Mucho amor por la televisión se nota en cada emisión del programa gracias al fuerte carisma de su personaje principal, pero también mucho humor de parte del público en estudio, los implicados en los diversos casos del día y en el lenguaje coloquial que predomina en el show.
Eso es al fin y al cabo El Justiciero, un show, para el entretenimiento de unas audiencias y un público que en el mismo horario solo puede recurrir a novelas y realities de baile o de competencia.
Lo malo es que los escandaletes o grescas que puedan surgir, El Justiciero solo pueda detenerlos con el sonido de una campanita, que determina el final de una mediación.
El Justiciero también cuenta con un carácter fuerte y firme para controlar a los que acuden a él para solucionar un problema y al público que se ensaña con acusadores o acusados, según lo que revelan los testigos.
Está también la amenaza de hacer sacar a quien no se comporte y la presencia de un fornido guardia, con uniforme, que en comportamiento no difiere de la seguridad que tenía Maritere en Ecuador. Por el comportamiento de los implicados en cada caso, El Justiciero es un programa que debería parecerse a Sala de Parejas, con la doctora Polo, y termina siendo más similar a los programas de Laura.
Hay una fuerte carga de malos modales, lenguaje soez y agresividad semigratuita que El Justiciero busca controlar con su actitud ecuánime desde su escritorio o con órdenes potentes o el ocasional pedido de evitar ofensas y lenguaje soez.
Se agradece a la producción que haya implementado una línea gráfica agradable a la vista.
También destacan los momentos en que El Justiciero lee fragmentos de leyes nacionales para aplicarlas en sus decisiones y aparecen en pantalla esos textos. Lo que falla es la toma frontal de El Justiciero en su escritorio ya que debido a su estatura a veces se lo ve disminuido y opacado por la escenografía con el logo del show atrás y los libros de derecho a su diestra.
La campana es buena manera de cerrar los casos, aunque recuerde demasiado al espacio de humor La Tremenda Corte, imitado bastante por emisoras de radio y televisoras nacionales, incluso en publicidad.
Tal vez el martillo, clásico de la imagen televisiva de los jueces, daría más peso al cierre de las mediaciones, sin embargo El Justiciero no es juez.
El martillo sí serviría para fortalecer la imagen de orden y de sala de procedimientos legales.
El Justiciero, Mauricio Ayora, aún se debe a un departamento de noticias y hay que recordar experiencias pasadas, muy similares en conducción, con el formato programa-panel que no funcionaron, Justicia para todos con Tania Tinoco y Ruth del Salto.
Ese mismo programa de Ecuavisa tuvo su segunda temporada con Marcos Hidalgo al frente y tampoco caminó, además al doctor Hidalgo se le moderó mucho su estilo. (O)