Ecuador / Lunes, 13 Octubre 2025

No hubo límite de edad ni de género musical para oír vinilos (Galería)

Distintas generaciones de personas acudieron al Guayaquil Social Club para disfrutar de los discos de vinilo que reposaban en gavetas plásticas. Muchos de esos álbumes fueron tocados por sus dueños en tornamesas. Foto: Eduardo Escobar
Feria atrajo a coleccionistas de guayaquil, quito y otros sitios

La voz del italiano Umberto Tozzi, con la canción ‘Claridad’, que también hizo famosa el grupo Menudo en la década del 80, retumbaba en cada rincón del Guayaquil Social Club, en medio del calor y la humedad que distinguen al invierno durante los primeros meses del año en la ciudad.

Eran las cuatro de la tarde del sábado pasado y esa melodía sonaba tan nítida como si se tratara de un reproductor digital, pero no era tal. La música provenía de un tornamesa para discos análogos.

Ysi uno le prestaba atención más detenidamente al sonido, se podía percibir el ‘crisp’, ese sonido tan característico de los vinilos que simula el freír algo en una sartén y que no es más que un leve polvo. Eso se resuelve con un soplido o limpiando el disco. La calidad sigue intacta, fiel a como se grabó. No obstante ese ‘crisp’ es nostálgico y se lo aprecia en los vinilos. Mientras más viejo sea el disco, mejor.

Había libertad de tomar el brazo fonocaptor del equipo de sonido y agacharse un poco para asentar la aguja sobre el disco, que da vueltas a través del rotor, y así programar canciones de cualquier género.

Al local, situado en las calles Rocafuerte 304 y Loja, entraban y salían decenas de personas, entre curiosos, noveleros, nostálgicos, coleccionistas y defensores de este formato que se grababa con una frecuencia de 48 kHz (música almacenada que puede dividirse en 48 mil pedazos por segundo).

No había límite de edad, ni de gustos musicales. En el piso alto del local un niño y su madre compraban un long play de Topo Gigio, que habían visto en una de las gavetas del guayaquileño Elvis Vélez.

Él además es filatelista y numismático, es decir un coleccionista de estampillas y monedas. Elvis, quien tiene 46 años y se dedica a este oficio desde hace 15 años, había llevado discos de distintos géneros.

“Traje discos infantiles para molestar un poco a los rockeros”, decía este defensor del vinilo, mientras limpiaba el plástico que recubría a un álbum con las canciones del Barcelona de la década del 70. Curiosamente en la planta baja sonaba la canción ‘Disco chino’, de Enrique y Ana para sorpresa de algunos.

Y claro no faltaban los ‘rockers’ extremos que expresaban asco con su rostro al escuchar eso, mientras otros les decían:“¿acaso naciste metalero? No niegues tu infancia y vacila”. Iban padres e hijos que compartían la misma pasión, como sucedió con el abogado Miguel Garay y su hijo Miguel Andrés.

Más de 2 mil discos reposaban en gavetas plásticas, en las de larga duración y en las de 45 para discos sencillos, de una canción por lado.

Eran discos nacionales, otros producidos e importados desde Estados Unidos, Inglaterra, Alemania, Holanda e incluso Japón.

Yclaro, los precios variaban dependiendo de la procedencia y dificultad para conseguir el disco. Los más baratos fluctuaban entre 5 y 10 dólares, aunque había otros que llegaban a los 300 dólares. El mismo Vélez tenía un álbum inédito del grupo cuencano Los Cuervos.

Fabricio Gómez, quien hace poco empezó a coleccionar discos de vinilo, se llevó los de Toto IV, Panzer, el ‘Hi Infidelity’, de REO Speedwagon (donde están los clásicos ‘Keep on lovin’ you’ y ‘Take it on the run’; el ‘Out of control’, de Peter Criss, el baterista original de KISS (su banda favorita) y uno de Alman Brothers.

Quienes querían llevarse discos de rock clásico y metal acudían a donde Jhoshua Parra y su tío Juan Pilataxi, quienes vinieron desde Quito con unos 500 discos, que vendían entre 10 y 50 dólares. En   stock tenían los de Black Sabbath, KISS, AC/DC, Pink Floyd, The Beatles y más.

Junto a Parra y Pilataxi estaba Eduardo Salvador, conocido baterista y fan de The Beatles, quien tenía un quiosco con camisetas de su banda preferida, que costaban 18 dólares. Además ofrecía cuadros, gorras, jarros y demás artículos relacionados al cuarteto de Liverpool.

No todo era vinilo. Otros propusieron CD y artículos varios de colección como los del capitalino Christian Guzmán, quien llevó máscaras, muñecos de sagas de cine como Star Wars.

A las siete de la noche cesaron las ventas e intercambios de discos. Quienes llegaban a esa hora era para disfrutar del after party con música dub, reggae, ska, electrónica, rock y más, pero esa es otra historia.