Ecuador / Jueves, 16 Octubre 2025

La ‘ketchup’ que puso a bailar al mundo

El sello fania albergó a los máximos exponentes del género

-¿Qué es lo que ustedes tocan? -preguntó el locutor venezolano Phidias Escalona a Richie Ray, allá en 1968.

-Esto que nosotros hacemos lo hacemos con sabor, es como el ketchup, que le da sabor a la comida.
-¿Qué es eso de ketchup?

-Bueno, eso es una salsa que se utiliza en los Estados Unidos para darle sabor a la hamburguesa.

-¡Ah...! Entonces, ¿lo que ustedes tocan es salsa? Pues, damas y caballeros, vamos a escuchar ahora la salsa de Richie Ray y Bobby Cruz…

De esa anécdota ya ha pasado casi medio siglo, aunque existen otras historias más antiguas acerca del término. Su origen como término se remonta décadas atrás, según Nicolás Ramos Gandía, musicólogo de salsa, historiador y catedrático de la Universidad Interamericana de Puerto Rico.

Explica que en los primeros 50 años después de la conquista española a Cuba (1510), el sistema esclavista de la isla permitió a los africanos conservar sus costumbres, tradiciones y modo de vida, principalmente sus toques de tambores y sus cantos religiosos o profanos.

Tres siglos después los afrocubanos y demás antillanos introdujeron nuevos instrumentos a sus ritmos.

Fue en 1892 cuando nació el son de la mano de Nené Manfugás, quien captó la atención de los cubanos al ejecutar el tres, una caja de madera en forma de guitarra de tres cuerdas doble, con un bongó y una clave. Más tarde inventaría el montuno al introducirle voz coral al son.

Para 1909, el son y el montuno se habían propagado por toda Cuba gracias, en parte, a la resolución que creaba el ejército cubano que disponía que todo soldado reclutado se trasladaría a otra provincia, con el propósito de sacarlo de su medio social.

Estos ritmos se pusieron de moda en los principales salones de baile de la vieja Habana, en donde surgieron los primeros cuartetos musicales (México popularizó los tríos) que, a medida que crecían en número de integrantes e instrumentos como las charangas (viento y percusión), dieron forma a lo que se conoce como danzón (mezcla de baile y música).

Ya con el son, montuno y el danzón aparecieron las primeras orquestas como el Conjunto Casino, Conjunto de Arsenio, Arcaño y sus Maravillas y la Sonora Matancera, siendo esta última la más universal (1924-2001). Fueron las primeras agrupaciones cubanas que llevaron la música caribeña fuera de sus límites geográficos.

A México llegaron los hermanos Orestes e Israel López de la agrupación Arcaño y sus Maravillas, quienes popularizaron la frase “vamos a mambear”, cada vez que repetían frases y palabras entre sonidos.

“Fue el maestro Dámaso Pérez Prado quien creó el mambo al componer canciones al estilo de ‘Arcaño y sus Maravillas’, y lo convirtió en éxito mundial porque sus músicos se presentaban en el popular Teatro Blanquita de México, lugar que veía convertirse en estrellas a Pedro Infante, Libertad Lamarque, Javier Solís, Jorge Negrete, entre otros”, señala el musicólogo mexicano Jacinto De la Rosa Fuentes, del Centro de Estudios Musicales Milenium.

“Rico Mambo fue el primer éxito mundial de Pérez Prado, al aparecer en las escenas de baile de  películas de Cantinflas, Pedro Infante, Tin Tan y muchos más”, acota.

Para entonces la música cubana se había extendido por todo el continente latinoamericano y en Nueva York lo hacían en el Salón Palladium, donde se presentaban los primeros cantantes latinos en esa ciudad, especialmente los que llegaban desde República Dominicana, Venezuela,  Cuba y Puerto Rico. Tito Puente fue el primer artista de origen latino en destacar en Estados Unidos.

Mientras tanto, el triunfo de la Revolución Cubana y el bloqueo económico impuesto por los Estados Unidos a la isla obligó a que varios artistas cubanos emigren y otros, al no poder regresar, buscaron nuevas formas musicales.

Fue en el Gran Salón Palladium de Nueva York donde la música cubana recibió toda la influencia del jazz. Aquí, el maestro Mario Bauzá, líder de grupo Afrocubans juntó los sonidos del bongó, el timbal y trompetas con la armonía del saxofón y los giros del jazz para crear lo que hoy conocemos como latinjazz.

Eduardo Davidson, Tito Rodríguez, Lerroy Holmes, Ray Barretto, Israel López ‘Cachao’ y Johnny Pacheco formaron lo que en Nueva York se conocería como los ‘Big Bands Latin’, a punta de trompetas, trombones, maracas y timbales, aunque opacados por el auge del bossanova.

Los músicos latinos vuelven a sus orígenes y proyectan su música a Latinoamérica, mientras que en Cuba la ya popular Sonora Matancera emprendió una gira por todo el continente. “La presión política en Cuba era tal que varios artistas hicieron de México su hogar”, comenta De la Rosa.

Celia Cruz abandonó la Matancera después de su gira por México y viajó hasta La Gran Manzana  y cumplió su sueño de actuar en el Palladium, donde actuaba como solista y ocasionalmente lo hacía junto a sus excompañeros de agrupación.
Fue en una gira por Europa cuando Celia conoció al timbalero neoyorquino Tito Puente, surgiendo de inmediato una amistad que terminó con la grabación de cinco discos de jazz afrocubano bajo el sello  TICO Records, bajo el mando de Charlie Palmieri.

La última grabación fue un fracaso en ventas, por lo que se ponen en contacto con Johnny Pacheco, quien junto a Jerry Masucci recientemente habían fundado el sello Fania.

Puente, Pacheco y Cruz fueron los primeros músicos en grabar bajo este sello, que poco a poco fue reclutando y convirtiendo en estrellas a Larry Harlow, Richie Ray, Papo Lucca, Mongo Santamaría, Yomo Toro, Bobby Valentin, Ray Barreto, Roberto Roena, Louie Ramírez, Willie Colón, Cheo Feliciano, Héctor Lavoe, Ismael Miranda, Santos Colón, Adalberto Santiago y Pete ‘El Conde’ Rodríguez, quien precisamente interpretó ‘Bugalú’ y ‘Micaela’, las dos primeras canciones conocidas bajo el nombre de salsa. (I)